EL MUNDO

Ecos de la elección mexicana, con trampas, operaciones y polarización

Tanto la oposición como el oficialismo tienen razones para sentirse ganadores con los resultados de la elección, que dividió al país.

 Por D. P.
Desde San Pablo

A la mexicana. Las elecciones presidenciales de Brasil que hace tres semanas eran de una parsimonia noruega, con Luiz Inácio Lula da Silva encaminado hacia una previsible reelección, acabaron en un lodazal de acusaciones y operaciones turbias. El detonante fue un dossier por el que encumbrados petistas pagarían 1,7 millón de reales, en billetes, que fueron mostrados, desde todos los ángulos, al público horas antes de la votación. El affaire trae a la memoria los comicios mexicanos de julio, que después de varias cámaras ocultas descubriendo la corrupción de asesores del izquierdista Manuel López Obrador, terminó en una victoria polémica del conservador Felipe Calderón Hinojosa, por menos de 250 mil votos.

Allá como aquí, el país electoral se fracturó, en correlato con el país social. Junto a Lula se alinean el nordeste pobre y las organizaciones populares, desde la Central Unica de Trabajadores a los campesinos sin tierra. También tiene consigo a la alicaída pero numerosa militancia del Partido de los Trabajadores. Advertido de lo que podría ocurrir este domingo, el jueves pasado, Lula colgó el traje en Brasilia y se fue de camisa y campera al encuentro de sus incondicionales, los votantes del cordón industrial paulista.

Al optar por San Bernardo do Campo dejó plantados a sus tres rivales, Geraldo Alckmin, de centroderecha, Cristovam Buarque, de centroizquierda, y Heloisa Helena, de izquierda, que lo esperaban para un debate televisado. Los tres y la poderosa TV Globo constituyen, de facto, el Partido Unico “Basta de Lula”, que ayer logró el respaldo nada menos que de la mitad del país. Fue la suma de votos e intereses de todos los miembros de ese partido, y no Alckmin a solas, lo que impidió la reelección en primera vuelta.

Hay 27 días para saber cómo acaba esa confrontación, de la que surgirá el país de los próximos cuatro años. Pero la oposición arranca ganando. Demostró que puede vencer al hasta hace poco inoxidable Lula y cuenta con fuerza para llevar adelante su pedido de impeachment, que hasta ahora sólo estaba en boca de algunos halcones del Partido Frente Liberal y del ex presidente Fernando Henrique Cardoso. Ellos también se cuentan entre los vencedores de ayer. Pero Lula quedó prácticamente a un paso de la reelección. Y si se suman los votos de los candidatos de izquierda y centroizquierda, suman casi dos tercios del electorado. En este sentido, Lula también ganó ayer, quizá más que nadie.

Pero no sólo factores internos estarán en juego. La silueta geopolítica latinoamericana será muy distinta según si el vencedor sea Lula o Alckmin. Washington siempre cultivó un trato gentil, pero no amoroso, con Lula: al final de cuentas el petista nunca rompió ni romperá lanzas con “el eje del mal”, léase Hugo Chávez, Fidel Castro y Evo Morales, aunque con éste haya divergencias gasíferas. Con Alckmin, en cambio, los EE.UU. tendrán un aliado más confiable, quizá tanto como Calderón Hinojosa. Ese es el otro costado mexicano de esta historia.

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Por el malecón de Ipanema, en Río de Janeiro, votantes de clase media alta muestran su oposición a Lula con remeras alusivas.
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