EL PAíS › RECUERDOS DEL INFORME DE LA DICTADURA DE ARAMBURU SOBRE EL PERONISMO

A 55 del ‘55

Además del bombardeo a la Plaza de Mayo y el derrocamiento de Perón, ese año el 7 de octubre se creó la comisión nacional para investigar el peronismo, cuyas conclusiones se publicaron en El Libro Negro de la Segunda Tiranía.

 Por Gustavo Veiga

A 55 años del ’55 sobrevienen en la memoria el 16 de junio y el bombardeo de Plaza de Mayo, el 16 de septiembre y el derrocamiento de Perón o el 7 de octubre, una fecha menos recordada y que también fue un mojón de la época: ese día la autodenominada Revolución Libertadora firmó el decreto ley 479 que creaba la Comisión Nacional de Investigaciones con el objeto de “reintegrar la administración pública a las condiciones de moralidad, honestidad y prestigio que deben caracterizar el ejercicio de sus funciones”. Sus conclusiones se conocieron menos de un año después, por otro decreto ley (14.988), en El Libro Negro de la Segunda Tiranía, al que Rodolfo Walsh cita en su célebre Caso Satanowsky y lo define como un “pintoresco título”. Las 261 páginas de la versión “completa y definitiva” se proponían una solemne misión declamada en la primera línea de su introducción: “Este no es un libro de historia, pero servirá para escribirla”. La pretensión de acabar con el peronismo y justificar su exclusión de la vida nacional quedó plasmada en ese informe de los golpistas liderados por Pedro Eugenio Aramburu e Isaac Rojas. Hoy es un texto de hojas amarillentas y tapa tan negra como su nombre lo indica que todavía puede conseguirse en librerías de saldo o alguna feria. Apenas una versión de la historia que escribieron los que ganaron arrojando bombas sobre civiles y proscribiendo a las mayorías, y que incentivó otros levantamientos militares que alcanzaron su clímax con el terrorismo de Estado en 1976.

El contraalmirante Rojas, vicepresidente del gobierno de facto, anunció en un discurso cuál era el espíritu de semejante trabajo encarado por la Libertadora: “Mucho es lo descompuesto y corrompido y, por tanto, en la misma proporción se han ejercido las presiones para detener o entorpecer las investigaciones. No se ha cedido y de ello dará fe El Libro Negro de la Segunda Tiranía que oportunamente se presentará al juicio del pueblo. La Comisión Nacional de Investigaciones ha cumplido con los principios revolucionarios y ha desarrollado su cometido en forma brillante”.

El presidente de la comisión, Leonardo McLean, otro marino de guerra de igual rango que Rojas, ampliaba con prosa barroca las motivaciones del informe en la página 11: “Queríamos llegar a la limpieza total de los gérmenes del oprobio para que los gobiernos políticos venideros comenzaran su tarea en una atmósfera incontaminada...” También agregó que se elevaron a la Justicia 314 sumarios, se pusieron a disposición de ella 1045 procesados, el organismo a su cargo recibió 15.119 notas y expedientes y 2500 personas colaboraron sólo en la Capital Federal para investigar al “régimen depuesto”, como llamaban al gobierno de Perón.

El Libro Negro de la Segunda Tiranía contiene los fallos de la Justicia que decretaron las prisiones preventivas y procesamientos contra Perón y sus seguidores “por traición y asociación ilícita”, tal el rango de la acusación firmada por la comisión el 17 de mayo de 1956. Además, un tribunal de honor militar le imputó al líder del justicialismo cargos como “sembrar el odio en la familia argentina e incitar a la violencia y el crimen, fastuosidad en el vivir, relaciones con una menor y no afrontar la responsabilidad”. La resolución firmada por cinco tenientes generales (uno de ellos fue Basilio Pertiné, el suegro del ex presidente Fernando de la Rúa) le imponía la prohibición de “ostentar el título del grado y el uso del uniforme, por la indignidad que con su inconducta ha puesto de manifiesto”.

Sobre la vida dispendiosa que los militares sediciosos le atribuían al general, escribieron: “Es notorio que aparte de los valiosos objetos adquiridos personalmente por el causante, éste aprovechó su encumbrada situación para beneficiarse con regalos fastuosos, hallados en sus distintas residencias y exhibidos al público de la ciudad de Buenos Aires”. Y antes de degradarlo expusieron más cargos para condenarlo a ese castigo militar: “El incalificable episodio de la quema de la Bandera Nacional; el sacrílego incendio de las iglesias, con la destrucción de tesoros religiosos, históricos y artísticos (...) suprimió arbitrariamente la libertad, bien supremo del individuo y de los pueblos, y socavó los fundamentos mismos del ejército introduciendo la política en sus filas”.

Perón pidió asilo el 20 de septiembre en la embajada paraguaya. Sus legisladores, en cambio, fueron cayendo uno por uno en manos de la Comisión Nacional de Investigaciones que les impuso penas de prisión y embargos por 50 mil pesos de la época por haberle conferido al líder derrocado “la suma del poder público” y “consentido la concesión al mismo de facultades extraordinarias”. El ex presidente Héctor José Cámpora y John William Cooke quedaron detenidos, entre centenares de funcionarios y militantes peronistas.

Uno de los párrafos de El Libro Negro que delata mejor las ideas en que abrevaban sus autores señala: “El fraude electoral, realizado entre nosotros sin interrupción alguna hasta la sanción de la Ley Sáenz Peña, permitió la formación de gobiernos ilustrados y progresistas, pero retardó imprudentemente la preparación del pueblo para el ejercicio de su soberanía”.

Los jueces de la comisión libertadora también relacionan a Perón con los líderes del nazismo y el fascismo: “Durante doce años, casi diariamente, se oyó la voz del dictador adoctrinando al pueblo. Los otros –Mussolini y Hitler, por ejemplo– no lo hacían con tanta frecuencia. No les era menester. Italia y Alemania vivían después de la primera gran guerra en un anómalo estado espiritual del que aquéllos eran intérpretes”. Las comparaciones también se extienden a Perón y Evita con Juan Manuel de Rosas y su esposa Encarnación Ezcurra. O semblantean a la abanderada de los humildes confrontándola con el General: “El dictador dejaba hacer a ‘la Señora’. Sabía que sus arrebatos convencían a las gentes primarias más que sus propios discursos de adoctrinamiento; que llegaba al corazón de los humildes más que él”. Minuciosos, los militares golpistas le contaron a Evita cada uno de los ejemplares de La razón de mi vida que editó la casa Jacobo Peuser: 1.388.852. “El libro que más amplia tirada alcanzó en nuestro país”, describieron.

La comisión obtuvo un inapreciable respaldo con la confesión del ex vicepresidente de Perón, el contraalmirante Alberto Teisaire. El mendocino descalificó con lujo de detalles a su ex líder. Así explicó su traición: “La conducta de Perón como gobernante, su deslealtad para los que en él creyeron, su cobarde y vergonzosa deserción frente al adversario, abandonando al gobierno y a sus colaboradores (y no digo a sus amigos, porque jamás abrigó sentimientos de amistad para nadie), me habilitan para la actitud que asumo. No tengo que guardar consideraciones para quien no las tuvo con nadie, ni aun con el país, de cuyos destinos dispuso a su antojo”, señaló.

El Libro Negro de la Segunda Tiranía tampoco pasó por alto el enriquecimiento que se le atribuía al General. Y enumera una serie de bienes, entre inmuebles y vehículos, objetos de arte y armas antiguas, que revelan uno de los hobbies más conocidos del líder. La Libertadora le contó 211 motocicletas y motonetas. La comisión, para condenarlo, concluyó que “este fenómeno de las donaciones es extraño a las tradiciones civiles y políticas de nuestro país. Ningún presidente argentino ha recibido jamás tal suma de regalos de valor”.

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