SOCIEDAD

Un policía fue condenado a 11 años, pero ahora nadie sabe dónde está

El cabo bonaerense Néstor Moroño fue sentenciado por la muerte de un chico de 13 años al que creyó ladrón. El policía llegó libre al juicio. La familia de la víctima teme que se profugue.

 Por Carlos Rodríguez

“No dispare más que yo no hice nada.” En el suelo, herido de muerte, las últimas palabras de Leandro Ariel Bazán, de 13 años, antes de morir el 28 de noviembre de 2001, asesinado por el cabo primero de la Policía Bonaerense Néstor Moroño, siguieron ayer reclamando justicia en la sala de audiencia del Tribunal Oral 5 de Lomas de Zamora. Moroño, que está en libertad y ayer no fue a escuchar la sentencia ni pudo ser hallado en su domicilio, fue condenado a 11 años de prisión. “Lo que pasó en el tribunal oral fue importante para nosotros. Cambiaron la acusación, que de homicidio culposo pasó a ser homicidio simple. Pero claro, ahora hay que ver si Moroño se va a entregar, si alguna vez va a la cárcel.” Julio Bazán, el papá de Leandro, le dijo ayer a Página/12, minutos después del fallo condenatorio, que tiene “el temor de que se haya fugado, de que ya no lo puedan encontrar”. Moroño tiene pedido de captura y han recibido la notificación “todas las fuerzas de seguridad del país y los responsables de todos los cruces fronterizos del país, según nos dijeron los miembros del tribunal”, comentó a este diario el padre del chico asesinado.

Moroño fue visto por última vez, en el juicio, el miércoles de la semana anterior, el día en que la fiscal Marcela Dimundo pidió que se le aplicara una pena de 14 años de prisión, que al final fue fijada en 11 años por el tribunal integrado por Guillermo Puime, Pedro Dardo Pianta y Graciela Ación. El asesinato de Leandro Bazán ocurrió a las tres de la tarde en la esquina de Reconquista y Caxaraville, en la localidad bonaerense de Gerli, en el frente de la casa en donde vive el suboficial Moroño. Todo comenzó cuando tres jóvenes intentaron robar el Renault Clio del policía, que estaba estacionado en ese cruce de calles.

En ese momento, el chico Bazán, que vivía cerca de allí, se dirigía a pie hasta un local de computación para realizar un trabajo para la escuela. Moroño, franco de servicio y vestido de civil, salió a la calle con su arma reglamentaria en la mano y le pegó a Bazán un tiro en el pecho. Tirado en el piso, ya herido, el pibe le pidió que dejara de disparar porque él era inocente. Los presuntos ladrones escaparon en un Peugeot 505 y uno de ellos murió después, alcanzado por el arma que tenía el policía. Moroño estuvo preso una semana, hasta que la causa pasó de “homicidio simple”, penado con 8 a 25 años de prisión, a “homicidio culposo”, que tiene una sanción mucho menor.

El papá de Bazán dijo que el policía “conocía muy bien todo el manejo de un caso como el que lo tuvo como protagonista, dado que se desempeñaba en la Brigada de Lomas de Zamora. El mismo llamó a la policía y armó toda una historia sobre un supuesto tiroteo. Por eso llamó al jefe de calle de la comisaría de la zona, Walter Gómez, que era su concuñado y amigo. Esa versión fue desestimada en el juicio oral por los vecinos del barrio”. Uno de los testigos fue el que escuchó la frase que el chico Bazán dijo antes de morir. La víctima intentó ocultarse debajo del Renault Clio del policía, para evitar recibir otro balazo. Pero ya tenía un impacto en el pecho. Murió antes de llegar al hospital.

En el juicio oral, la fiscal Dimundo concluyó que Moroño “quiso matar y mató”. Por esa razón le disparó desde una distancia de 80 centímetros a un pibe que estaba desarmado, asustado y pidiendo clemencia. En la acusación no se le dio espacio al error: la visibilidad era la mejor porque era de día y el policía ahora condenado había declarado que era “instructor de tiro”. Después del fallo, habría que buscarle alguna explicación a lo que había dicho, en las horas posteriores al crimen, el comisario Héctor Grossi, de la seccional de Villa Echenagucía. Según Grossi, en el lugar del hecho había vainas servidas de la pistola reglamentaria que tenía Moroño y de otra arma de guerra. En el juicio, sin embargo, sólo quedó claro que el único que disparó fue el policía condenado.

Los dos ladrones que fueron juzgados en el mismo caso, por robo agravado en grado de tentativa, están presos y ahora deben recuperar la libertad.

La lectura del veredicto se demoró por la ausencia de Moroño. El policía goza de libertad vigilada y ayer fue buscado en su domicilio, sin éxito. La familia de Bazán teme que se haya fugado.

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La madre de Leandro se mostró satisfecha con el fallo, pero teme que el policía no aparezca.
 
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