SOCIEDAD › EXTRANJEROS EN LAS HUERTAS ORGáNICAS

Los otros turistas

 Por Emilio Ruchansky

Más de la mitad de las ofertas en Argentina del programa internacional de voluntarios para huertas orgánicas (Wwoof, por sus siglas en inglés) provienen de la Comarca del Pararelo 42. El trato que propone esta asociación es simple: trabajo y aprendizaje por casa y comida. Incluyen también otras iniciativas que apuntan a la vida sustentable ecológicamente. Las ofertas provienen del Hoyo, Lago Puelo, Golondrinas, Epuyén y varios parajes cercanos a El Bolsón, de pequeñas chacras. Son parejas, familias, señoras y señores solos, que cada temporada reciben a los voluntarios, generalmente europeos.

Matthieu Boullay, francés, y la pareja de alemanes Mareike Liebald y Daniel Von der Heide dicen estar deslumbrados con la experiencia. Boullay, de 27 años, hizo “wwofing”, como dicen los bolsonenses, en chacras y también en proyectos de bioconstrucción. Ambas experiencias son complicadas de replicar en su tierra natal, en la región de Champagne, al norte de Francia, donde se dedicaba, según cuenta, a fabricar esa bebida burbujeante junto a su familia. Hace siete años viaja como wwofer.

“Estuve en Austria, Estados Unidos y algunas partes de Sudamérica hasta que descubrí El Bolsón. Me gustaría vivir acá”, asegura el joven. Sus padres lo apoyan en su aventura, cuenta. Y como muchos locales, él ya tiene un artículo diseñado y listo para vender en la feria: unos delicados llamadores de ángeles hechos de madera, su material predilecto. “Me quedó la actitud de la gente y la solidaridad, es lo que más impresionó. En algún punto, me di cuenta de que gusta más ayudar que aprender.”

A Liebald y Von der Heide los atrajo la tranquilidad. “Hacer algo distinto. Conocer gente de acá, pero de otra forma”, dice Von der Heide, integrante del Partido Verde. Antes estuvieron en chacras de Córdoba, Bahía Blanca, donde los permacultores locales les recomendaron conocer El Bolsón. “Hace cinco meses que venimos viajando, habíamos sido voluntarios en Portugal y Alemania, pero acá es diferente, se hace a lo grande”, comenta él. Ella es estudiante de la carrera de política y le interesa la permacultura “como forma de vida”. Ambos tienen 28 años y viven en Leipzig.

“Por ahora sabemos que es medio imposible hacer una casa ecológica o una granja por la cantidad de permisos que se necesitan. Pero hay lugares en las afueras de la ciudad donde se arman consorcios con áreas comunes y jardines grandes. Tenemos ganas de irnos a una casa así y llevar una vida más sustentable, menos contaminante”, dice Liebald. Antes del viaje, su práctica ecologista se limitaba a no comprar cosas nuevas si puede reparar las que ya tiene. El conocimiento adquirido en El Bolsón, comenta, conlleva sueños, “también otras responsabilidades con el medio ambiente”.

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