EL PAíS › RELATO DE LOS TESTIGOS EN EL BALNEARIO DE LA TRAGEDIA

“Algo que nadie podía esperar”

Unos no pueden hablar, otros necesitan hacerlo porque no pueden cargar el peso de lo que vieron. Todos coinciden en que quedaron inmóviles, como petrificados, cuando un segundo rayo se descargó sobre la carpa donde estaban los tres pibes.

 Por Carlos Rodríguez

Desde Villa Gesell

“El primer rayo cayó sobre el mar y no pasó nada, pero el segundo pegó sobre las primeras carpas, la tres, la cuatro y la cinco; fue un desastre, mucha gente quedó tirada en el piso, desmayada y hubo que hacerles tareas de reanimación.” Marcelo vive “desde hace 40 años” a cuatro cuadras del balneario Afrika, en 124 y el mar. Recuerda muchas tormentas en el mar y rayos que se ven desde la playa, pero “nunca, nunca” vio algo similar. Dice que se había arrimado al bar de la playa para tomar “un licuado” y cuando se largó la lluvia se quedó “debajo del techito”. Desde ese lugar, a menos de 50 metros del segundo rayo fatal, vio como “una luz que enceguecía les pegó a los tres pibes que murieron, dos en el acto y uno cuando llegó al hospital”. El dato fue confirmado luego, a Página/12, por la médica Patricia Giménez. “Sí, dos de los chicos llegaron muertos y el otro falleció en el hospital.”

Marcelo sigue hablando en todo momento, como si necesitara descargar todo lo que le tocó vivir como espectador “porque por suerte a mí no me pasó nada, ni un raspón, pero te juro que me quedé petrificado, es algo que nadie podía esperar”. Otro chico, conocido de Gabriel Rodríguez, uno de los chicos fallecidos, confirma que “todo el mundo quedó en estado de shock; hubo gente que se desmayó y otra que empezó a vomitar; no sabés lo que fue ese cuadro, terrible”. El joven, que aclara que no quiere dar el nombre porque conoce a “algunos de los heridos y a los amigos de uno de los chicos fallecidos; no quiero que sepan que estoy hablando con la prensa, pero la verdad es que no puedo guardarme todo lo que tuve que ver, no me lo aguanto”, sostiene mientras se le quiebra la voz.

Marcelo, luego de tomarse un respiro, recuerda que vio cómo “una chica de 15 que se había desmayado, y que después estuvo vomitando, tuvo que ser asistida por el padre, un hombre que era profesor de educación física”. Los dos testigos coinciden en que fue “una situación increíble porque mucha gente quedó en estado de shock y por suerte hubo gente que los pudo sacar de esa situación, porque al parecer, por efecto del shock eléctrico, se quedaron sin respirar, como si estuvieran muertos; fue muy feo porque nosotros pensamos que todos habían muerto”.

Marcelo es una máquina de hablar y se justifica: “No puedo creer lo que pasó. Al principio me quedé duro, las piernas me temblaban y no sabía qué hacer. Fue una suerte que estuviera ese hombre que sabía de técnicas de resucitación y pudo sacar del shock a mucha gente, incluso a una nena de unos diez años y a otra que era más chica todavía”.

Los relatos coinciden en que los tres chicos fallecidos se habían refugiado debajo del techo de una de las tres carpas que fueron epicentro del desastre. “Los tres estaban sentados sobre la arena; como había empezado a llover, los encargados de la playa habían levantado los laterales de las carpas, que son de color blanco, y que están sostenidas por soportes de madera, no son de metal.” Luego de hacer un pequeño alto, Marcelo afirma que “a dos de los chicos el rayo les pegó de lleno a la altura del estómago y al otro apenas le rozó el brazo, al menos es lo que yo vi. Al pibe que lo alcanzó en el brazo lo reanimaron un poco y lo llevaron al hospital, pero después falleció”.

“El pibe Rodríguez estaba con dos o tres amigos, se habían venido en auto desde Henderson, en la provincia de Buenos Aires. A los amigos no les pasó nada físico, pero estaban como locos, destrozados”, afirma el joven que elude dar su nombre. En el frente del hospital de Gesell, los familiares y amigos de las siete personas que seguían internadas anoche hacen ronda frente a la entrada de coches que lleva a la guardia. Las enfermeras salen, más de una vez, para pedirles “por favor” a los periodistas y fotógrafos que “dejen tranquilos a los allegados, porque es una situación muy difícil y ellos no tienen ganas de hablar”. La enferma confirma que hay dos chicas internadas en grave estado, una de ellas “con riesgo severo”.

Mario, que vio todo desde “unas dos cuadras”, asegura que se salvó “por poco”, dado que había estado muy cerca del lugar donde impactó el rayo, conversando con un amigo. “Es impresionante lo que vimos todos: el primer rayo pegó sobre el mar, muy cerca de la orilla, y corrió un trecho por la arena: parecía fuego, parecía un incendio.” Dice que el segundo rayo “llegó un segundo después y dio de lleno sobre las carpas que están en la punta”, en los lugares más cercanos al mar. Después de lo sucedido, se quedó mudo “unos cuantos minutos, no podía reaccionar ni hacer nada”. Después estuvo hablando “con uno de los encargados del balneario; están muy mal porque es algo que nadie imagina que puede pasar, aunque las tormentas eléctricas son muy fuertes y frecuentes acá en Gesell, pero siempre los rayos se ven caer en alta mar”. Alguien le pregunta qué piensa que puede pasar de ahora en más, en pleno verano, con los que van a la playa todos los días y sobre todo con los que van a Afrika: “Lo que pasó fue una desgracia, algo que nadie puede imaginar. Algunos dicen que hay que poner pararrayos en toda la playa porque la gente no va a querer venir más; a mí me parece que van a volver, fue una desgracia y lo peor es crear pánico”.

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El frente del hospital de Villa Gesell, con guardia policial y una muchedumbre que espera noticias.
Imagen: Pablo Piovano
 
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