SOCIEDAD › IKTAMI DEVAUX, POLIFACéTICO

Radio en la cama

 Por Emilio Ruchansky

Todos los martes, el polifacético Iktami Devaux toma un micrófono y habla desde su cama, en el barrio Villa Turismo. A su lado, lo acompañan su coequiper Laura Wallovits y los operadores de Radio Goga (103.5), parte de un emprendimiento cultural que involucra un bar, un cine y un anfiteatro donde ya se proyectan películas. Su programa y su casa se llaman Los Salvajes. Así lo apodaron sus vecinos a él y a su hijo: “Todas las mañanas hago un grito primal, algo liberador por cierto”, dice este hombre, que convive desde pequeño con la artrosis y desde hace un tiempo con su bastón.

Entre 1965 y 1993, este ingeniero vivió en los Estados Unidos, donde fue gerente de control de calidad de una fábrica de satélites y trabajó a las órdenes de Howard Hughes, el director de cine y fabricante de aviones. “Era un pionero, pagaba a varios asesores sólo para que pensaran, como think thank, la película que hizo Scorsese sobre él es imperdonable, además era morocho, ¡Qué hace Leo DiCaprio en ese papel!”, se queja. Iktami vivió en Chicago, en los mismos años en que Malcolm X, aunque por entonces los medios masivos de comunicación lo habían convencido de que era “un negro malo”. Su casa estaba a pocas cuadras de un centro de formación de las panteras negras.

También estuvo en Los Angeles, en pleno Flower power, rodeado de hippies fumones aunque por un tiempo se mantuvo “careta”. “Ganaba mucha plata, pero estaba harto”, recuerda. Entonces comenzó a tocar la armónica y a meterse en el ambiente de los bluseros negros. “Para los blancos era latino, para los negros blanco y para los latinos un bicho raro, un italiano”, dice. Pero en verdad, a él le gustaba escribir. Por eso, decidió moverse a El Bolsón, tierra prometida de cientos de artistas.

“Vine con mi hijo, ahorros como para bancarse varios años y me traje mis libros y discos de vinilo. Los primeros años vivía a lo grande, tenía unos parlantotes y vivía a todo trapo hasta que el 4 de julio de 1994 se me quemó la casa. Perdí mis escritos, los discos, todo”, recuerda. Entonces, agrega, conoció el hambre y el frío, vivió en harapos, en un estado semisalvaje. Con el tiempo pudo remontar la situación. Puso un puesto en la feria, donde conoció a su lectora preferida, Yanina Cuello, su pareja, oriunda, como otros tantos turistas, de Comodoro Rivadavia.

Hoy, a los 59 años y con casi dos décadas en El Bolsón, Iktami lleva varios libros publicados. De vez en cuando hace algunos monólogos en bares y centros culturales y despunta la armónica. “Me atrevo a decir que seguramente no hay ningún lugar medianamente civilizado en el mundo donde un porcentaje tan alto de la población construya su propia casa. ¿Pueden entender la fuerza que hay en eso?”, escribió en El arte de no hacer nada y otros conceptos peligrosos.

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