EL PAíS › GONZALO BASILE, DE MéDICOS DEL MUNDO EN LA ARGENTINA

“Una reforma sanitaria”

El experto advierte que “la propagación va más rápido que la confirmación”. Propone constituir un “comité de emergencia”, la participación comunitaria y multiplicar la inversión pública en salud.

 Por Pedro Lipcovich

La respuesta adecuada a la epidemia de dengue –no sólo la solución de fondo sino la inmediata, la de hoy– es la misma que valdría para enfrentar epidemias silenciadas, y más graves, como el Chagas y la tuberculosis. Así lo sostiene Gonzalo Basile, presidente de Médicos del Mundo en la Argentina. Primero, hay que hacerse cargo de las cifras reales de la enfermedad, que –según Médicos del Mundo– podrían triplicar las que ofrece el Ministerio de Salud, ya que “la propagación de la enfermedad va mucho más rápido que la actual confirmación diagnóstica”. El blanqueo de cifras justificaría declarar la Emergencia Sanitaria Nacional, cuyo marco permitiría “instituir un comité de emergencia con participación de la universidad pública, las comunidades y la sociedad civil”, “reasignar recursos y recibir ayuda internacional”. La participación comunitaria impediría situaciones como las campañas de fumigación contra el Chagas que, tercerizadas en empresas privadas, mienten sobre sus resultados. La respuesta a estas epidemias requeriría también triplicar la inversión pública en salud y, en definitiva, “terminar con la desigualdad social que es el trasfondo de la catástrofe sanitaria argentina”.

–¿Por qué Médicos del Mundo sostiene que las cifras reales del dengue triplican las oficiales?

–Algunas provincias tienen casi como política de Estado la manipulación de los datos epidemiológicos; así, en Jujuy, donde los casos reales son mucho más que los reconocidos. Pero, además, el Ministerio de Salud de la Nación sólo confirma los casos testeados en el laboratorio Maiztegui de Pergamino: para la ciudad de Buenos Aires y el conurbano, eso tarda casi una semana, y más de 20 días en los casos del norte argentino. La propagación de la enfermedad va mucho más rápido que la confirmación diagnóstica. Sin embargo, ya hay laboratorios en Catamarca y en Chaco, y la ciudad de Buenos Aires los tiene en los hospitales Muñiz y Gutiérrez. Por otra parte, la OMS admite que, en epidemias de este tipo, por cada caso confirmado suele haber tres o cuatro sin detectar. Hay quienes no consultan porque no tienen síntomas. Hay familiares de pacientes que se autoadministran el mismo tratamiento que su allegado. Y hay muchos que no se acercan al sistema de salud por falta de recursos o porque, si son migrantes o indígenas, los discriminan, o porque aprendieron que el sistema público no les da respuesta.

–Admitiendo que la epidemia fuese más grave que lo reconocido, ¿qué consecuencias tendría esto?

–La información epidemiológica es central para tomar decisiones. Desde que se detectó el mosquito Aedes aegypti en la ciudad de Buenos Aires (Página/12 fue el medio que, el 14 de enero de 1995, reveló su presencia, en nota titulada “El mosquito del dengue volvió y será millones”), poco y nada se hizo para movilizar a la comunidad y, sobre todo, para transformar las condiciones de vida que propician enfermedades como el dengue.

–¿Cómo “movilizar a la comunidad”?

–Muchos funcionarios dicen que la sociedad civil debe movilizarse, debe eliminar los criaderos de larvas, autocuidarse, pero esos mismos funcionarios, principalmente en las provincias, rechazan cualquier tipo de organización comunitaria en salud. Hay, sí, algunas experiencias: en Chaco, en El Impenetrable, comunidades tobas, en colaboración con organizaciones de la sociedad civil, formaron promotores de salud, que visitan casa por casa; finalmente constituyeron una comisión de salud propia. En Santiago del Estero, el Mocase, movimiento campesino, desarrolla políticas de prevención.

–¿Y habría un ejemplo inverso?

–También en Santiago del Estero, el Estado nacional entrega insumos para fumigar contra la vinchuca: pero la provincia había tercerizado la fumigación en una empresa privada que mintió, fumigó sólo una parte de las casas donde decía haber estado. Esto lo detectamos al trabajar en conjunto con organizaciones sociales. El Ministerio de Salud de la Nación debería denunciar estos hechos, porque con su silencio, fundado en razones de “gobernabilidad” o las que fuesen, termina siendo cómplice.

–¿Qué mecanismos permitirían la participación comunitaria que usted propone?

–La Organización Panamericana de la Salud, al valorar los resultados de Cuba o Costa Rica en la erradicación del dengue, destaca la acción de comités operativos de emergencia, que incluyan a la universidad pública, a través de investigadores en epidemiología y especialistas en enfermedades vectoriales, y en los que participen organizaciones de la sociedad civil con experiencia en estos temas, como también profesionales y trabajadores de la salud. No se puede ya evitar la epidemia, pero sí mitigar el daño, tratar de cortar la propagación y la distribución de la enfermedad. Pero para esto habría que declarar la emergencia sanitaria nacional.

–¿Qué permitiría la declaración de emergencia sanitaria nacional?

–Daría el marco para formar esos comités, para reasignar partidas presupuestarias y formalizar pedidos de cooperación internacional, técnica y financiera. La cooperación internacional ante una epidemia requiere que ésta sea reconocida por el Estado.

–Usted también habló de “transformar las condiciones de vida”.

–¿Alguien espera que, bajo las condiciones de vida de una villa miseria, se puedan lograr acciones efectivas de descacharrización? Y el dengue no es lo más grave: hay 12.000 casos al año de tuberculosis, con 650 muertes. Entre las condiciones a transformar están las viviendas precarias, los basurales a cielo abierto donde, si se trata del dengue, se junta agua de lluvia; en muchos lugares falta agua potable y las familias se aprovisionan en recipientes que son reservorios de larvas.

–¿Qué puede hacer el sistema de salud con relación a esas condiciones de vida?

–Si no se plantea una reforma sanitaria, esas condiciones se van a profundizar. Es necesaria una organización unificada del sistema de salud, que demostró ser eficaz en Europa, en Canadá, en Cuba, incluso en Brasil. Pero la unificación sola fracasa sin suficiente financiamiento: hay que llevar la inversión pública en salud, del 1,9 por ciento del PBI, al 5 o 6 por ciento. El dengue forma parte de la catástrofe sanitaria en nuestro país, y su trasfondo es la terrible desigualdad social.

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Imagen: Leandro Teysseire
 
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