EL PAíS › OPINION

La otra competencia

Las campañas encenderán motores tras la pausa mundialista. Un recorrido sobre el actual escenario nacional, los provinciales, con eje en la oposición. Fuerzas, flaquezas, ambiciones cruzadas, tareas pendientes. Tensión entre los territorios y los armados nacionales. Y varias cuestiones más.

 Por Mario Wainfeld

El buen triunfo argentino prolonga la emoción de un Mundial estresante y divertido. Insinuar acciones de campaña en su transcurso es un desgaste vano. Arranca la última semana de pasión futbolera extrema. Cuando la pelota termine de rodar en Brasil, comenzarán a desplegarse las campañas electorales en estas pampas.

Los ojos no se cerraron, pero siguen concentrados en la tele. El mundo, como en el tango, siguió andando. La agenda pública desde el partido inicial transitó lo esperable pero en lo más ostensible, se sesgó contra el Gobierno.

El (no) fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos sobre los fondos buitre fue el peor, dentro de lo disponible. Damnifica a la Argentina toda, desde ya. También enturbia el futuro económico del último tramo del mandato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

El procesamiento al vicepresidente Amado Boudou estaba cantado, sólo se ignoraba cuándo movería ficha el juez federal Ariel Lijo. Cayó en estos días y quedó poco espacio para hechos que dieran oxígeno al oficialismo. Lo será, con el tiempo, la segunda moratoria para los jubilados: sus efectos decantarán, reparadores y virtuosos. Mejorarán el sistema de protección social en su conjunto. La proyección electoral es bastante menos predecible.

En promedio, el tablero electoral mantiene las coordenadas básicas en este lapso de distensión, que la oposición transitó con más agrado que el kirchnerismo. Sus ínfulas se agrandan, tal vez más que sus construcciones políticas.

Las últimas semanas de julio, no es primicia, están enclavadas casi simétricamente entre las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) de agosto de 2013 y las que advendrán el año próximo.

Un año parece mucho para que se comiencen a activar las campañas, las roscas y las operaciones. Si se mira desprejuiciadamente, no es taaanto. Vamos por partes, como predicaba el filósofo empirista Jack El Destripador.

Aclaración metodológica básica, que no repetiremos más (o no repetiremos mucho...): se habla de tendencias, de escenarios, de prospectivas. De signos, de inclinaciones, no de sinos inexorables.

- - -

Mejor las percepciones que las encuestas: Circulan encuestas de variados formatos y colores, tanto abundan que hasta hay algunas creíbles. No nos diga, lectora o lector, que no recibió alguna llamada al teléfono fijo de su casa.

No es posible, caramba, tomárselas muy a pecho. El escenario electoral completo es un arcano, el entrevistado responde sobre virtualidades o sobre una “ensalada completa” de nombres propios. Bastante “gente” no tiene todavía opinión formada sobre lo que se le pregunta o está en otra. Los sondeos dan indicios tenues... cuando le pintan bien a quien los encargó se divulgan.

Las percepciones de los potenciales aspirantes o sus entornos cercanos o los consultores sí son interesantes. No porque, forzosamente, sean acertadas, pero sí porque las lecturas compartidas en grandes trazos fungen como hechos. Condicionan acciones, direccionan discursos, originan tácticas.

Sobreviven como principales aspirantes los cuatro espacios prefigurados en octubre de 2013. El panradicalismo socialismo conjugó su alianza record, Frente Amplio-Unen (FAU) en la que cohabitan (hasta hoy sin lista de oradores) ocho partidos. Son muchos, se confía en que las PASO les resolverán todas sus cuitas. Las ideológicas no son las que más atribulan al pelotón de referentes. El abanico virtual de alianzas sí los pone en carne viva. Y las contradicciones en sede provincial son un desafío complicado.

Los otros partidos tienen límites más precisos. Dos están exentos de las PASO, ya que el jefe de Gobierno, Mauricio Macri, y el diputado Sergio Massa son sus líderes y candidatos indiscutidos.

El FpV y el FAU están dispuestos a sacarles el jugo a las Primarias. Las situaciones son diferentes, es conocido. Pero tienen una característica común por ahora. Las aqueja, por ponerlo así, una cierta inflación de precandidatos que influye en las respectivas virtualidades.

En el Frente para la Victoria (FpV) el gobernador Daniel Scioli combina los mayores rechazos de cuadros y agrupaciones con una cantidad estimable de votantes potenciales. Quienes quieran darle batalla (los ministros Florencio Randazzo y Agustín Rossi y el gobernador Sergio Urribarri, primeros de la lista) no parecen tener perspectiva si concurren separados. Si confrontaran hoy y fueran cada uno por su lado, todo indica que Scioli les sacaría buena ventaja. Las PASO no están cerca, la realidad no es estática, pero la tendencia puede mantenerse en el tiempo. Los compañeros-competidores deberían tener un “escenario B” en el que previeran cómo dirimir entre ellos para oponerle una sola boleta a Scioli, el mal querido pero no vencido.

En el FAU seguramente habrá menos candidatos que tribus, es sensato que ciertos aspirantes se vayan “bajando” para no ser goleados. El diputado socialista Hermes Binner es, cabe inferir, un candidato seguro aunque algunos de sus partisanos “van a menos” y prefieren que vuelva a por la gobernación santafesina. Toda profecía sobre la diputada Elisa Carrió puede ser desbaratada por ella, la chamánica.

Los radicales tienen, como los primos justicialistas, un exceso de candidatos. Dos son demasiados, en este esquema. El diputado Julio Cobos y el senador Ernesto Sanz se conocen al dedillo, son mendocinos ambos, dialogan a diario... es clavado: se detestan. Uno solo debería ir a las PASO, dividir la fuerza propia sería un delirio. A los boinas blancas las internas les gustan más que el helado en cucurucho, pero no tienen margen para inventar una en un año superpoblado de urnas. Es imperativo buscar un arreglo, en función de la unidad partidaria, los fines superiores de la coalición, “la gente” y la Nación misma. El objetivo edificante se puede cumplir con facilidad y embellecer con retórica si uno le saca mucha ventaja a su rival. En caso contrario, habrá que inventar algo, tendrán que poder. La brega por la gobernación de Mendoza, provincia con alto grado de alternancia, puede ser una prenda de cambio.

Los enroques y acuerdos insumirán hectolitros de café o mate, toneladas de pollos con papas o de asados, según las culturas políticas en danza.

Otro reto para los competidores es potenciar el nivel de conocimiento público de los candidatos, en la miscelánea geografía patria. Muchos de los ya nombrados no son re-conocidos por los que integran el vasto padrón. Ser identificables es el primer paso, merecer un juicio de valor es el complemento forzoso para quedar “instalado”.

- - -

Primero el pago chico: En un país federal, las elecciones provinciales condicionarán los ánimos colectivos e impactarán en los armados nacionales. En 22 de los 24 distritos se eligen gobernadores (Corrientes y Santiago del Estero hacen excepción).

Seguramente el ciclo comenzará en marzo, en Catamarca y Chubut. En 2011, el FpV sorprendió con sus desempeños en ambas. La arremetida en Catamarca le bastó para arrebatársela al Frente Cívico y Social que encabezan los radicales. En el Sur perdió por un pelito contra Martín Buzzi, el delfín de Mario Das Neves. Apenas electo, el hombre cruzó el Rubicón y se pasó al kirchnerismo. Son dos provincias “chicas” en las que la oposición aspira a recobrar terreno, para volver a jugar de local.

El período transcurrido desde 2003 fue propicio para el kirchnerismo en el plano nacional, también para los taitas provinciales. Las reelecciones abundaron, también las revalidaciones. Hubo cambios de mano, claro, pero fueron minoría. Hasta tres partidos nuevos en eso de comandar provincias van por su segundo período: el PRO porteño, los socialistas en Santa Fe, la fuerza de Fabiana Ríos en Tierra del Fuego.

El clima general que se husmea en el aire es que se complicarán las supremacías de los que mandan hoy. Desde ya, contarán con los recursos materiales y simbólicos superiores a sus adversarios, pero tal vez le resulte más complicado interpelar a los votantes. Las reelecciones (ni qué hablar de las re-re) no atraviesan su mejor momento valorativo en la opinión pública. De hecho, varios gobernadores han ido desistiendo de proyectos de reformas para sostenerse.

Lo que jamás perderá centralidad es el interés político propio de dirigentes que son, casi todos, conservadores populares astutos. Su primer reflejo será tratar de “alambrar” el territorio, conservar cuando menos esa base en el futuro. Esa lógica, de manual, practicada por quienes son baqueanos fronteras adentro, determinará una parte nada irrisoria de los alineamientos. Y condicionará la creatividad de las alianzas opositoras. Los protagonistas de “la opo” que pisan fuerte en una provincia tratarán de optimizar sus chances y habrá que ver cuánto se subordinan a dibujos centralistas y generales. En el plano ideal se puede pensar en postulantes nacionales que tiren para arriba las listas provinciales y en referentes que apuntalen a los presidenciables. El mundo real suele ser menos generoso que las hipótesis óptimas de la teoría de los juegos... El cronista intuye que las boletas provinciales (y las fechas de las convocatorias) se resolverán en general en la periferia antes que en el centro.

- - -

Tres son demasiados: Desde el ángulo de las ambiciones opositoras, tres facciones de proyecciones relativamente similares lucen como demasiadas para construir un prospecto ganador que prometa gobernabilidad. Fragmentarán los apoyos opositores entre sí y con otras fuerzas, en particular con la izquierda radical que creció en las legislativas recientes.

Llegar a la segunda vuelta contra el FpV para imponerse allí es una suerte de deseo común que deja pendientes asignaturas esenciales. Una básica es consolidar bloques numerosos en el Congreso, donde pinta imposible que se congregue una mayoría como la que predomina ahora.

Los opinadores a la violeta y hasta ciertos miembros del establishment entonan la letanía de los “grandes consensos” transversales que suplirían con ventaja los bloques oficialistas convencidos y sólidos. Los políticos profesionales, se supone, sabrán que esos deseos etéreos son poco compatibles con la crudeza de la realidad. Los opositores que no ganen lo seguirán siendo en el futuro inmediato, a la espera de su revancha.

Eso podría traducirse con voluntarismo como un estímulo a las coaliciones. Hay una racionalidad pragmática en ese sentido: juntarse para ganar, deponer diferencias mínimas. La prédica del establishment y los medios hegemónicos alienta la jugada. Una parcialidad de la ciudadanía que lee al kirchnerismo como una dictadura podría habilitar ese “frente antifascista II”. Nadie puede asegurar si se concretará o no, desde ya que con otro nombre.

Lo que se insinúa líneas más arriba es que conjugar ambiciones de dirigentes con piné, armados locales con provinciales, culturas políticas disímiles no es sencillo ni está condenado al éxito. Puede haber objetivos centrípetos, los tensan dialécticamente fuerzas centrífugas.

Macri y Massa, por caso, son suficientemente jóvenes y ambiciosos para no ir a la zaga de nadie aunque eso cargue con el eventual costo de no acceder a la Casa Rosada en 2015. Conformarse a una entente heterogénea conducida por otros, evoca (guste o no) al patético rol del Frepaso en la Alianza. Quienes han construido liderazgos y cimentaron aspiraciones tal vez no se jueguen esa parada de baja intensidad. El poder económico les pide esos sacrificios, porque partidos y candidatos le son fungibles. Habrá que ver.

- - -

Mensajes de los vecinos: La realidad y los grandes poderes son globales, trasnacionales. La política democrática se tramita dentro de los estados nacionales, incluyendo aquellos que son aliados y transitan etapas con marcadas similitudes. En el lapso que falta para las presidenciales, habrá instancias similares en países vecinos y hermanos. Cada comarca tiene su historia, sus procesos, sus identidades. Y las sociedades no se contagian linealmente de lo que ocurre apenas más allá de sus fronteras. Pero siempre somos parientes de nuestros contemporáneos y lo que suceda en Uruguay o Brasil, tal como lo pasado en Chile o Colombia, son señales a contemplar. No de evoluciones (o involuciones) irrevocables, pero sí de tendencias que recorren el vecindario. Una suerte de sismógrafo imperfecto que algo expresará.

La aludida diversidad, la particularidad de cada coyuntura política complican deducciones simplotas, obviedades. Pero la oreja en el piso es una virtud de los dirigentes o los estadistas. Algún eco repicará en uno de los períodos más propicios para la convergencia regional y las alianzas internacionales.

- - -

Deseos y tareas: Desde agosto pasado, los opositores se leen como ganadores en 2015. Es una hipótesis factible, no comprobada. Su agenda es en general compartida, con mucho énfasis en los presuntos errores y corrupción del oficialismo. No han puesto en escena un proyecto de país diferente, ni siquiera un programa de gobierno en trazos gruesos. La célebre “Conadep de la corrupción” tan de moda no es un hallazgo: fue, casi literalmente, una bandera de la Alianza.

El repertorio opositor en general toca las melodías sugeridas por los medios dominantes. Es una entente política, al fin y al cabo. Lo que persiste en pausa es la diferenciación entre las diferentes fuerzas. Esa debería ser una tarea de los dirigentes y candidatos. Hasta ahora es complicado dar con jugadas que vayan en ese rumbo. Acaso la embestida de Massa contra el anteproyecto de reforma del Código Penal fue una táctica en ese sentido. Repudiable en lo institucional, inescrupulosa al mango tuvo un ingrediente pragmático: lo distinguió de “la contra” alternativa. Claro que con un tema que no dará mucho rédito en el mediano plazo. Debatir ideas o propuestas genera riesgos y, acaso, condiciona la posibilidad de ingenierías electorales futuras.

Sentar las bases de una legitimidad amplia y de gobernabilidad va mucho más allá que formar una contingente mayoría electoral, compuesta por retazos. Con esos bretes “el año que falta” no parece taaanto sino más bien exiguo.

La competencia arrancará en las semanas que vienen. Coincidirá con las vacaciones de invierno y con la eventual llegada de los fríos. La oposición pone fichas al malestar ciudadano, a las dificultades. El oficialismo juega más a la gestión, a dar respuestas cotidianas: ese es su campo, aun en un año y en una temporada difíciles. En las provincias, con variantes relativas, ocurre algo similar.

El pueblo dará su veredicto a través del voto universal, como debe ser y viene siendo desde hace más de treinta años. Un formidable capital social que debe ser cuidado por todos los argentinos, aunque hay unos cuantos que no se percatan.

[email protected]

Compartir: 

Twitter

SUBNOTAS
 
EL PAíS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.