CULTURA › HORACIO SALAS RENUNCIO A LA DIRECCION DE LA BIBLIOTECA NACIONAL

Obras completas del desencuentro

El poeta y ensayista adujo encontronazos con sindicalistas, pero también admitió haberse sentido “desautorizado” por Torcuato Di Tella. El secretario de Cultura desmintió que hubiera habido falta de apoyo.

Por S. F.

Desde los tiempos de Alejandría, el sueño de la biblioteca universal atormenta la imaginación. Pero en la Argentina, ese receptáculo que alberga más de un millón de libros –patrimonio todavía no inventariado–, se ha transformado en una amenaza para quienes tratan de administrarla. Ayer, el poeta y ensayista Horacio Salas presentó su renuncia como director ad honorem de la Biblioteca Nacional, “el PAMI de la cultura”. Aún no había cumplido un año en el cargo, pero los encontronazos con ATE, uno de los sindicatos que nuclea a los trabajadores del organismo (los otros son UPCN y Soeme) lo habrían desgastado. Hay otro motivo, tal vez el más decisivo: no se sintió apoyado por el secretario de Cultura de la Nación, Torcuato Di Tella, cuando el jueves pasado 60 personas de ATE irrumpieron con bombos en la puerta de la secretaría para reclamar por la cesación de once empleados de una empresa de seguridad contratada por la biblioteca. Di Tella los recibió y el director de la biblioteca interpretó ese gesto como una desautorización, episodio que precipitó su salida.
En diálogo con Página/12, Salas confirmó el carácter indeclinable de su renuncia. “El problema con el secretario de Cultura fue que me desautorizó, no que haya recibido a la gente de ATE, que por otra parte es lo que corresponde –señaló el poeta y ensayista–. Este es el final de una larga serie de desencuentros. No me alejo en desacuerdo con el gobierno nacional, sino que renuncio por uno de sus funcionarios”, dijo en clara alusión a Di Tella. Salas, que no oculta en el tono de su voz un profundo cansancio mezclado con el hartazgo de su experiencia en el ejercicio de la función pública, subrayó las dificultades del organismo, que debería recibir un presupuesto de 12 millones de pesos y apenas cuenta con unos siete. “Me cansé de pedir ayuda para conseguir microfilmadoras. ¿Cómo puede ser que la Biblioteca tuviera una sola, y que funcionara mal, justo en el lugar en que se conserva la memoria de los argentinos?” El autor de La corrupción, y biógrafo de Jorge Luis Borges, mencionó que desde 1953 –con la gestión de Gustavo Martínez Zuviría– no se realiza un inventario del patrimonio. “Los robos –aclaró– provienen de esta falta de inventario, porque al no estar catalogados es más fácil llevarse los libros. Formalicé una denuncia, en el juzgado de la doctora María Servini de Cubría, por la desaparición de numerosos libros de la Colección Manuel Belgrano, donados por el prócer para iniciar la Biblioteca Nacional.”
Di Tella desmintió la falta de apoyo o la desautorización a la que alude el ex director. “Salas se cansó de una situación muy difícil como es la de limpiar los establos de Augías, porque hace décadas que las cosas vienen mal en la biblioteca, hay corrupción, ha habido robos, acusaciones mutuas entre los tres sindicatos –explicó el secretario de Cultura, acompañado por Magdalena Faillace, subsecretaria del área–. Su gestión tuvo buenas intenciones y fue de máxima transparencia, pero disiento con él en algunas formas de relacionarse con el personal y con los sindicatos. La forma que ATE tiene de hacer sus planteos no es buena, pero eso no quiere decir que no haya que conversar con ellos.” Según Di Tella, el problema empezó cuando varias personas fueron despedidas por la empresa de seguridad que estaba contratada por la biblioteca hasta el primero de enero. “Salas tuvo la buena actitud de contratarlos temporariamente para ayudarlos a una transición y no dejarlos en la calle. Pero se hizo un arreglo con una nueva empresa de seguridad y esas personas, que son básicamente 11, fueron notificadas de que sus contratos mensuales cesaban. Ellos argumentaban que era una situación contradictoria con la política del Gobierno despedir trabajadores. Por otro lado, se puede esgrimir que eran empleados de una empresa privada que prestaban un servicio, tampoco podemos como gobierno responsabilizarnos de todo lo que pasa con las empresas privadas del país”, destacó Di Tella. Faillace, que se considera “amiga personal” de Salas, al que propuso como director de la biblioteca hace casi un año, subrayó la vocación y la voluntad de Salas de “desmontar vicios históricos que se habían ido enquistando como napas”. Para la subsecretaria de Cultura, la gestión pública encabezada por Salas pretendió cambiar una historia que arrastra corrupción, robos y desidia por más de una década. “La biblioteca no se va a sanear en un año de gestión aunque pusiéramos a Superman”, aclaró, al tiempo que se negó a mencionar quién será el reemplazante de Salas.
Desde su llegada a la gestión, al ahora ex director le tocó enfrentar conflictos de diversa índole. El primer episodio se produjo durante los primeros días de julio, cuando un visitante fue sorprendido justo cuando intentaba llevarse ocho planos arrancados de un atlas antiguo. El hombre, identificado como Luis Alberto Videla, concurría a la biblioteca desde hacía más de diez años. Las investigaciones confirmaron el robo de alrededor de 500 mapas de los siglos XVI y XVIII. Dos meses más tarde de ese episodio, un grupo de voluntarios que trabajaba en los depósitos subterráneos denunció que se les impedía el acceso a su área de trabajo. Los meritorios acusaron luego al ensayista de haber cedido a la presión de los sindicatos y de ser incapaz de imponer su autoridad ante los gremios.
Cuando Salas repasa los proyectos truncos por su dimisión, el entusiasmo que deja traslucir en sus palabras no se condice con alguien que acaba de cerrar definitivamente la puerta de su despacho. “Quería realizar un gran homenaje nacional a ese inmenso poeta que tenemos los argentinos, Juan Gelman. También, hace unos meses, recibí un mail del escritor Carlos Fuentes en el que me decía que se ofrecía para dar una serie de conferencias sin que le pagáramos, simplemente porque yo estaba al frente de la biblioteca.” Salas, que detesta los homenajes post mortem, barajaba otra idea que quedó en el camino: organizar encuentros en reconocimiento de José Pablo Feinmann, Beatriz Sarlo, Abelardo Castillo e Isidoro Blaisten, entre otros. “No soy el único director que tuvo problemas y si acepté el cargo fue porque me gustan los desafíos”, añadió.

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Horacio Salas se desempeñaba como director ad honorem.
 
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