EL MUNDO › TRIUNFO DE AUBRY EN UN LAMENTABLE CONGRESO DEL PS FRANCéS

Socialistas y bochornosos

La agonía del socialismo francés, que ya lleva por lo menos dos años, se prolongó esta semana con el triste espectáculo ofrecido en el congreso partidario, donde las traiciones y acusaciones de fraude estuvieron a la orden del día.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

La gente suele suicidarse sin que la vean; en cambio, excepción a esta regla pudorosa, los socialistas franceses lo hicieron a la luz pública. Al cabo de un proceso delirante destinado a elegir al primer secretario del Partido Socialista, los militantes del movimiento de la rosa optaron por la ex ministra de Trabajo e impulsora de la ley sobre las 35 horas de trabajo semanales, Martine Aubry, en contra de la ex candidata presidencial Ségolène Royal. Aubry se impuso en un áspero y polémico proceso de elección interna por una diferencia de apenas 102 votos. Los socialistas habían empezado la designación de la nueva cúpula dirigente entre finales de octubre y la primera semana de noviembre con la presentación de seis mociones. Cuatro de ellas llegaron al congreso del partido, que se llevó a cabo en la última semana del mes, con posibilidades de sumar una mayoría. Pero entre la presentada por el intendente de París, Bertrand Delanoë, Ségolène Royal, Martine Aubry y Benoit Hamon, representante del ala izquierda del PS, ninguna alcanzó la mayoría suficiente. El escaso porcentaje obtenido por el intendente de París lo dejó fuera de juego, mientras que Hamon se retiró en beneficio de Martine Aubry. Los militantes eligieron así entre la ex ministra de Trabajo y Ségolène Royal, que era ultrafavorita en los sondeos y los medios.

Las urnas, sin embargo, contradijeron la democracia directa de las encuestas y Aubry, en un primer momento, superó a Royal por apenas 42 votos. Así empezó, hace cuatro días, un nuevo acto de suicidio público. El campo de Ségolène Royal acusó a su adversaria de fraude y ello obligó a que una comisión especial se reuniera para volver a contar los votos por los resultados provenientes de las diferentes federaciones socialistas.

Un dramaturgo no hubiese podido imaginar escena más patética y plural: entre acusaciones de fraude, traiciones, desgarramientos, amenazas de recurrir a la Justicia, insultos, descalificaciones, divisiones y acusaciones de “terrorismo mediático”, la comisión terminó por dar su veredicto sin que ello significara que el campo de Ségolène Royal se rindiera. En vez de 42, la diferencia a favor de Aubry fue de 102 votos. El PS tiene hoy una nueva dirigente, pero salió más fracturado y ridiculizado que antes. Ségolène Royal prometió anoche “proseguir desde el interior la batalla por la renovación”.

Las dos rivales se besaron en público al mismo tiempo que sus respectivos equipos esgrimían las espadas ante los medios. Los partidarios de Ségolène Royal reclaman un nuevo voto e, incluso después de la proclamación de los resultados y de los besos, alegaron que lo ocurrido es “una negación de la justicia” y que, por consiguiente, se presentará una querella ante los tribunales.

La elección de Martine Aubry pone término a 18 meses de una guerra interna que se apoderó con frenesí de un Partido Socialista golpeado por su escandalosa indefinición y la tercera derrota consecutiva en una elección presidencial. Las primeras palabras de Martine Aubry se dirigieron a Ségolène Royal, a quien le propuso una reunión en los próximos días. Será, sin embargo, muy arduo borrar la imagen que dejó el PS en esos últimos dos años. Las querellas en el seno del PS ocuparon el lugar de las ideas, y en vez de ser un partido de oposición, el PS fue un partido de posiciones desencontradas.

Las diferencias abismales entre las corrientes socialistas y la imposibilidad de consensuarlas fueron el telón de fondo de toda la campaña para las elecciones presidenciales del año pasado, donde ganó Nicolas Sarkozy. El presidente francés contó con sólidos aliados dentro del PS. Varios de sus dirigentes se ensañaron con la candidata elegida por los militantes y contribuyeron con ello a la degradación de su imagen.

El autoflagelo prosiguió después de las elecciones. Sustentada por el resultado honroso de la elección presidencial, Ségolène Royal pugnó por una rápida renovación, pero el aparato oficial bloqueó su intento. Expuesto a la burla de la derecha gobernante que ironizó hasta el hartazgo con las tribulaciones socialistas, el PS quedó como un circo alcanzado por una tormenta. Su nueva dirigente advirtió ayer a la derecha: “Pueden reírse aún durante algunos días. Pero, desde la semana próxima, el Partido Socialista vuelve unido”. Los militantes aún no saben si esta declaración es una boutade, un sueño o una lejana, muy lejana posibilidad.

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Martine Aubrey, alcaldesa de Lille, ganó por un puñado de votos en el congreso del PS.
Imagen: AFP
 
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