EL PAíS › EL FESTEJO EN EL ENTORNO KIRCHNERISTA

“Se terminaron Duhalde, Menem y Barrionuevo”

El Presidente siguió el escrutinio en el Intercontinental. Vio por tevé el discurso de Macri, pero ignoró el de Carrió. CFK habló flanqueada por Pampuro y Solá. Bielsa también enfrentó las cámaras, aunque por separado.

 Por Diego Schurman

“Se terminó Duhalde, se terminó Menem, se terminó Barrionuevo.” La frase hizo un ruido estentóreo en la suite presidencial, en el piso 17 de Hotel Intercontinental. En la intimidad del festejo, Néstor Kirchner, Cristina Kirchner y Alberto Fernández acababan de poner en palabras el sabor del triunfo oficial. Una hora después, la gran protagonista de la jornada encontró la manera de decir lo mismo en formato diplomático. “Comienza una etapa de renovación, de recambio generacional, de un nuevo proyecto de país”, atizó la senadora electa.
La alusión a Duhalde cayó de madura: Cristina derrotó cómodamente a Chiche en la provincia de Buenos Aires. Tanto que se animó a divertirse frente a los periodistas.
–Fue más fácil ganar la elección que llegar acá –dijo por lo escarpado y tumultoso que resultó el trayecto desde el piso 17 hasta la sala de conferencia armada en la planta baja, en un convento lindero al hotel.
Buscó la complicidad de José Pampuro para la sonrisa. Le devolvió una mueca de felicidad. Al ministro y senador electo se lo veía extenuado después de oficiar, durante el tránsito hacia la improvisada sala de prensa, como una suerte de guardaespaldas de la primera dama, a pesar de su breve humanidad.
La foto de la alegría incluyó a Alberto Balestrini, el intendente de La Matanza que seguramente presidirá la Cámara de Diputados después del 10 de diciembre. Kirchner también pidió que Felipe Solá estuviera ante las cámaras junto al trío de legisladores electos. Después de todo, el gobernador resultó una herramienta importante para el triunfo kirchnerista sobre el duhaldismo. Y, al parecer, llegó el tiempo del reconocimiento público.
Si bien no pertenece al círculo íntimo de los K, Solá fue uno de los hombres que más tiempo disfrutó del piso 17, donde abundaron sonrisas.
Claro que desde allí, el presidente debió beber un trago amargo, como la derrota de Rafael Bielsa en la Capital.
–Fue prudente –dijo sobre el discurso de Mauricio Macri, convertido ahora en el principal referente de la oposición.
Al líder del PRO lo siguió por televisión. A Elisa Carrió no le dirigió ni la mirada. “Sé que Kirchner leyó sus declaraciones por Internet”, señaló Alberto Fernández, como restándole mayor interés.
Acaso como un presagio de una jornada aciaga, Bielsa debió seguir su derrotero en el piso 13. Se conmovió con el abrazo de Claudio Morgado, antes de partir a admitir su revés, tanto como los caricias y apretones de mano que le prodigaba su mujer, la inseparable Andrea de Arza.
Esa contracara del festejo K no impidió la concentración, en la puerta del hotel, de los muchachos del MTD-Evita, MP 26 de Julio y de “Los Angeles de Cristina”, con sus llamativas remeras verde flúo. ¿La principal destinataria de las canciones? Indefectiblemente Chiche Duhalde.
Sin embargo, Kirchner también se entusiasmó con la performance del Frente para la Victoria en La Rioja y Catamarca. En el primer caso, porque significó la derrota de Carlos Menem en su patria chica. En el segundo, porque relegó de todas chances a Luis Barrionuevo, uno de los primeros enemigos declarados del poder K.
–Estuvimos haciendo punto por punto con el Presidente, con los datos oficiales que le llegaban. La verdad, esperábamos esta respuesta de la gente. Y ojo que en la provincia de Buenos Aires la brecha se va a profundizar –se entusiasmó Alberto Fernández.
El jefe de Gabinete se encargó de difundir esos resultados, probablemente porque en aquellos distritos no había tantas certezas de victorias como en otros. El funcionario hizo además un parangón entre los votos obtenidos por Bielsa y los que, tiempo atrás, recibieron otros candidatos peronistas porteños. Fue la manera que encontró de emanar aroma a triunfo donde hubo una ostensible derrota. Daniel Scioli hizo otra lectura, aunque no emitió sonido mientras se encontró en el primer piso del hotel, donde se alojaron los ministros. El vicepresidente sueña con ser jefe de Gobierno porteño. Y el revés de Bielsa puede entenderlo como un obstáculo menos para cumplir su propósito. Que Kirchner lo haya recibido ayer en su suite fue todo un gesto.
El bunker K estaba pensado por jerarquías. Seguramente por eso en distintos salones del subsuelo quedaron voceros y segundas líneas, siguiendo los acontecimientos por plasmas y pantallas gigantes. De todos modos, en ningún nivel se dejó de especular sobre la reelección de Kirchner, sobre cómo quedaría conformado el Congreso y lo que significaría para la gobernabilidad del presidente.
Se esperaba que el propio Kir-chner diera su punto de vista. Pero a último momento modificó su decisión, y en vez de enfilar hacia el salón se subió a su auto. Y se fue, feliz.

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Kirchner con Pampuro, bajo la mirada de Cristina Fernández.
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