SOCIEDAD › FALTAN MEDICOS, MEDICINAS, ALIMENTOS, AGUA, CARPAS Y FRAZADAS PARA LOS AFECTADOS

Hambre y saqueos tras el temblor

Después de la tragedia que dejó más de 500 muertos, los pobladores de las ciudades afectadas viven la angustia de la falta de alimentos y agua potable. La ayuda llega en cuentagotas por los daños en las rutas y porque la vía aérea privilegió el traslado de heridos. Colapso en hospitales y cementerios.

 Por Carlos Noriega
desde Lima

“Hace dos días que no comemos y no tomamos agua. Aquí no llega ninguna ayuda”, exclamó ante una cámara de televisión un hombre de unos 40 años cuando salía, junto con sus vecinos, de saquear una pequeña tienda de comida en Pisco, el puerto de pescadores que fue arrasado por el terremoto del miércoles. “Tengo cinco hijos y nada para darles. Ni casa tenemos porque se cayó”, gritó una mujer al pasar corriendo a su lado. En la zona devastada por el terremoto los sobrevivientes, que se han quedado sin nada y todavía no terminan de enterrar a sus muertos, comenzaban a sufrir los estragos del hambre y la sed. Los saqueos se repitieron en distintas partes de Pisco, y también en Ica y Chincha, las otras dos ciudades gravemente afectadas por el terremoto. Estas tres localidades tienen en conjunto una población que pasa los 600 mil habitantes. Las pocas tiendas que no se derrumbaron y siguen abiertas elevaron sus precios, lo que disparó la rabia de la población. Establecimientos de comida y farmacias fueron asaltados por grupos de angustiados pobladores que buscaban algo para comer y medicamentos para sus familiares heridos, que no reciben atención en los colapsados servicios de salud.

Entre los desesperados pobladores se mezclan delincuentes que aprovechan el caos. Hay 600 presos, que durante el terremoto escaparon de la cárcel de Chincha, que se derrumbó, deambulando por la zona. Varios camiones que llegaban desde Lima con ayuda para la población han sido asaltados en la carretera a la entrada de Ica. “La gente se está metiendo a las casas, muchas se han quedado sin muros. No hay luz. Nos están asaltando con armas de fuego. Estos son delincuentes, no damnificados”, clamaba llorando una señora que llamó en la noche de ayer desde Chincha a una radio de Lima. Ayer, un helicóptero de la aviación naval que llevaba alimentos se desplomó cuando aterrizaba en Ica. No hubo muertos y solamente el piloto, Ruesta Basombrío, resultó herido.

Dos días después del terremoto que golpeó a Perú, el número de muertos comenzaba a estabilizarse, según las autoridades de Defensa Civil, en una cifra que supera las 500 personas. Pero el drama no termina en la zona del desastre, donde ayer continuaron las réplicas y los sobrevivientes deambulan como fantasmas entre los escombros, aferrados a la esperanza de encontrar a sus parientes desaparecidos y pasando las frías noches en las calles. La plaza principal de Pisco ha sido improvisada como una morgue al aire libre, por donde desfila la población para ver si reconoce a alguien entre los muertos. “Mis padres estaban en la iglesia que se cayó, los he buscado entre los muertos pero no están, no pierdo la esperanza de encontrarlos vivos. Nuestra casa también se derrumbó y mi hermana murió aplastada”, decía Eulogio Mendoza, un joven pescador de Pisco, que mientras busca a sus padres no ha tenido tiempo de llorar la muerte de su hermana.

Los heridos más graves comenzaron a ser trasladados ayer a Lima en aviones militares, porque los hospitales de la zona no pueden atender a todos los heridos que han quedado en el lugar. Los pasillos de los centros de salud siguen llenos de personas que esperan ser atendidas. “Mi madre, que es una anciana, está muy golpeada y solamente ha recibido atención muy superficial, y aquí seguimos esperando en el suelo del pasillo del hospital para que ella sea internada, pero nos dicen que no hay espacio. Necesitamos más ayuda con urgencia. Esto es un desastre que nunca imaginamos”, declaraba Rocío Hernández a una radio de Lima.

La ayuda enviada por el gobierno está llegando muy lentamente y en forma insuficiente. Faltan médicos, medicinas, alimentos, agua, carpas, frazadas, prácticamente todo. Los problemas con la ayuda hizo que la desesperación de la gente, que ahora vive en las calles cubiertas de escombros, fuera creciendo con las horas hasta dar paso a la indignación, la protesta a gritos contra las autoridades y, en algunos casos, al pillaje.

Los pobladores hacían enormes colas para recibir algo de la poca ayuda en alimentos y agua que llegaba desde Lima y desde el exterior. Pero muchos se quedaban con las manos vacías. “El agua que estaban distribuyendo en el campo ferial se la entregaron toda a las personas que vinieron desde los barrios residenciales de la ciudad y entraron al lugar, mientras que a los que estaban haciendo cola durante varias horas, y que es gente pobre que se ha quedado sin nada, no le entregaron nada porque el agua se acabó”, denunció un poblador desde Ica.

Pero si la situación es grave en las ciudades de Ica, Pisco y Chincha, es de abandono total en los poblados más apartados. Yanet Ayala, responsable del centro de salud del poblado de Yanilla, a diez minutos de Ica, llamó a una radio de Lima para clamar por ayuda. “En este poblado viven algo más de 600 personas. Todas las casas se han caído. Hay muchos heridos, pero yo solamente puedo atenderlos por los golpes y cosas sencillas porque no tengo equipo para los heridos más graves. Necesitamos ayuda con urgencia. Aquí no ha llegado ninguna ayuda, nadie ha venido, solamente algunos delincuentes que están robando entre las ruinas de las casas. La gente está durmiendo en los corrales y los niños se están enfermando. Hay mucho frío en las noches. He atendido a varios niños por enfermedades respiratorias”, fue el angustiado mensaje que envió Yanet Ayala desde una de las zonas que parecen olvidadas por todos.

El presidente Alan García, que se encuentra en Pisco, admitió que había problemas para distribuir la ayuda a los damnificados, que se calculan en más de 80 mil, pero intentó calmar a la desesperada población que ha comenzado a saquear las tiendas para buscar comida pidiéndoles paciencia para esperar la ayuda que el gobierno ha comenzado a distribuir. El problema es que la angustia y la desesperación de una población que lo ha perdido todo no da para ser muy pacientes. “Esto ha sido terrible y el daño muy grande. Recién han pasado 48 horas y las cosas no se hacen de un día para otro. Pero la ayuda está llegando. Hemos entregado ataúdes para enterrar a los muertos y eso le da mucha tranquilidad a la gente. El agua está siendo distribuida. Está llegando ayuda de otros países, lo que agradecemos enormemente y eso nos permitirá atender a la población. Aquí nadie se va a morir de hambre ni de sed, eso lo garantizo”, declaró García, respondiendo a las críticas por la lentitud de la ayuda y tratando de calmar a la población damnificada.

El presidente peruano aseguró que la demora en enviar la ayuda por vía aérea se ha debido a que el gobierno le dio prioridad al traslado a Lima de 400 heridos graves, y porque el traslado por tierra es difícil ya que la carretera Panamericana ha quedado seriamente dañada en varios tramos. García advirtió que el gobierno estaba reforzando la seguridad con efectivos de la policía y las fuerzas armadas para evitar los asaltos.

Pero a pesar del llamado a la calma del presidente peruano y del envío de tropas a la zona del desastre para reforzar la seguridad, la impaciencia de la gente por no recibir ayuda y su desesperación no cedieron, y los asaltos continuaban. Además del gobierno, los medios de comunicación organizaron campañas para recolectar ayuda y enviarla a la zona del desastre. Durante todo el día de ayer, miles de ciudadanos se movilizaron en Lima para llevar víveres, ropa y medicinas a los distintos centros de acopio instalados en la capital. En otras ciudades del país se hizo lo mismo. Pero hasta ayer el traslado de la ayuda recolectada presentaba serias deficiencias. Cada vez que algún poblador de la zona afectada por el sismo lograba comunicarse con alguna radio se repetía el mismo pedido: “Necesitamos ayuda urgente”.

Las calles de Pisco, Ica y Chincha siguen cubiertas de escombros y de rostros desolados y miradas desesperadas que buscan a algún familiar perdido, y que preguntan dónde pueden encontrar un poco de comida o agua. Los hospitales colapsaron la noche del terremoto y ayer también colapsaron los cementerios, donde la gente hacía cola durante horas para poder enterrar a sus muertos.

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El desamparo de la gente que quedó sin vivienda es el problema más grave. Casas de comidas y farmacias fueron asaltadas por pobladores.
 
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