EL PAíS › MARIA RACHID, DE LA FALGBT

Los nervios, las razones

 Por Emilio Ruchansky

A principios de los ’90, en medio de una intensa lluvia de diciembre, un grupo de estudiantes secundarios, refugiados bajo la recova del Ministerio de Economía, se aunó en un canto para levantar el ánimo de la Marcha de la Resistencia, mientras algunas Madres de Plaza de Mayo caminaban alrededor de la Pirámide de Mayo esquivando charcos. Entonaron un cántico dedicado a dos personajes de una conocida familia política, ambos funcionarios menemistas: “Alsogaray, Alsogaray, tu hija es una puta y vos sos un gay”. Al lado, unos anarquistas los prepotearon por el canto homofóbico y los estudiantes retiraron su prejuicio, poniendo algún insulto en su lugar.

La presidenta de la Federación de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (Falgbt) sonríe al escuchar la historia. Está sentada en una esquina del auditorio del cuarto piso de una dependencia del Senado, usado como bunker por el activismo local para ver en pantalla grande la discusión en el recinto. “Los anarquistas siempre apoyaron esta lucha”, dice María Rachid, y enseguida, como suele hacerlo, esgrime una aclaración. “Hace cinco años, cuando se supo que los neonazis iban a hacer lío a la Marcha del Orgullo, los anarquistas vinieron a enfrentarlos. Los neonazis les tiraban piedras y botellas. ¿Sabés lo que les gritaban los anarquistas?: ‘Putos de mierda’.”

A Rachid le pesan los párpados y tiene los ojos enrojecidos, producto del mal sueño que le causan las contracturas. Pero está muy atenta, lo demostró en los debates que dio en el programa de Mirtha Legrand o la noche anterior, en un canal de noticias. “El de anoche fue terrible, iban a ser 10 minutos y explotó el rating. Duró una hora. Estaba el diputado (Alfredo) Olmedo –el de “la cola cerrada y la mente abierta”– y al final empezó a tirarme onda, a decir que me quería presentar a sus amigos para que saliera con ellos. Yo miraba al conductor y le decía por lo bajo: ‘No puedo discutir con esta roca, se quedó sin argumentos hace media hora’.”

En la sala se oyen aplausos. Un colaborador, al que ella le acaba de decir “no me ilusiones” cuando se acercó para augurar que la indecisa senadora Lucía Corpacci votaría a favor, vuelve para confirmar su pálpito. Rachid se para y dice en voz alta: “Quiero que sepan que no contábamos con este voto”. “Al final las indecisas son las mejores”, bromeó un activista español. La titular de la Falgbt volvió a la charla con Página/12 y recordó que, además del anarquismo, cuando ella comenzó a militar, a mediados de 1995, por la visibilidad del colectivo lésbico, se sumaron también los partidos de izquierda y algunas organizaciones sociales.

“El gran cambio fue la sanción del matrimonio igualitario en España y todo el intercambio de información, estrategias y tácticas con los activistas de allá”, admite. Fue en ese año, 2005, que formó la Falgbt y se decidió pelear por el matrimonio y no sólo la unión civil, que se había conseguido gracias a una gran articulación en la ciudad de Buenos Aires. “En España, cuando la militancia pidió la unión civil, se la negaron. Cuando pidieron el matrimonio, los conservadores terminaron ofreciendo la unión civil que antes negaban. Alguien de allá me dijo: si perdés, al menos la negociación fue la mejor posible”, dice Rachid.

El siguiente paso consistió en fortalecer los contactos en todo el país. Ella, que tiene pánico a volar, recorrió varios aeropuertos provinciales para debatir el proyecto. “Los militantes locales nos tenían todo preparado, pero no se animaban a dar la cara por su familia o sus trabajos, pero ayudaron en todo”, comenta. También el Instituto contra la Discriminación jugó un papel importante, al aportar abogados para los casamientos que se hicieron vía judicial y hacer propia la agenda de reclamos de las Falgbt. Sin embargo, la discriminación no termina de ser el argumento más convincente para torcer la votación.

“La justicia, la igualdad y la libertad. Si insistís con la discriminación la gente se pone a la defensiva porque sabe que está en falta y es peor”, reconoce la militante, envuelta en una bufanda con los colores del arco iris, que representa la lucha por la diversidad sexual. “Me la regalaron dos hombres mayores que están en pareja hace muchos años y se sienten orgullosos de esta lucha”, dice emocionada, a poco de salir a la Plaza del Congreso para velar por la sanción del matrimonio igualitario.

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Imagen: Leandro Teysseire
 
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