VERANO12 › “FACUNDO”, DE DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO

Tres preguntas sobre Facundo

 Por Gustavo Nielsen

1. ¿Quién viene si nos vamos?

Civilización y barbarie, dice Sarmiento. Suena desordenado, al menos para mi oído. Si fuera alfabético, el orden sería barbarie y civilización. Si fuera un orden basado en el progreso, o siguiendo una lógica temporal, también. Primero la barbarie, luego la civilización. Primero la prehistoria, luego la historia.

En el Facundo es al revés. Sarmiento lo escribe en ese orden para aclarar. Para indicarnos que la inversión de los términos lógicos es volver definitivamente hacia atrás. Ni siquiera habría servido: Civilización- barbarie, nivelados en una misma importancia por un humilde guioncito. Si las cosas son primero civilización, luego barbarie, algo anda mal. Siempre. Sarmiento lo sabe y nos lo hace saber desde Santiago de Chile.

O a lo mejor las puso en ese orden para no poner barbarie con B mayúscula.

2. ¿Sarmiento tendría el Síndrome de Estocolmo?

O una enfermedad parecida, de esas por las que terminamos amando a nuestros verdugos. Mucho Dr. House, Nielsen.

Sarmiento odia a los bárbaros (por culpa de ellos está exiliado) y escribe un libro sobre la vida de uno: Facundo Quiroga. Algo que no haría ni el más ingenuo de los bloggers. Y si bien es un libro propaganda para no comprar Facundos, a su prosa se le escapan notables gestos de admiración. Te odio, pero te quiero.

Don Facundo es un ser repugnante, la crueldad misma, pero con una inteligencia que Sarmiento admira secretamente. No es una inteligencia de universidades, ni de libros. Es una inteligencia que no admite protocolos. La agudeza espontánea del peleador urbano. El filoso razonar de los burreros. Una mezcla de calle e ingenio a la hora de no saber qué hacer para comer.

Tal vez Sarmiento haya pasado un poco por eso, cuando era chico y se le acababan las velas para leer, y debía ingeniárselas para mantenerlas encendidas más tiempo. Digo: capaz que no es una admiración encubierta, la que tiene Sarmiento, sino una melancolía con respecto a su propia infancia, un pobrecito. Sarmiento también viene del interior y de la misma pobreza: el rancho de Recuerdos de provincia no era precisamente un palacio.

El que lee Facundo entiende que Sarmiento odia a esos personajes que cagan al país. Lo que no se entiende es que también los admire. O me perdí algo.

Lo que sí creo es que el libro es genial justamente debido a esa contradicción.

3. ¿Todos los críticos diciendo lo mismo?

Desde que Ezequiel Martínez Estrada escribió que el “Facundo es una biografía y asimismo una autobiografía, y una obra literaria y un fragmento de historia, una acusación de defensor de pobres y un capítulo de antropología cultural”, todos los estudiosos de Sarmiento repiten lo mismo. Zanetti, Pontieri, Jitrik. Ya sabemos que es muchas cosas, y eso lo hace un libro súper moderno. Particularmente prefiero los microrrelatos que Sarmiento regala como confites. El encuentro de Facundo a lo Salgari con un tigre comehombres en la selva. Sus trucos a lo Sherlock Holmes para enderezar a la tropa. Su cinismo elevado a la Lovecraft en una macabra reunión de señoritas.

Son pequeños cuentos de acción aptos para la reposera de la dama y la sombrilla del caballero. Ahí van.

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