EL PAíS › EL REPRESOR ROBERTO “EL TUERTO” ALBORNOZ HABLó ANTE EL TRIBUNAL TUCUMANO

Testimonio de una mente sin recuerdos

El ex jefe del Departamento de Inteligencia de la policía tucumana dijo que la represión estaba a cargo de los militares. Careado con el testigo que aportó la lista, buscó amedrentarlo y desacreditarlo.

 Por Ramiro Rearte

Desde Tucumán

El represor Roberto “El Tuerto” Albornoz pidió la palabra. Dijo que no vio si los policías torturaban en las celdas durante la dictadura y que no conocía a ninguno de los detenidos. Argumentó que no sabía que había sido designado jefe del Departamento de Inteligencia (D2) y que por una “maniobra de desprestigio” se difundió desde dentro de la estructura policial que él era el encargado del Servicio de Información Confidencial. Después fue careado con el testigo Juan Carlos “El Perro” Clemente, quien aportó la documentación secreta de la represión tucumana. Albornoz buscó intimidarlo, lo trató de manera despectiva y casi siempre a los gritos.

Albornoz pidió hablar en la audiencia de ayer del juicio por crímenes cometidos en el centro clandestino Jefatura de Policía de Tucumán. Allí está imputado junto con Luciano Benjamín Menéndez y dos policías por la muerte y desaparición de 22 personas. Ingresó a la sala acompañado por su abogado defensor, Exequiel Avila Gallo. Con un abrigo color verde estuvo frente a los jueces por más de dos horas y respondió preguntas. Hizo gestos con su mano derecha de manera constante y en varias oportunidades gritó frente al micrófono para enfatizar su declaración, como si todavía fuera un jefe policial de la dictadura.

Cuando le preguntaron quién era el responsable de los tormentos dentro de la ex Jefatura y quiénes eran los que pedían informes de personas a ser investigadas, le subió la presión y el tribunal pasó a un cuarto intermedio hasta que se recuperó para seguir contando lo que su memoria débil le aconsejaba.

A la vuelta, durante la siesta tucumana, trató de elaborar una teoría que responsabilizara sólo a los militares. “El control operativo estaba a cargo del Ejército. Nosotros (por la policía) sólo colaborábamos. Nos llegaban las órdenes y las cumplíamos. Y yo nunca participé de secuestros”, sostuvo. Dijo que los uniformados que tenía a cargo “siempre trataron de asistir a las personas que estaban en los calabozos, con comida, etc.”. Ante la consulta del fiscal Alfredo Terraf sobre si presenció detenciones y traslados, respondió como si hubiera estado de visita guiada dentro del centro clandestino: “Vi cómo cargaban a las personas. Era en vehículos del Ejército. Y ellos (por los militares) hacían los traslados”. Según su relato, cuando llegaban las órdenes de “eliminar” a un detenido (lo que en la lista aparece con las letras “DF” o sea “disposición final”) nunca fueron ejecutadas dentro de la ex Jefatura. “Nunca se mató a nadie dentro de la Jefatura. No lo vi. Los cargaban. Y creo, por lo que se dice, que se los llevaban a Arsenales.”

“Yo hablo con sinceridad, señor. Yo no manejaba nada. Era un perejil y de cuarta. Fui usado por los militares. No manejaba nada. Quien era el verdadero amo y señor de ese lugar era Clemente”, dijo el represor, al intentar culpar del manejo del centro clandestino al testigo que fue secuestrado y luego trabajó para la policía. Según relató Clemente, mientras estaba cautivo, un día le tiraron una credencial y le dijeron que iba a empezar a trabajar como policía administrativo.

Pese a lo que intentó hacer creer Albornoz, él no sólo era uno de los jerarcas de la represión ilegal en Tucumán, sino que los documentos rescatados de la jefatura policial por Clemente demuestran que se le comunicaba casi todo lo inherente al accionar de la tortura y las personas que se debían secuestrar.

Durante el careo entre Clemente y Albornoz, el imputado trató de intimidar al testigo. Le dijo “entregador”, “mentiroso”, que “nunca estuvo detenido”, que “venía desde Salta con el carnet de policía en el bolsillo”, que “entraba y salía cuando se le daba la gana” y que “hasta un vehículo le dieron”. Clemente no lo miraba. Como el represor veía que el testigo no reaccionaba ante sus palabras, lo comenzó a “tutear”: “Sos un lobo con manta de cordero”, “rendí cuentas de la muerte de tu mujer”, “tu padre fue un excelente soldado del Ejército y vos estabas en medio de la basura (por haber militado en Montoneros)”, “sos un personaje siniestro”. “¡Mentís!”. Hasta lo acusó de haber “entregado” a su compañera de entonces. “Fue una muestra de amor para el teniente general Félix González Nayar”, gritó.

Nayar fue el coordinador militar del centro de detención y sobre este personaje cargó las tintas el ex policía. Reiteró que no sabía que existían las torturas dentro de la ex Jefatura y que los encargados de realizar los interrogatorios en los calabozos eran “equipos de interrogación” integrados por militares que “en su mayoría eran de Capital Federal”. Dijo que el dictador Antonio Domingo Bussi era un ejemplo, ya que “se puso al frente de todo el accionar llevado a cabo en Tucumán”, lo mismo dijo del genocida Menéndez, “al igual que ese comandante que está arriba (señalando con la mano izquierda en alto el lugar donde se instaló la sala para el represor), quien también se hizo cargo”, sostuvo. Albornoz descalificó varios de los testimonios que se escucharon durante el proceso judicial que comenzó el 16 de febrero. También trató de “mentirosos” y “locos” a otros sobrevivientes del centro clandestino. Antes de retirarse de la sala, siguió destilando veneno sobre Clemente, quien está bajo el régimen de testigo protegido debido a que recibió amenazas. “Esta persona no puede irse así nomás. Es un cobarde”, se quejó. El tribunal levantó las audiencias hasta la semana entrante, cuando se leerán los alegatos. El represor dejó la sala custodiado por el Servicio Penitenciario Federal (SPF) mientas los familiares de desaparecidos le gritaban “¡asesino!”.

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Roberto “El Tuerto” Albornoz fue jefe del Departamento de Inteligencia de la policía tucumana y a él estaban dirigidos numerosos informes confidenciales.
Imagen: Télam
 
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