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La dimensión desconocida

 Por Alfredo Zaiat

Las ruinas financieras de Estados Unidos ofrecen pistas laterales para tratar de comprender la vocación a convocar crisis del establishment argentino. Una de ellas es el espectáculo decadente de los gurúes domésticos, con residencia en Buenos Aires o en Nueva York, pontificando sobre la debilidad de la economía argentina para hacer frente a su deuda. Resulta bastante peculiar que gran parte de los medios de comunicación y el poder económico brinden legitimidad al ahorcado para erigirse en censores de, paradójicamente, el frente financiero local. Se sabe que se trata de definiciones que expresan relaciones de poder y de búsqueda de sumisión a la lógica de la globalización especulativa. Hasta ahora la imagen del poderoso permitía engañar a muchos, pero hoy quedan al descubierto que les importa poco o nada el destino de la economía. La principal tarea de esos economistas, revestidos en un falso conocimiento científico, es la de martillar sobre las bondades del libre mercado y el mundo financiero internacional. El mismo que hoy está temblando en sus cimientos. Escenario que permite evaluar la fortuna de haber estado “fuera del mundo” a partir del default, exclusión que tanto ha mortificado a los gendarmes de los buenos modales. Por esas casualidades del destino, entidades que en las últimas semanas castigaron con entusiasmo la situación financiera local mediante informes de economistas argentinos residentes en Wall Street, que han integrado la banda de los endeudadores seriales liderada por Domingo Cavallo, están en la bancarrota o cerca del abismo. Quebró Lehman Brothers, se derrumbó Merrill Lynch, cada vez es más pronunciada la debacle del Citi, que lidera el ranking de entidades con los mayores quebrantos de todo el sistema, y crece el pánico al desmoronamiento de otros bancos emblemáticos en Estados Unidos y en Europa. Sin embargo, como si nada sucediera, el JP Morgan difunde diariamente el índice de riesgo país, comparando la solvencia del país con la tasa de los bonos del Tesoro de la potencia en peligro, que obviamente para Argentina cada vez es peor, cuando la tendencia debería ser la opuesta. Los mercaderes de la angustia tienen la habilidad de tocar el nervio sensible de una sociedad que vivió crisis recurrentes y que por ese motivo se refugia en el dólar, pese a que si bien sigue siendo la moneda hegemónica, es la de un país que se ha lanzado a emitir en forma desenfrenada para rescatar a su sistema financiero. Además de hacer trabajar con intensidad a la maquinita, por ahora sin provocar un descalabro aún mayor, y de contar con que los bonos del Tesoro actúan todavía como refugio al pánico, Estados Unidos tiene la fortuna de que sus ahorristas no poseen el ejercicio de los argentinos. Pese a la crisis bancaria, ellos todavía mantienen los depósitos dentro del sistema. Su salida sería el ingreso a la dimensión desconocida.

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