ECONOMíA › NADIE LUCUBRA EN LA ARGENTINA UNA ESTRATEGIA

Pasado mañana no existe

 Por Julio Nudler

Como tuco en la neblina (no turco, por favor) está Jorge Remes Lenicov, representante argentino ante la Unión Europea. Según cuentan allegados del ex ministro de Economía, antecesor de Lavagna en Buenos Aires y sucesor de éste en Bruselas tras un curioso enroque dos años y medio atrás, Remes “no sabe para dónde agarrar”. Su desorientación es explicable: sus llamadas a la Argentina, preguntando por la estrategia del país y los objetivos que pretende obtener de la inserción en el mundo, para así saber cómo negociar, qué pedir y qué ceder, no reciben otra respuesta que el silencio. Calla la Cancillería, donde nadie piensa el largo plazo. Calla Economía, donde a Roberto Lavagna una manera segura de irritarlo es preguntarle cómo empalma la macro con las estrategias sectoriales y rogarle algo de sintonía fina. De Alberto Dumond (Industria), tanto empresarios como consultores prefieren no hablar. Lo consideran un peso muerto.
Ante esto, Remes se consuela con la decisión preventiva de no firmar nada, dejando que pase sin pena ni gloria el 31 de octubre, cuando, se supone, Mercosur y Unión Europea deberían suscribir el que sería el primer acuerdo trascendente del bloque austral con extrazona. Mientras manejó las relaciones económicas internacionales, Martín Pérez Redrado sustentaba el criterio del plato de lentejas: tomar las migajas que ofrecen los europeos. Ellas consisten en ampliar un poco las cuotas, a repartir entre brasileños y argentinos en cereales, algo en carnes y poco y nada en lácteos. La industria local pagaría las consecuencias, por lo que, por ejemplo, las automotrices estadounidenses protestan a gritos.
Brasil, que sí sabe lo que quiere, incluso se cortó solo y firmó por su cuenta un acuerdo en textiles. Mientras tanto, los europeos negociaban con dureza. Exigían, por ejemplo, que la apertura mutua avanzara en igual proporción. Pero si la Unión Europea tiene un arancel promedio del 6 por ciento y el Mercosur aplica el 14, concederse recíprocamente una preferencia del 20 por ciento implica que los sudamericanos cedan mucho más en términos absolutos. Brasil lo rechazó. A la Argentina no le pareció mal. Además, como durante el menemismo se entregó todo, es poco lo que Buenos Aires tiene para ofrecer en una negociación, a diferencia de los brasileños. Cuando Bruselas reclama más apertura en finanzas y telecomunicaciones, ¿qué puede ofrecer la Argentina que no haya entregado hace tiempo?
Con la insólita promoción por este gobierno de Pérez Redrado al Banco Central, la visión de la Cancillería torna a oler “a pasto y bosta”, según grafican algunos expertos, afligidos por lo que le espera a la industria. El panorama es para ésta muy preocupante porque el animal con el que se está negociando no es hoy el mismo que era: la ampliación de la Unión de 15 a 25 países implica la inclusión de economías centroeuropeas de bajossalarios. “Una cosa es competir con una industria francesa –explican–, y otra diferente es pulsear con la misma fábrica de dueños franceses, pero trasladada a Estonia o Polonia.” Ante esta novedad, urgen a que la Argentina haga reserva: esto significa que debe puntualizar que su oferta negociadora estará sujeta a revisión si la Unión Europea incluye en el eventual acuerdo a sus nuevos socios pobres.
Lavagna, pese a no contar con equipo propio para ocuparse sensatamente de estas cuestiones, no ocultó en encuentros con empresarios su aversión a Pérez Redrado, tranquilizándolos al respecto: “Yo voy a pinchar esa negociación”, les aseguró. Sin embargo, los visitantes no lo tomaron en serio. Pensaban, simplemente, que el ministro podría quizás estropearle los planes al protegido de Bernardo Neustadt y hombre de Fundación Capital, ¿pero cómo haría con Brasil, que avanza sin esperar a su socio menor meridional? Mientras tanto, en los diarios del vecino aparecían declaraciones empresarias acusando a la Argentina de interferir en el progreso de las negociaciones.
Aunque se recorra cuidadosamente el organigrama gubernamental, será difícil hallar a alguien que esté pensando el largo plazo e imaginando qué pretende ser la Argentina pasado mañana. Quizá deberían volver a contratar a Moisés Ikonicoff. Mientras estuvo, Pérez Redrado lo pasó por arriba a Rafael Bielsa y manejó el diálogo con los grupos económicos locales y con los europeos, aunque distara de guiarse por algo siquiera parecido a una estrategia nacional, bolilla completamente ausente de la tómbola argentina. Ahora ya ni eso hay, en un mundo que ofrece oportunidades nuevas que habría que pensar cómo mejor aprovechar. Pero ésta es una cuestión que a nadie compete ni importa. La política de gobierno es entendida como un batiburrillo de slogans, rencillas, anuncios en lo posible impactantes y, por debajo de todo eso, un sordo trabajo de ambiciones.

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