EL PAíS › MáS DE 200 FAMILIAS OCUPARON EN RETIRO UN PREDIO ABANDONADO EN TERRENOS DEL FERROCARRIL

Una toma en las orillas de la Villa 31

El martes a la noche, un grupo de vecinos de la villa de Retiro se instalaron en unas tierras pertenecientes al ferrocarril. Reclaman ser incluidos en el plan de viviendas. Denuncian que la policía intentó desalojarlos con violencia.

Retiro es uno de los nuevos escenarios porteños elegidos para otra toma de tierras. Desde la tarde del martes, a metros de la Avenida Ramos Mejía se pueden ver improvisadas carpas y loteos hechos por los habitantes de la Villa 31. El predio elegido para ocupar, que pertenece al ferrocarril General San Martín, es por el que corre la “calle 14” que desemboca en la villa. Según se informó inicialmente, en el lugar hay algo más de 200 familias, pero según un “autocenso” de los ocupantes son 700. La policía, que ahora custodia la entrada que da a Ramos Mejía, habría intentado de-salojar el lugar con acciones violentas la noche que empezó la ocupación, denunciaron los ocupantes.

Cerca de las 19 del martes, varias familias de la Villa 31 decidieron sumarse a las ocupaciones de tierras, aunque en ese mismo momento en la toma principal, en el Indoamericano, empezaban a irse del lugar. Elsa Guevara es la primera ocupante que recibió a Página/12. La mujer paga 500 pesos una pieza que comparte con su marido y sus cuatro hijos. No cobra “ningún beneficio social” porque es peruana y “por falta de dinero” no puede tramitar la documentación necesaria para acceder a los planes y programas estatales. “Necesito un terrenito”, resumió. “Mi papá trabaja en una parrilla y con lo que gana no alcanza para el alquiler”, agregó su hijo.

De fondo se escuchaba cumbia y una joven cantando “No al desalojo. Sí a la vivienda”. Las improvisadas carpas armadas con palos y frazadas emergen de entre los pastos altos, crecidos sobre la abandonada vía, otras se apoyan contra el muro que divide el terreno ferroviario del la terminal de ómnibus y algunas, del lado de enfrente, se armaron sobre los oxidados galpones de trenes.

Jorge, uno de los cinco delegados de la toma, informó que el autocenso realizado por los ocupantes arrojó “un total de 700 familias y 2800 niños”. “Es toda gente de la 31”, aseguró. En el reparto de terrenos explicó que “tienen prioridad los que se quedaron toda la noche”. “Los lotes van a ser de 4 por 4 metros y tiene que quedar una calle en el medio para que puedan pasar ambulancias y bomberos”, describió la diagramación que planean los ocupantes para estas tierras.

El referente fundamentó la necesidad de ocupar este lugar en que allí “hay robos, asesinatos y violaciones” porque “no se lo mantiene cuidado”. Pastos de más de dos metros de alto, vagones abandonados y galpones de chapa herrumbrada ambientan el predio ferroviario. “Estos terrenos se tomaron (señaló a la villa) y se está progresando”, completó su argumentación.

Horas después de iniciada la ocupación, cerca de las 22, un grupo de “cincuenta policías” irrumpió entre las carpas e intentó desalojar la toma, aseguraron los ocupantes. “Se dio un pequeño pico de violencia cuando empujaron a algunas mujeres”, indicó el delegado. Tres mujeres mostraron marcas en su cuerpo producto de “golpes de la policía”. Una tenía un moretón en la espalda, otra en un brazo y una tercera debajo de un ojo. Felicitas está embarazada de ocho meses y su panza es testimonio de ello. “Un policía me levantó, me empujó con el palo y me hizo caer sobre mi panza”, narró.

Sobre la calle 14, a metros de la Avenida Ramos Mejía, quedaron apostadas una camioneta del 911 y otra de la Guardia Montada de la Policía Federal con efectivos en su interior. El grupo policial lo completaban unos diez agentes de a pie. El personal se encontraba allí “para cuidar el terreno del ferrocarril, sin orden de desalojar”, sostuvo un oficial.

Antes de despedirse y consultado sobre la imposibilidad de obtener una respuesta estatal por estar tomando tierras, Jorge planteó: “Podemos negociar con los gobiernos siempre y cuando nos dejen cerca de acá, porque todos tenemos nuestras familias en la villa. Mientras no nos manden a La Pampa o a Santa Cruz, podemos hablar”.

Informe: Leonardo Rossi.

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Como ninguna autoridad se acercó a la Villa 31, los ocupantes hicieron un “autocenso”.
Imagen: Pablo Piovano
 
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