EL MUNDO › OPINIóN

Después de Sarah Palin

 Por Walter Mignolo *

A medida que se disipa la polvareda y el eco de los tambores provocados por la llegada de Sarah Palin a la convención republicana, en St. Paul, Minneapolis, ganan lugar las reflexiones críticas sobre las convenciones de los grandes partidos norteamericanos. En verdad, parte del ruido generado por la candidata a vice buscó precisamente cubrir las repercusiones de la convención demócrata, en Denver, Colorado, la semana anterior. De modo que es urgente volver a reflexionar críticamente, después del entretenimiento.

Los dos candidatos presidenciales, John McCain y Barack Obama, tienen, y muchos lo apuntaron, mucho en común: son los líderes de los dos partidos mayores, si no únicos, en un Estado nacional cuyo ascenso imperial en la segunda mitad del siglo XX tiene todo su peso histórico. No sabemos quién será elegido presidente y si una vez elegido llevará adelante los principios en los que estuvieron asentados sus discursos presidenciales. No obstante, no es de importancia menor no perder de vista lo que se ha dicho.

John McCain, en un momento de sus discursos, señaló dirigiéndose a los asambleístas y futuros votantes: “Yo no gobernaré para mí; ni para Washington, sino para ustedes”. En otro momento de su discurso, con una gran sonrisa y levantando su brazo izquierdo hacia arriba (quizás hacia el cielo), pronunció: “El cambio está llegando, el cambio está llegando”. Los dos enunciados, unidos, envían un fuerte mensaje eclesiástico y pastoral, y también paternalista. Mediante el primero, McCain tranquiliza a los votantes, como el pastor que ve a sus feligreses como un rebaño. “Yo gobernaré por/para ustedes”, invita a la espera y a la esperanza. “El cambio está llegando”, envía un mensaje también de tranquilidad, pero también de anonimato: “el cambio está llegando” por sí mismo. Es decir, no se preocupen ustedes, votantes, esperen que el cambio llega.

Barack Obama envió un mensaje radicalmente distinto, que también podemos resumir en dos instancias paralelas a las de McCain. En un momento de su discurso, Obama dijo con claro acento: “Esta votación no es por/para mí sino para ustedes”. Se podría pensar que no hay mucha diferencia con la afirmación y promesa de McCain. Excepto que la frase de Obama no indica una promesa, sino que señala una responsabilidad: la responsabilidad del votante. Se podría pensar también que es una frase retórica, para ganar votantes. Pero hay más, veamos. En un momento anterior de su discurso, Obama hizo otra observación: “Los cambios no salen de Washington; los cambios van a Washington”. Aquí “el cambio” ya no es su propio agente, sino un objetivo.

Ese objetivo tiene dos posibles agentes: el gobierno por un lado y “ustedes”, la sociedad civil y política, por el otro. Así, al decir que los cambios no surgen en y salen de Washington, sino que van a Washington, la única posibilidad de que haya cambios es que la sociedad civil y política se movilice para que las gestiones de gobierno puedan ser transformadoras. Obama incita a la movilidad y a la formación de la sociedad política.

Reflexionemos en contrapunto con el proceso que llevó a Evo Morales al gobierno. Salvemos las distancias de los extremos que ocupan los dos países en la jerarquía geopolítica global, y no perdamos de vista lo que podemos aprender de ambos procesos. Evo Morales lideró un proyecto de cambio social que surgió en el sindicalismo cocalero y que fue uniendo los conflictos de clases con los conflictos raciales. La mayoritaria población indígena de Bolivia pasó de ser una nación sin Estado a una nación gestionando el Estado. En el momento en que llegó al gobierno, Morales dejó de ser el líder de un proyecto de cambio para ser el beneficiario del proceso que él inició y que, en reconocimiento y confianza, lo eleva al gobierno mediante el voto democrático.

La situación de Obama es muy distinta. No hay detrás del demócrata un movimiento afroamericano equivalente al movimiento indígena boliviano, que en este momento lo catapulte a la presidencia. Por otra parte, cuantitativamente, la población afroamericana es inferior a la angloamericana. Puesto que no existe un proceso en marcha que lo catapulte al gobierno, y puesto que tal tradición es prácticamente inexistente en la historia de Estados Unidos, Obama necesita movilizar. Y ése fue su mensaje: los cambios van a Washington, no vienen de allí; esta elección no es “sobre mí” y “para mí” es “sobre ustedes” y “para ustedes”. En ese momento, tocó el límite más allá del cual hubiera sido matar su propia candidatura.

Esta diferencia radical interna, unida a las posiciones que los distinguen en relaciones internacionales (la beligerancia de McCain frente al dialoguismo de Obama), ponen en claro todo lo que está en juego el próximo noviembre. Cuatro años de McCain no sólo acrecentarían la crisis y decadencia interna de Estados Unidos, sino que exacerbarían la violencia internacional. No es fácil saber qué ocurriría con cuatro años de administración demócrata. No obstante, es innegable que ya Obama logró la movilización de una población tranquilizada por el “déjense gobernar que yo lo haré bien”; una población que empezó a escuchar “que el poder no está en Washington”, sino que ha “sido tomado por Washington” y extraído de la sociedad civil y política.

* Profesor de Duke University (EE.UU.), investigador de la Universidad Andina Simón Bolívar (Ecuador).

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