EL MUNDO › OPINION

¿Una nueva Dilma?

 Por Eric Nepomuceno

Las primeras palabras del equipo económico anunciado ayer por el gobierno de Dilma Rousseff no serían sorpresa en una reunión de Aécio Neves, el neoliberal derrotado por la presidenta en las elecciones de hace un mes en Brasil. La prioridad absoluta será la recuperación de la credibilidad, y la manera más segura de alcanzar ese objetivo será imponer ajustes y quitas en el gasto público. Al declarar que la meta fiscal será prioritaria, Levy va a contramano del discurso de Dilma a lo largo de toda la campaña que la llevó a la reelección, cuando decía que la prioridad absoluta era seguir asegurando empleos, renta y distribución de beneficios sociales a la parcela eternamente abandonada de la población.

Bueno: la verdad es que ambos discursos son correctos. Dilma pretende cumplir lo prometido. Y dice Joaquim Levy, el nuevo ministro de Hacienda, y dicen los analistas y, principalmente, los ávidos agentes del mercado financiero que sin un ajuste fiscal, sin ordenar las cuentas públicas, sin contener gastos excesivos, la presidenta no tiene ninguna posibilidad de viabilizar sus intenciones que, además, son promesas de campaña. Esa es la gran contradicción: en 2014 la economía brasileña crecerá poco más que cero, la inflación ronda la tasa del 6,5 por ciento (considerada muy fuerte para el escenario del país), las inversiones privadas son cada vez más tímidas. Y, claro, ese cuadro pone en riesgo la posibilidad de que las agencias calificadoras de riesgo mantengan a Brasil como país de “investment grade”, o sea, digno de recibir inversiones de los grandes fondos globales. Perder esa clasificación significa más dificultad para conseguir financiación internacional, y, cuando logre conseguirla, a un precio más elevado.

Resumiendo: Brasil ve ocurrir todo lo que la entonces candidata dijo que no ocurriría si lograba derrotar a su adversario.

A ver cuánto tiempo su electorado tardará en entender que, en el fondo, ella no tenía otra salida. De momento, para la enorme mayoría de los que votaron a Dilma, lo que ocurre no tiene explicación. Están todos atónitos. Al fin y al cabo, ¿no fue exactamente para impedir que tales medidas fuesen adoptadas que se derrotó a Aécio Neves? Había dos propuestas de diseño de país. Una perdió, la otra ganó. ¿Cómo entender, ahora, que en lugar de la propuesta ganadora se implante la propuesta derrotada?

Dilma y parte considerable de los estrategas del PT están seguros de que lograrán, más temprano que tarde, convencer a los que se sienten defraudados. De momento, convencieron a los dueños y a los que manejan el capital. A ver hasta cuándo.

Quedan puntos suspendidos en el aire. Por ejemplo: los aliados, con su apetito por cargos y puestos, ¿cómo reaccionarán a las medidas anunciadas? Y más: se dijo ayer que serán puestas en práctica “inmediatamente”. Queda por saber qué entienden por “inmediatamente” ministros anunciados ayer pero que nadie sabe ciertamente cuándo efectivamente serán nombrados...

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