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“También hubo otros militares que hicieron honor al uniforme”

En la ex ESMA, donde ahora funciona el Espacio para la Memoria, se recordó a los guardiamarinas que se levantaron en apoyo al regreso de Perón.

Llovió, como también llovió hace 35 años. Ayer, los hombres que participaron de la sublevación militar del 17 de noviembre de 1972 recordaron la resistencia de un grupo de marinos a los planes represivos de la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse y el apoyo al regreso al país del general Juan Domingo Perón. La Escuela de Mecánica de la Armada los recibió esta vez como Museo de la Memoria en “un reconocimiento a oficiales, suboficiales y soldados que participaron del levantamiento en contra de la pretensión de crear con ellos un grupo de tareas que anticipaba la represión que se dio con posterioridad”.

“Debíamos actuar como militares de civil para secuestrar militantes y traer a los detenidos clandestinamente aquí”, detalló en la ESMA, Julio César Urien, teniente de fragata retirado y actual presidente de Astilleros Río Santiago. La rebeldía que encabezó entonces terminó con la detención de los marinos, que fueron dados de baja en 1974. Una vez en democracia, los sobrevivientes pidieron ser reincorporados, pero lo consiguieron recién en 2005, cuando, a mitad de gobierno, el presidente Néstor Kirchner firmó un decreto con el que cuatro ex guardiamarinas fueron restituidos en la fuerza en calidad de tenientes retirados de la Armada. En ese momento fueron reconocidos los oficiales “pero faltaban los suboficiales y conscriptos”, precisó ayer Urien. Aníbal Acosta, Ricardo Luis Hirsch, Mario Actis, fueron los otros tres marinos beneficiados por Kirchner.

Tras la baja del servicio, muchos de aquellos hombres se incorporaron a la “militancia civil” y varios continúan desaparecidos. Entre ellos, el guardiamarina Mario Galli, que fue recordado por su hija Marianella junto a todos los que “fueron encarcelados y denigrados por sus superiores y compañeros de promoción”. Galli estuvo secuestrado en la ESMA con su mujer y su madre y fue arrojado al mar en uno de los “vuelos de la muerte”. También merecieron una mención especial Carlos Lebrón, teniente de navío asesinado en Tucumán en agosto de 1976 y Juan Domingo Tejerina, cabo segundo que pasó por la ESMA.

El regreso de Perón tras 17 años de exilio y proscripción le dio el golpe final a aquella dictadura y marcó en la historia lo que después fue el Día de la Militancia. La campaña “Luche y vuelve” culminó exitosamente aunque contenida por un fuerte operativo militar. Se rodeó el Aeropuerto de Ezeiza con más de 25 mil efectivos con la intención de evitar el encuentro de los militantes con Perón. Sin embargo, el único muerto de ese día fue un suboficial naval, tras un tiroteo en la ESMA, cuando se reprimió el levantamiento conducido por Urien.

En su discurso ante familiares y representantes de organizaciones de derechos humanos, Urien destacó la importancia de un acto donde “se manifestó que también hubo otros militares que hicieron honor al uniforme del general San Martín, del almirante Guillermo Brown, del general Valle y de tantos otros”. El homenaje fue “producto de la voluntad de Madres, Abuelas, y la juventud que lucharon por la verdad, la justicia y la memoria para construir una Argentina con futuro”, aseguró.

Estuvieron presentes Iris Torres, de Amnistía Internacional, Edna de Rizzetti de la Línea Fundadora de Madres de Plaza de Mayo; Lita Boitano, de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas y Eduardo Jozami, director del Centro Cultural de la Memoria que funcionará en la ESMA.

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Julio Urien estaba destinado en la ESMA en 1972 cuando participó de la sublevación.
 
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