SOCIEDAD › LA DISTRIBUCION DE TAREAS EN EL HOGAR

Cuidar es trabajar

 Por Sonia Santoro

“Las principales responsables de cuidar son las madres”: el 76 por ciento de los casos se encarga del cuidado y en el 50 por ciento de los casos lo hacen de manera exclusiva. El dato se desprende del estudio de opinión “La organización del cuidado en el área metropolitana de Buenos Aires”, realizado entre julio y agosto de 2011, con 804 entrevistas a mujeres y varones, por MBC Mori Consultores.

El estudio indicó además que “las tareas de cuidado recaen en mucha menor medida en los padres (22 por ciento) y en otras personas mayores de edad, ya sea que vivan o no en el hogar de referencia (18 y 10 por ciento, respectivamente). En ambos casos se trata mayoritariamente de abuelas y, en menor medida, de hermanos/as y tías. Sólo el 5 por ciento de los hogares relevados contrata personal para el cuidado de los niños. En el 3,3 por ciento de los casos se trata de la misma persona contratada para las tareas domésticas (limpieza, cocina)”.

El estudio es parte del trabajo “De eso no se habla: el cuidado en la agenda pública. Estudio de opinión sobre la organización del cuidado”, del Equipo Interdisciplinario de Justicia y Género, en el que se le da visibilidad al problema que intenta subsanar la reforma al Código Civil en relación con la distribución equitativa de tareas y cuidados en las familias. El equipo de investigación estuvo integrado por Natalia Gherardi, Laura Pautassi y Carla Zibecchi.

Si bien la investigación reconoce que en los últimos años los varones participan más en el cuidado de hijos e hijas, dice que lo hacen principalmente “en aquellas tareas vinculadas con el espacio público (llevarlos a la escuela, al médico, realizar paseos)” y “no con aquellas que deben efectuarse en el interior del hogar”. “En concordancia con tal fenómeno, se observa que en las últimas tres décadas poco ha variado el compromiso de los padres varones en las tareas domésticas del hogar”, plantea. Allí se define al cuidado como un trabajo “porque implica tiempo, desgaste de energía y genera valor”. “Es precisamente el trabajo de cuidar a otros el que permite la reproducción de la fuerza de trabajo que necesita la sociedad capitalista. De allí se deriva su relevancia no sólo social sino también económica”, dicen. Sin embargo, no se trata de cualquier trabajo, tiene características particulares, como: “Son intergeneracionales, esto es, se cuida a las personas en los extremos de su vida: cuidado a niños/as y a adultos mayores”. “También hay un componente ideológico y moral. Existen formas de cuidado que son valoradas en determinados momentos por la sociedad y que representan ‘modelos’ de buenas prácticas de cuidado. Por ejemplo, las recomendaciones de médicos pediatras en relación con el cuidado de los hijos o el momento que se considera adecuado que un niño o niña ingrese al sistema educativo.” En este sentido, “existe la creencia extendida –y errónea– de que las mujeres están naturalmente mejor dotadas para llevar adelante estas tareas de cuidado, en sus roles de madres y/o abuelas”.

Diversas investigaciones de la región plantean que la necesidad de distribuir tareas puertas adentro debe ser acompañada por una fuerte participación del Estado, otorgando servicios de cuidado de manera universal, y también de las empresas, con diversas políticas que fomenten lo que se llama la “conciliación trabajo-familia”. Sin embargo, ésta es una prioridad que todavía no está visibilizada como tal por los distintos actores.

Según la investigación “De eso no se habla”, las consecuencias están a la vista:

- “El proceso de envejecimiento de la población y la ausencia de políticas específicas al cuidado parecen pronosticar un contexto poco promisorio donde la carga del trabajo continuará siendo exclusiva responsabilidad de las familias y, dentro de ellas, de las mujeres. Lo cual produce frecuentemente que la mujer de escasos recursos no se inserte en el mercado laboral o tenga una trayectoria laboral intermitente y precaria (Zibecchi, 2010).”

- Es importante que exista una distribución más igualitaria del tiempo entre las personas y esto se vincula íntimamente con la distribución de la carga de cuidado y trabajo doméstico no remunerado. Ambos tipos de trabajo consumen tiempo que no puede dedicarse a otras actividades, como el trabajo en el mercado laboral, cuidado de sí mismo (autocuidado), el ocio, la participación política, entre otras actividades socialmente muy relevantes. Como destaca la Cepal: “El tiempo es, en última instancia, el recurso escaso por excelencia”.

- “Se ha demostrado que la ausencia de políticas de conciliación conlleva a que las personas sean menos productivas en su trabajo y/o exista una subutilización de la fuerza de trabajo femenina (Rodríguez Enríquez, 2009).”

- “Finalmente, una distribución desigual del cuidado limita y condiciona las oportunidades sociales de las mujeres, en especial su autonomía económica.”

En ese sentido, el 28 por ciento de las mujeres ocupadas de América latina y el Caribe lo están a tiempo parcial, frente a un 16 por ciento de los hombres ocupados, según indica el informe “¿Qué Estado para qué igualdad? XI Conferencia Regional sobre la mujer en América latina y el Caribe, Brasilia, 13 a 16 de julio de 2010”, de la Secretaría de Políticas para as mulheres, Comisión Económica para América Latina (Cepal), Naciones Unidas. Además, la región cuenta con una alta informalidad y las mujeres son las que más trabajan en empleos precarios. En América latina y el Caribe más del 50 por ciento de las mujeres trabaja sin registro en los circuitos legales, según “Trabajo y Familia: hacia nuevas formas de conciliación con corresponsabilidad social”, de la OIT y el PNUD.

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Imagen: Carolina Camps
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