EL PAíS › EL TESTIMONIO DE OSCAR VáSQUEZ OCAMPO SOBRE EL CRIMEN DE SU HERMANA Y OTROS SEIS MILITANTES

La desaparición del grupo del Bajo Flores

Vásquez Ocampo contó cómo fueron secuestrados en 1976 su hermana María Marta y otros jóvenes que trabajaban en el Bajo Flores, luego trasladados a la ESMA. Pocos días después fueron secuestrados los curas jesuitas Yorio y Jalics.

 Por Alejandra Dandan

“María Marta nació en el ’52, se la llevan en el ’76, tenía 24 años. Nació el 28 de diciembre, una ironía, el Día de los Inocentes.” Carlos Vásquez Ocampo era hermano de María Marta, secuestrada el 14 de mayo de 1976 entre el grupo de siete jóvenes que trabajaban en la villa del Bajo Flores. Fueron llevados a la Escuela de Mecánica de la Armada. Carlos declaró en el juicio unificado que se lleva adelante en Comodoro Py. Con su testimonio comienza la historia del grupo del Bajo Flores, que abarca la avanzada de los marinos sobre el movimiento villero de base peronista. Nueve días después de la caída del grupo, secuestraron a los curas jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics. Hoy declara la hermana de Yorio.

Carlos Vásquez Ocampo describió durante su relato el trabajo de búsqueda de su hermana y del grupo. Habló de Emilio Mignone (su hija Mónica era parte de los siete y amiga íntima de María Marta). “Mi hermana y Mónica Mignone se conocieron en el Colegio de la Misericordia. En ese colegio estaba Mónica Quinteros, la monja que las contacta para trabajar en asistencia social. Tenían apenas 14 o 15 años y se la llevan a los 24.”

En los veranos viajaban a trabajar al sur y en los inviernos al Bajo Flores. Mónica y María Marta hicieron la universidad en El Salvador, se recibieron de psicopedagogas y trabajaron en el Hospital Piñero. En alguno de los viajes al sur, el grupo se cruzó con jóvenes del Ateneo de la Juventud. Ahí estaba Horacio Pérez Weiss, otro de los desaparecidos, y César Lugones, quien se casó con María Marta. Era veterinario, trabajaba en Cañuelas y daba clases en la Universidad de Luján.

“A Mónica (Quinteros) la conocía socialmente, había estado en mi casa, era una persona muy comprometida con los sacerdotes del Tercer Mundo. Recuerdo haber ido a la parroquia del Padre Mugica, ella era muy amiga de Mugica.”

El 14 de mayo de 1976, a las 6.30, Carlos recibió un llamado de Emilio Mignone. Lo llamó para ver si sabía algo de María Marta, porque a las cuatro de la mañana identificó a un grupo con ropa de fajina, mientras intentaba que no se llevaran a su hija. “Nadie imaginó lo que un año después era ya una rutina”, dijo Carlos.

Carlos era abogado, se había casado. Sus padres estaban en México: él era diplomático, ella es Marta Vásquez, dirigente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.

Carlos y el hermano de César, Eugenio Lugones, fueron el 15 de mayo al departamento de su hermana y cuñado. No pudieron entrar. “Fuimos al día siguiente y ya con el portero subimos y encontramos todo dado vuelta.” Faltaban documentación, pasaportes, cédulas. El encargado les contó que a las cuatro o cinco de la mañana tocó el timbre un grupo con armas largas. Le preguntaron por el veterinario César Lugones y su esposa. Cuando los del operativo subieron al piso 9º, él se escondió en algún lugar desde donde fue testigo de la salida de César y María Marta con esa gente, vestida de fajina y camperas. Dos o tres autos en la puerta. Un tercero enfrente.

A partir de ese momento, Carlos reconstruyó en la sala qué supo de cada uno. Un cuñado de Pérez Weiss logró ver cuando se lo llevaron a él y a su esposa, Beatriz Carbonell. Siguió al auto por calles de Flores. Cuando notan que los siguen, el auto espera, se atrasa y al alcanzarlo le muestran las ametralladoras: “Suficiente mensaje para no seguir”, dijo Carlos. A la monja Mónica Quinteros la secuestraron esa misma mañana. A María Esther Lorusso la sacaron esa noche de un departamento de la calle Bulnes.

“Nos empezamos a mover básicamente Emilio Mignone, Quique Lugones y yo en representación de María Marta. Empezamos a mover todo lo que cada uno podía averiguar. Emilio era un hombre vinculado con la Iglesia, había sido subsecretario de Educación de Onganía, estaba vinculado con el Opus Dei y lógicamente tenía muchos contactos a nivel militar. Emilio empieza a moverse por un lado, nosotros por otro. Y cuando estábamos en eso ocurre otro hecho dentro de la misma villa, que es el secuestro de los padres Jalics y Yorio.” Los curas pertenecían a la Compañía de Jesús, a cargo de Jorge Bergoglio. Carlos explicó que los dos curas trabajaban en la villa del Bajo Flores, no exactamente con su hermana ni con su grupo, que se reunía en la parroquia Santa María del Pueblo. Jalics y Yorio estaban en otro sector de la villa, pero los dos grupos tenían una relación. El 23 de mayo del ’76, los secuestraron en un procedimiento con movilización de más de cien personas, mientras estaban dando misa. “Estaba dando la misa el cura (Gabriel) Bossini, me parece, que no era de la villa. Los curas de la villa no podían darla porque habían sido suspendidos en sus ejercicios sacerdotales por el cardenal Aramburu, por su vinculación con el pueblo.”

Entre los muchos contactos vieron a Angel Federico Robledo, que había estado en la Embajada de México. Les dijo que buscaran por el lado de Marina. Se hicieron gestiones con Jorge Olivera Rovere, que les negó a Mignone y a Quique Lugones que los tuviera el Ejército. “A fines de junio, mi padre viene al país. Los primeros días de julio tiene una entrevista con el almirante (Oscar) Montes, que era jefe de los Navales (Operaciones Navales). Van Mignone y mi papá. En esa entrevista, Montes niega que la Armada haya tenido algo que ver. Mignone, que era un hombre perspicaz, le dijo: ’Usted miente’. Esa frase fue dicha por Mignone en el Juicio a los Comandantes. Montes le dijo: ‘¿Cómo voy a mentir?’. Mignone respondió que porque de los padres Jalics y Yorio se dijo que se los llevó la Infantería de Marina. Entonces Montes dijo: ‘A los curas sí los tiene la Marina, porque uno de ellos es muy peligroso’. Bueno, Mignone muy irónicamente, le respondió’: ‘Bueno, vamos avanzando’. Evidentemente, el almirante Montes en un lapsus no reconoció lo del grupo de mi hermana, pero sí que los curas estaban ahí.”

Carlos dijo que eso generó una “situación” entre el gobierno militar y el Episcopado. Tres días antes de la Conferencia Episcopal de octubre, aparecieron Jalics y Yorio en Cañuelas, en un campo. Algún vecino escuchó un helicóptero y ellos aparecieron anestesiados. El 23 aparecen, el 26 se hizo la Conferencia Episcopal, dijo Carlos, “que no sacó ningún documento de condena”. Carlos y Mignone fueron a ver a Yorio a la casa de su madre. Jalics tenía parientes en Alemania y lo sacaron del país inmediatamente.

“Yorio nos relata que había estado en la ESMA los primeros cuatro o cinco días del cautiverio. Me lo dice a mí y a Mignone. Está dicho en el Juicio a los Comandantes. ¿Y por qué lo supo? Porque Jalics, que estaba con él, escuchó y le dijo que a los dos o tres días de estar ahí escuchó un discurso y el Himno Nacional y un acto militar. En el discurso, aunque parezca ridículo, dijeron: ‘Aquí, en la Escuela de Mecánica de la Armada’.”

Luego se los llevaron a una casa en Don Torcuato. En la ESMA estuvieron encapuchados, engrillados, sin poder ir al baño y sin alimento. Yorio escuchó un “Ay, Orlando...”, y por la voz entendió que era Mónica Quinteros, porque tenía una voz muy suave, muy de monja, dijo Carlos. A Yorio lo interrogaron. Le preguntaron por “Mónica” y María Marta. Quisieron saber por qué se había visto con ella un mes antes del secuestro. Y a partir de esa pregunta Carlos entendió que su hermana había estado en el mismo lugar.

“Como frutilla del postre, (Yorio) nos dijo que lo interrogaban para saber si eran recuperables. Frase que me quedó grabada de por vida. Yo personalmente tomé conciencia con esa frase de cuál era el destino de unos y de otros. Indudablemente, Jalics y Yorio creo que estaban vivos por esa presión que ejerce Mignone a partir de la gaffe del almirante Montes.”

Mónica Quinteros era hija de un capitán de corbeta. Oscar Quinteros se mantuvo al margen de la búsqueda del resto porque pensó que iba a recuperar a su hija con los contactos en la Marina.

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Jorge Acosta, Miguel Cavallo y otros represores acusados en el juicio por crímenes cometidos en la ESMA.
Imagen: Rafael Yohai
 
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