SOCIEDAD › LA EXPERIENCIA DE ESPAÑA

Los clubes de cultivo

 Por Emilio Ruchansky

Los paneles dedicados a los nuevos horizontes de regulación del cannabis tuvieron como protagonista a Martín Barriuso, presidente del Club Social de Cannabis Pannagh de España. Este activista detalló cómo se formaron los clubes de cultivo cooperativo para “organizar el consumo” por fuera del narcotráfico. El sistema también se mencionó como objeto de discusión parlamentaria en Uruguay, como dijo Sebastián Sabini, diputado oriental del Frente Amplio, “porque con permitir el autocultivo no basta: no todos pueden tener una vaca en el fondo para conseguir leche fresca”. El 20 por ciento de la población uruguaya probó alguna vez marihuana “y sabe de lo que estamos hablando”, afirmó Laura Blanco, de la asociación Aecu.

“Lo nuestro fue una desobediencia proactiva”, dijo Barriuso, que lleva 20 años de militancia cannábica y discusiones que comenzaron en la Justicia y ahora avanzan hacia el Parlamento. España tenía algunos factores que posibilitaron la estrategia, según enumeró el activista: entre 1932 y 1968 el Estado brindó morfina legal a los adictos a esta sustancia, creando un precedente sanitario. Además, se despenalizaron todas las drogas para uso personal y los actos preparatorios para conseguirlas también.

“Nosotros nos basamos en lo que se conoce como el consumo compartido, que fue avalado judicialmente. Esto sucede cuando varias personas compran juntos para abaratar costos y en esos casos no se considera delito. Estiramos esta figura para conseguir los clubes de cultivos en los ’90”, recordó Barriuso. A fuerza de fallos judiciales se fueron acomodando los estatutos de estas asociaciones sin fines de lucro, la más grande en Barcelona tiene 18 mil socios. “¡Parece un club de fútbol! Nuestra idea es que promedien los 500 socios”, afirmó.

Estos clubes se están consolidando como un modelo alternativo de regulación en España. “En el nuestro, damos un pequeño curso sobre marihuana: usos, riesgos, propiedades de la planta, su historia. Es obligatorio para inscribirse y recibir la dosis”, explicó. Los clubes surgen de un acuerdo colectivo, por el que se alquila un lugar para sembrar y otro para dispensar, donde también se puede fumar. “Hay sibaritas, gente a la que le da lo mismo, desde el que se fumaría el palo de la escoba al que quiere tal o cual variedad”, describió.

Cada socio paga su cuota, hay topes para el dispendio para evitar la reventa y “bonificaciones” en caso de personas con enfermedades crónicas, que precisan mayor cantidad. Barriuso aseguró que los clubes son el modelo comunitario por excelencia: “Y una vía para quienes no queremos que la cannabis quede en manos de las corporaciones”. Luego aseguró que la despenalización de la tenencia de drogas para uso personal es importante, pero debe complementarse con regulaciones para permitir el acceso.

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