EL PAíS › CUMBRE DE CHáVEZ Y SANTOS TRAS LA MEDIACIóN DE KIRCHNER

El Caribe se pone de pachanga

Mañana los presidentes de Venezuela y Colombia, dos países que hoy no mantienen relaciones diplomáticas, se reunirán en territorio colombiano para arreglar el conflicto. Lo anunciaron Kirchner y los dos cancilleres. Y Chávez pidió stop a la guerrilla.

 Por Martín Granovsky

Desde Bogotá

Fumata blanca. La cumbre será mañana, martes 10, “en Colombia”, como dijo textualmente el anuncio. Tras una mediación relámpago del secretario de la Unión Suramericana de Naciones Néstor Kirchner, el presidente de Venezuela Hugo Chávez se reunirá con su flamante colega colombiano Juan Manuel Santos para resolver la crisis diplomática que cristalizó en la ruptura de relaciones el 22 de julio último. Si no hay obstáculos de último momento, está el camino despejado para que los dos países establezcan otra vez relaciones diplomáticas normales.

“Como latinoamericano que trabaja por la integración, estoy profundamente satisfecho por el ejemplo de responsabilidad que dieron hoy los gobiernos y los cancilleres de Colombia y Venezuela”, dijo escueto Kirchner luego de un almuerzo y una reunión de tres horas en el Ministerio de Relaciones colombiano con la anfitriona, María Angeles Holguín, y el canciller venezolano Nicolás Maduro. Kirchner estuvo acompañado por Juan Manuel Abal Medina y Rafael Follonier, su comitiva desde que el jueves pasado inició el raid de buenos oficios cuando viajó a Caracas para conocer de primera mano las opiniones de Chávez. A esa altura ya se había reunido con Santos en Buenos Aires aprovechando una gira por doce países que el entonces presidente electo emprendió para poner a punto su asunción del sábado último.

Kirchner dijo que la reunión con Holguín y Maduro “fue ejemplar y tuvo una alta calidad democrática”.

Chávez rompió relaciones con Colombia el 22 de julio. Aún era presidente Alvaro Uribe. El venezolano reaccionó lanzando la ruptura, etapa más aguda de la decisión de bajar el nivel de las relaciones ya en 2009, luego de que Uribe lo acusara de dar protección a la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Las FARC vienen consumiendo su poder de fuego y su consenso interno y externo desde que comenzaron su actividad hace sesenta años, pero aún representan un desafío con valor agregado: aunque no estén en condiciones de tomar el poder ni disputarlo, son protagonistas de un conflicto en sí mismo y suelen contaminar otros frentes, como el externo. Lo dice con frecuencia el propio Chávez.

El desafío de Kirchner

Para Kirchner la mediación fue la primera gran prueba como secretario de Unasur.

No es la primera vez que Kirchner se ocupa de un conflicto externo. Lo hizo varias veces cuando era presidente, por ejemplo cuando participó junto con Luiz Inácio Lula da Silva en la solución de la crisis boliviana de 2005 y cuando ayudó a bajar las tensiones entre Bolivia y Brasil luego de la nacionalización boliviana del petróleo. En la primera oportunidad gobernaba el presidente de transición Carlos Mesa y los vecinos querían asegurar una salida electoral ordenada. En la segunda ya era presidente Evo Morales, fruto de aquella salida.

Con sus diferencias personales y las características distintas de cada país y cada momento, Evo, Chávez y Lula son parte de una misma corriente sudamericana. Encarnan soluciones posneoliberales y gobiernos con una matriz de crecimiento basada en el desarrollo con estímulo al mercado interno sobre la base de mayor justicia.

Colombia no integra esa corriente. Cristina Kirchner lo comprobó por primera vez en 2007, cuando habló en el American Jewish Committee en Washington y después de ella Uribe pronunció un discurso de invocaciones a la desregulación que podrían haber dicho Carlos Menem, Fernando Henrique Cardoso o Gonzalo Sánchez de Losada. Como informó ayer este diario, además, durante el gobierno de Uribe la Justicia reparó sólo a una víctima de casi 300 mil y solamente dos paramilitares fueron condenados.

Para Kirchner, decidirse a acometer esta gestión de buenos oficios significaba algo distinto a juntar la cabeza de dos amigos que se pasaron de copas. Era aproximar a dos Estados como tales más allá del color político de sus gobiernos. Y hacerlo desde Unasur.

“Kirchner hizo una labor silenciosa y seria”, dijo ayer el embajador colombiano en la Argentina, Alvaro García Giménez.

Aunque esto es simplemente una conjetura, es probable que la mediación sirva al gobierno para esquivar no las críticas sino las demonizaciones que lo presentan como una sucursal de Chávez en Buenos Aires.

Las acciones del ex presidente en Unasur ya incluyeron visitas intensas a Paraguay y Chile y participación en cumbres en Madrid y Caracas. Esos antecedentes y estos buenos oficios entre Colombia y Venezuela ponen una distancia simbólicamente mayor con los cuestionamientos a Kirchner –o por eventual dedicación escasa o por vocación ídem– en el momento en que resolvió aspirar a la secretaría de Unasur. Luego de su elección sin el veto uruguayo, el Sí de Pepe Mujica –y, conviene recordar, el Sí de Uribe y el de Sebastián Piñera– fortalecieron la posición.

Si no hay trabas de último momento y el martes se reanudan relaciones o queda el camino libre para hacerlo, Unasur y su secretario habrán pasado una prueba de fuego en el área más difícil de Sudamérica. Con un añadido: la que tiene mayor participación directa de Washington. El mayor nivel de fricciones en el continente por parte de los Estados Unidos se da con Venezuela. El mayor nivel de cooperación militar se da con Colombia, hasta el punto de que algunas de las bases colombianas están disponibles para los Estados Unidos como verdaderos portaaviones de tierra firme.

Qué gana cada uno

¿Qué gana Chávez si logra reanudar los lazos con Colombia? Que marcó diferencias con Uribe mediante una medida extrema. Que podría demostrar capacidad de mantener relaciones sensatas con Colombia y su nuevo presidente en condiciones de realismo sensato. Y que es una fuente de poder real en la zona norte de Sudamérica.

¿Qué ganaría Santos? Personalidad propia frente a Uribe, que dejó la presidencia con un índice de popularidad superior al 70 por ciento. Una señal de que viene una nueva etapa “sin enemigos ni a nivel nacional ni a nivel internacional”, tal como dijo en su discurso de asunción del sábado en la Plaza Bolívar de Bogotá. Un símbolo de dureza frente a las FARC, que en realidad no insume grandes costos, porque las FARC son un fenómeno colombiano y son anteriores no sólo a la presidencia de Chávez sino a su nacimiento. Y algo que el ministro de Hacienda de Uribe, Oscar Iván Zuluaga, dijo sin vueltas por televisión: “El problema con Venezuela representará una caída cada vez mayor de exportaciones colombianas y quitará divisas para los planes de empleo que quiere realizar Santos”. El nuevo presidente anunció como meta la creación de 4.500.000 empleos en los próximos cuatro años. Conflicto con Venezuela es sinónimo de problemas en la balanza de pagos, una cuestión difícil de tolerar para una economía con un 4,4 por ciento de déficit, el tercer índice global de desigualdad del continente y el segundo índice de desigualdad en zonas rurales después de Paraguay.

Los cancilleres Holguín y Maduro se mostraron tan parcos como Kirchner en los detalles de la cumbre de mañana. En rigor, la reanudación de relaciones puede ser un intríngulis infinito o un acto simple.

Un ejemplo. En algunos parajes de los 1200 kilómetros de frontera entre Venezuela y Colombia una persona puede llegar en bicicleta, cruzar un riacho saltando piedras con la bicicleta en la mano y seguir del otro lado. Para ubicarse en argentino, es mejor pensar en zonas del noreste que en sitios del noroeste. En esas zonas no hay forma física de evitar el paso de personas en un ciento por ciento. No hay Gendarmería capaz de apostar tantos hombres como harían falta. Cuando esas situaciones aparecen, en las fronteras argentinas o en las colombiano-venezolanas, las soluciones vienen de la creatividad política y no del apego al detalle. Y, en diplomacia, el primer paso de la creatividad es un documento de buena voluntad mutua suficientemente comprensible y amplio que, si es necesario, abra puertas a tratativas menores hacia el futuro. Los diplomáticos tienen una expresión inglesa: “wording”. Se refiere a la elección de las palabras. Cuando en verdad una parte no quiere acordar, abruma a la otra con el wording. Si no, arregla un vocabulario sencillo y luego deja los temas secundarios para comisiones, asesores y expertos que, a su vez, llegan a un acuerdo final cuando sienten la presión de sus respectivos presidentes. Las ondas negociadoras van de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba y después terminan bajando otra vez hasta que todo queda sellado y presto para un broche arriba.

“Hoy creo que el canciller Maduro y yo hemos dado este primer paso en un diálogo franco con el objetivo de los dos países de restablecer las relaciones”, dijo la ministra Holguín después de la reunión mediada por Kirchner y en la que menudearon llamados a los presidentes. Chávez hasta se dio el gusto de anunciar la reunión mientras estaba al aire en su Aló Presidente.

Holguín anunció relaciones “en un marco de transparencia y de franqueza”.

Maduro dijo que estaba “muy satisfecho de la forma como he conversado, de los temas que hemos empezado a trabajar y de cómo dijimos que vamos a actuar de manera transparente”.

Chávez fue nítido ayer mismo, mientras Maduro estaba en Bogotá, adonde llegó el viernes para la asunción de Santos. Pidió a la guerrilla que deponga las armas y libere a los secuestrados. Dijo el venezolano: “Así como uno le propone al gobierno de Colombia buscar el camino a la paz, a la guerrilla también, la guerrilla colombiana de verdad no tiene futuro por la vía de las armas, no hay futuro, es absolutamente falso que vayan (a derrotar al Estado colombiano) y luego además se han convertido en una excusa del imperio para intervenir en Colombia y amenazar desde allí a Venezuela”. Según Chávez, ese punto de vista es compartido por otros presidentes de Sudamérica.

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El ex presidente Néstor Kirchner, entre los cancilleres de Colombia y Venezuela, María Angeles Holguín y Nicolás Maduro.
Imagen: EFE
 
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