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Nueva York-Miami

 Por Horacio Verbitsky

El martes, la presidente CFK expondrá por primera vez ante la asamblea general de las Naciones Unidas sobre la situación argentina y la del mundo. Por si alguien dudaba del montaje político de la causa de Miami, el fiscal Thomas Mulvihill pasó del viernes al martes la presentación de su testigo estrella, Guido Antonini Wilson.

Cristina también tendrá reuniones bilaterales con distintos gobernantes, entre ellos varios miembros del Club de París, como los jefes de gobierno de Italia, España, Holanda y Austria y con varios asociados en la Unasur, con quienes seguirá la situación que parece irse encarrilando en Bolivia. Además hablará en el Council of Foreign Relations y se encontrará con potenciales inversores en la Americas Society y en el Consejo Judío Mundial, cuyo presidente, Roland Lauder, concertó con el embajador Héctor Timerman una cita con otros quince empresarios. Ni siquiera se privará de tocar la campana en el mercado electrónico de valores Nasdaq, escena folklórica allí y poco edificante aquí. Aunque no repitiera en la tribuna de Naciones Unidas las ironías que dedicó en los últimos días a las consultoras, bancos y expertos que vaticinaban el derrumbe de la Argentina mientras su propio piso temblaba, cosa que también hizo Lula en Brasil, CFK seguirá el mismo esquema de defensa del modelo productivo de su gobierno en contraste con el especulativo, que cayó aquí a principios de siglo y que ahora muestra sus límites también en lo que fue el centro de la economía mundial. Deberá esforzarse por ocultar su regocijo ante el discurso duhaldista de George W., cuando afirmó que quien depositó un dólar retirará un dólar.


Fuente: Ministerio de Economía.


Fuente: Ministerio de Economía.

PP. Producción primaria
MOA. Manufacturas de Origen Agropecuario
MOI. Manufacturas de Origen Industrial

Tres organismos estatales vienen analizando la evolución de los mercados y tratando de precisar el posible impacto de la crisis. Tanto el Centro de Economía Internacional de la Cancillería (CEI), como el ministerio de Economía y el Banco Central piensan que lo peor que puede esperarse es una desaceleración del elevado crecimiento que en los últimos cinco años se acercó a un promedio del 9 por ciento, pero que no es previsible ni una recesión ni una crisis financiera.

Para el presidente del Banco Central, Martín Redrado, las políticas anticíclicas o de reaseguro, como la acumulación de reservas internacionales y la construcción de un sistema financiero sano y bien calzado “sitúan a la Argentina en una buena posición para enfrentar la crisis”, ya que los “colchones de liquidez” construidos en los últimos años permiten minimizar el impacto de las variables financieras sobre la economía real. Los países emergentes con regímenes consolidados de metas de inflación y flotación pura lo están sufriendo en mayor medida y ahora comienzan a flexibilizar sus esquemas hacia la flotación sucia como en la Argentina. Aunque Redrado no lo diga, aquel era el método que defendía su antecesor, Alfonso de Prat Gay, devenido el gurú económico de la Coalición Cívica Libertadora. Por eso el entonces presidente Néstor Kirchner no le renovó el mandato. Para Redrado “el aumento de la inflación se presenta como un fenómeno global” impulsado por las cotizaciones de los alimentos y la energía. Pero la desaceleración del último mes y la baja de los precios de los productos primarios disminuyeron las presiones inflacionarias, que serán menores en los próximos meses. Esto implica también un problema. En los países emergentes el impacto ha sido hasta ahora acotado y se barajó la hipótesis del desacople. El riesgo son “los eventuales efectos de segunda ronda que se desprenderían de una fuerte desaceleración a nivel mundial”. En una recesión global descenderían la demanda internacional de commodities y sus precios. Según el ministro de Economía, Carlos Fernández, cinco años de superávit comercial y de cuenta corriente y de limitación al ingreso de capitales especulativos permitieron que el gobierno argentino se desendeudara, lo cual, junto con altas tasas de ahorro interno, determinan una menor dependencia de los mercados externos para su financiamiento. Sumado a una estrategia de emisiones en moneda local y a plazos largos esto generó recursos más que suficientes para cumplir con los servicios de deuda, con solvencia de mediano y largo plazo. La deuda pública bruta nacional equivalía en 2002 a 166 por ciento del PIB y descendió a fines de 2007 al 49,8 por ciento. La deuda pública externa llegaba al 95 por ciento del PIB y ahora no pasa del 24,1 por ciento. La deuda externa total, que hoy es apenas 25 por ciento superior a las reservas internacionales y resulta inferior al ingreso anual de divisas por exportaciones, representaba diez veces las reservas y cuatro veces las exportaciones anuales en 2002. El pago de intereses de la deuda pública representa 7,6 por ciento de la recaudación nacional, casi tres veces menos que en 2002. Fernández atribuye el empuje de la economía argentina al dinamismo del consumo privado, sustentado por el ahorro interno, que permitió alcanzar tasas de inversión record. Ese patrón de crecimiento reduce la vulnerabilidad ante caídas en las tasas de expansión de otras economías. De hecho, de los más de 43 puntos porcentuales de suba acumulada del ingreso entre 2002 y 2007, las ganancias del intercambio aportaron menos de 5 puntos. El comercio exterior argentino se reconfiguró en los últimos años con menor peso relativo de Estados Unidos y de Brasil y aumento de la incidencia de Europa y de Asia. Al mismo tiempo se diversificaron las exportaciones, por lo cual la desaceleración mundial no debería afectar significativamente este frente externo. También Economía ve el principal riesgo en un eventual cambio de los precios internacionales de los commodities que el país exporta, dependiente de lo que ocurra en China o India. En un escenario pesimista, con una reducción de 5 por ciento de las cotizaciones mundiales promedio, el superávit comercial y de cuenta corriente argentino sólo caería en 0,6 punto porcentual del PIB, y el superávit primario en 0,2 por ciento. La baja de precios reciente sólo impactaría negativamente sobre la recaudación en caso de sostenerse y profundizarse por un plazo prolongado. El gobierno estima que los niveles de las cotizaciones permanecerían en torno de los valores actuales dado el creciente requerimiento de maíz y de soja para la producción de energías alternativas como en la demanda sostenida de naciones como China e India, cuyos procesos de cambio estructural es difícil que se modifiquen de manera abrupta.

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