SOCIEDAD › AL RITMO DEL PARCHE, CERRO EL MES DE LA CULTURA AFRO-ARGENTINA

Songorocosongo, negro candombero

Músicos y bailarines de las cuatro ramas afro en Argentina se reunieron para participar del cierre del Mes de la Cultura Afro-Argentina, organizado por el Inadi y la Secretaría de Cultura de la Nación, y la colaboración del gobierno de Angola.

 Por Cristian Alarcón

Juan Suaqué tiene las manos calientes de golpear el parche de su tambor africano. Suaqué, ese apellido de sonido negro, los rulos y el color de la piel de sus mayores le han dado la certeza de que es un afrodescendiente. Hace 14 años que es tamborero. Pero desde el año pasado que además es un activista por la visibilidad de la cultura afro en la Argentina. De hecho, se prepara, rodeado de otros candomberos, en un cuarto de techos altos de la Manzana de las Luces, para participar en el cierre del Mes de la Cultura Afro Argentina, organizado por el Inadi y la Secretaría de Cultura de la Nación, con la colaboración del gobierno de la República de Angola. Fue el domingo por la noche, cuando sobre el escenario antiguo de ese edificio se reunieron músicos y bailarines de las cuatro ramas afro que hay en Argentina: la colonial, la inmigración caboverdiana, los afrolatinoamericanos y la inmigración africana reciente. “Dicen que mamá Africa sigue al negro adonde vaya. Aquí nos trajeron. Aquí nos quedamos. Aquí estamos luchando por nuestros derechos”, dijo Lucía Dominga Molina, una mujer negra venida de Santa Fe para la fiesta cálida del domingo frío.

Fue una velada familiar y de gala. Familiar, porque los afrodescendientes son de grandes familias, troncos de ramas gruesas que se están volviendo a reconocer como descendientes de negros a partir de la cultura. De gala, por la elegancia y la dimensión de los homenajeados de la noche: Enrique Nadal y Rita Montero, los dos cerca de los noventa años y con un vitalismo que provocó aplausos. Enrique fue uno de los primeros dirigentes afro argentinos. Militante en los setenta, en 1976 se exilió en Suecia. Regresó en 1983, entró a trabajar en el Congreso y encabezó la lucha para que la Argentina dejara de avalar el apartheid. Al mismo tiempo, empoderó a los actuales referentes de los afros en el país. Rita Montero actuó en una decena de películas del cine nacional de los cincuenta, entre otras, El grito sagrado. Actriz, cantante y bailarina, es la sexta generación de una familia que llegó para trabajar bajo el mando de los Alvear. Su tatarabuela fue la nodriza de Marcelo T. de Alvear. Brilló en la escena porteña del teatro de revistas. Canta hoy con la orquesta Juan de Dios Filiberto.

Escritores, ensayistas, intelectuales, poetas, músicos, bailarines, artistas y activistas participaron a lo largo de julio de todo tipo de eventos, desde seminarios hasta bailes. Juan Suaqué se prepara en la trastienda de la manzana con su grupo de tambores de candombe argentino, Bacongo. Hoy les falta María Elena Liendro, la morena de 74 años que los acompaña desde hace un año. “Trabajamos con un ritmo que sigue existiendo en el seno de las familias, un ritmo que no es el candombe uruguayo, sino que tiene su propia cadencia, y se toca de mano y mano, sin palos”, explica Juan. Su compañera, una ecuatoriana larga, de voz profunda se calza el vestido rojo y el collar de semillas: “Yo no cantaba, pero ahora lo hago como una forma de luchar contra el blanqueamiento que nos quieren imponer”, dice antes de revelarse en el escenario como una cantante poderosa, intensa, bella. En Makongo también participa Gloria Garay, de la rama colonial y heredera del apellido del fundador de la ciudad. “Bailo porque lo hemos hecho toda la vida, con mis hermanos. Además fui bailarina de Alberto Castillo en la calle Corrientes”, cuenta.

Junto a los Bakongo hicieron ayer lo propio los 35 tambores de Hermandad Bonga, el grupo de candombe que fue echado de su espacio en San Telmo por los vecinos que denunciaron ruidos molestos valiéndose del Código de Convivencia. Ellos, formados arriba y abajo del escenario, y tres bailarinas de catsuits meciendo el cuerpo al ritmo, más una improvisada pero contundente invitada que se dejó llevar por el impulso afro soltando el cuerpo, agitándolo para sorpresa de propios y extraños en el salón. “Este mes la comunidad afro recuperó su voz una y otra vez”, dijo en el cierre Elida Obella, la representante de los afrodescendientes en el Consejo Asesor del Inadi. La noche avanzó con voces. Victoria Rosa cantó fados. Enrique Nadal se negaba a retirarse temprano por orden médica. “Fidel, esto está bueno, quiero quedarme”, le pidió el homenajeado a su hijo, el cantante Fidel Nadal.

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Lucía Molina, venida de Santa Fe, lee un poema en homenaje a Enrique Nadal, patriarca afro.
 
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