DEPORTES › EL CUADRO DE NUÑEZ SOMETIO A LOS MEXICANOS CON TRES GOLES

Siempre tuvo en claro qué libreto interpretar

 Por Adrián De Benedictis

Se jugó como una verdadera final, a diferencia del tibio partido de la semana anterior en México, y tuvo de todo: intensidad, pierna muy fuerte, el condimento dramático de la lluvia y, sobre todo, el gol, el cabezazo de Lucas Alario, que en menos de un mes con la banda roja entró en la historia del club, el gol que, por fin y después de tres empates consecutivos –dos en fase de grupos, el tercero en el partido de ida–, le dio la ventaja definitiva a River sobre los Tigres de Monterrey. Y, con ella, la Copa Libertadores

No se le puede dar mucha vuelta a esta historia. River careció de profundidad en general a lo largo del partido, pero facturó con ese cabezazo soberbio en anticipo del santafesino tras un centro preciso de Vangioni. Hasta ahí había producido algunas situaciones en el área de Guzmán sin demasiado riesgo, como una media vuelta de Cavenaghi o alguna combinación entre Bertolo y Ponzio.

Aún así, había sido más convincente que el equipo mexicano, que fue menos blando que en Monterrey, pero que nunca alcanzó a patear a los tres palos de Barovero, un pecado capital en una final, y no porque haya carecido de chances, como esa clarísima que Damm pifió a los 23m, completamente libre en el área penal.

El negocio en el segundo tiempo era mantener la pelota lejos del arco de Barovero, pero River eligió jugar como lo había hecho en México, más retrasado, dejándole la iniciativa al rival, que estaba obligado a empatar, teniendo muy en cuenta el reloj. La salida de Alario le restó expectativa de peligro, pero Tigres había perdido a su vez la calma y la brújula. Nunca supo muy bien qué hacer para ganar, a lo largo de los 180 minutos de la final. River, en cambio, siempre entendió qué libreto interpretar, aunque no fuera lustroso ni bruñido de oropeles.

Sánchez, que había aparecido poco en el partido, tuvo el protagonismo justo: le cometieron el penal que convirtió con un remate seco, a media altura. El último cuarto de hora destapó el delirio. El cabezazo de Funes Mori, entre las piernas de Guzmán, selló la conquista. Pero la Copa se había ganado un rato antes.

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Cavenaghi busca abrazarse con Mayada, en el festejo del tercer gol.
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