SOCIEDAD › UN GRUPO DE MUJERES ENAMORADAS DE CURAS ENVIó UNA CARTA A BENEDICTO XVI CONTRA EL CELIBATO OBLIGATORIO

Las sotanas y sus amantes secretas

Son 39 mujeres italianas que enviaron una carta abierta al Papa para reclamarle que permita casarse a los curas. Se declaran amantes secretas de sacerdotes. Tres de ellas cuentan sus historias.

Un grupo de mujeres italianas redactó una carta abierta dirigida al Papa. No fue encabezada como “Dear Pope” ni “Caro Papa” porque el tema del texto es un reclamo, en fin, un pedido de aggiornamiento que para Benedicto XVI no parece figurar dentro de los appuntamenti de su agenda: presentadas como “las amantes de los sacerdotes”, le piden la abolición del celibato obligatorio de sus párrocos. La redacción fue realizada por 39 mujeres italianas y firmada por tres de ellas con santo y seña. Dos de ellas, incluso, cuentan sus historias y preguntan los motivos de su sufrimiento.

Y una, que decidió impulsar aún más su estandarte de liberación de sotanas, abrió un blog para que todas las que pasan por situaciones semejantes puedan expresar lo que les ocurre y cambiar ideas públicamente y sin tanto cuchicheo.

El domingo 12 de marzo, el papa Joseph Ratzinger había pronunciado unas palabras durante el congreso sobre Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote, en medio de los escándalos de pedofilia que saltaban alrededor del Vaticano. En esa ocasión, Benedicto XVI intentó ajustar las tuercas avanzando por el lado del “valor del celibato sagrado”. Para qué. Habida cuenta de la cantidad de situaciones no declaradas, era obvio que en el ajuste rechinarían las tuercas. Pero rechinaron por un lado que sorprendió a todos, al menos al caro Ratzinger y a una buena cantidad de sacerdotes involucrados en amoríos secretos, al menos 39 a juzgar por la cantidad de demandantes del grupo.

“Quien escribe –comienza el texto, dirigido al papa Benedicto XVI– es un grupo de mujeres, de todas partes de Italia, que han vivido o viven todavía ahora la experiencia de una relación con un sacerdote. Estamos acostumbradas a vivir en el anonimato esos pocos momentos que el sacerdote logra otorgarnos y vivimos diariamente las dudas, los temores y las inseguridades de nuestros hombres, supliendo sus carencias afectivas y sufriendo las consecuencias de la obligación al celibato.”

El argumento de las amantes delle tonache (sotanas) es sencillo y, aunque resulte casi banal, es comparable al de buena cantidad de los equipos que disputarán el Mundial, esto es, el rendimiento de sus jugadores pasa por mantener relaciones sexuales con sus esposas. Para el caso, las 39 italianas sostuvieron ante Benedicto: “¡No se asombre Su Santidad! Para lograr ser testigos efectivos de la necesidad del amor tienen necesidad de personificarlo y vivirlo plenamente, de la forma que su naturaleza lo exige” y se preguntan si “esto es una naturaleza enferma. ¿Transgresora?”.

La carta es muy crítica respecto de las hipocresías del nuevo orden vaticano, donde la pederastia hace eclosión, y sostiene que la ley que mantiene el celibato obligatorio “no tiene nada de sagrado, se conserva sin atender a los derechos fundamentales de las personas”. Recuerda que a Jesús le gustaba rodearse de discípulos, “casi todos casados, y de mujeres”, aclara con acento el texto. Reconocen que Jesús vivió soltero y “el sacerdote simplemente se configura a El con su elección”, pero subraya que se trata de una elección, “y una norma (la de obligación del celibato) no puede ser nunca una elección”. Además, recuerda que la norma fue impulsada en el sistema jurídico canónico por “interés y conveniencia económica” y que con el tiempo “todo ha sido adobado con una cierta dosis de misoginia y de hostilidad hacia el cuerpo, las pulsiones psicológicas y sus exigencias primarias”. Se trata de una ley humana y reciente, y como tal, modificable o eliminable.

La carta fue publicada en Il dialogo, un periódico digital de Monteforte Irpino, una comuna de la provincia de Avellino, Campania, al este de Nápoles, y reproducida en medios europeos. Tres de las 39 demandantes firmaron con nombre y apellido: Antonella Carisio, Maria Grazia Filippucci y Stefania Salomone. Esta última, incluso, publicó su foto y abrió en la misma página del diario un foro dirigido a todas las amantes delle tanache que quisieran expresar algo. En algunos medios se sostuvo, erróneamente, que “sólo tres se animaron a firmar”. En realidad, el resto, si no se animó fue por no desenmascarar a sus queridos sotanos. Está claro que la sola publicidad de la carta y de los nombres de las tres amantes debe haber provocado una somatización en forma de sarpullido a más de uno, del tono de ¿Qué le pasa, padre?, No, nada, reflexionaba sobre los desastres de la guerra, sálvanos de nuestros pecados, amén.

La página web avanza en algunas historias. Antonella, de 41 años, cuenta que pasaba todo el tiempo en la parroquia hasta que un buen día el cura brasileño E.C. la acompañó a la casa y le mandó un piquito (un bacino). A la noche, el cura le mandó una carta, de tono adolescente, en la que le decía que se había tratado de un error, y que nada, que se olvide y ya. Antonella dijo que a la otra noche se encontraron para aclarar las cosas, y para qué. Otro bacio y otro más. Dos años y medio duró el pecado que se extendía más allá de las tareas parroquiales, porque el cura empezó a quedarse a dormir en su casa. “En mi familia todos lo conocían, incluso mi nona. Eran todos muy amables con él.” Hasta que una carta fogosa cayó en manos de un superior y la cosa no paró hasta el Vaticano. E.C. quedó en la cornisa del infierno y, dado a elegir, cortó por lo más fino y se mudó a una parroquia en Roma. Por su lado, Stefania, de 42, y ejecutiva de Roma dijo con una mirada de ternura que “la mayoría de ellos no están listos para dejar el sacerdocio por una mujer. Mejor tener las dos cosas”. B. de 40 años y de Toscana, cuenta que se relacionó con un cura que “es crítico respecto del conservadurismo de la Iglesia y de la disciplina del celibato obligatorio”. Y cuando el obispo le dio una nueva oportunidad no cortó con B. Igual, la mantuvo como amante secreta.

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El papa Benedicto XVI prefiere no ver la realidad y no respondió la carta pública de las amantes.
Imagen: AFP
 
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