EL PAíS › NUEVOS TESTIMONIOS EN EL JUICIO POR DELITOS DE LESA HUMANIDAD EN JUJUY

Trabajadores y empresarios

Sobrevivientes y testigos aportaron declaraciones relacionadas con el rol de los directivos del Ingenio Ledesma y hablaron sobre la militancia gremial y los conflictos laborales.

 Por Alejandra Dandan

Cuando era estudiante en Tucumán, Luis Alfaro Vasco militó en la Liga Independiente Antimperialista (LIA). La militancia lo llevó a trabajar sindicalmente entre los obreros de Ledesma, el ingenio del pueblo de donde era su familia. En las noches de los apagones de julio de 1976, una patota entró a buscarlo a la casa de su madre. Ella intentó darle un pulover, pero cuando quiso sacarlo de un armario, el jefe de la patota se lo impidió con un arma en la cabeza. Hace muy pocos días, Luis Alfaro Vasco declaró en el Juzgado Federal de Jujuy. Casi al final, el abogado de Pedro Blaquier le hizo una pregunta.

–¿Por qué cree usted que lo detuvieron? –indagó Horacio Aguilar.

–Tengo militancia y conciencia de que vengo de una familia de obreros –dijo él–. En la facultad de Tucumán participé en “La LIA” y esta militancia me llevó a la ciudad de Ledesma a nivel sindical y creo que la razón de la detención fue porque este trabajo con los obreros implicó un cambio en la conducción sindical, de una conducción patronal a una que defendía a los obreros.

En el escrito que transcribe su declaración no hay datos sobre qué cara puso Aguilar en ese momento.

“Nosotros (que éramos) estudiantes de Córdoba y de Tucumán enseñábamos a la gente lo que era Ledesma, que era el último resabio de una sociedad feudal”, le dijo. “De allí partíamos a otras cosas más políticas y me metieron preso por razones políticas. Nosotros nos enfrentamos a la empresa Ledesma y por eso a todos los dirigentes sindicales los metieron presos.”

–¿La LIA tenía integrantes en otras provincias?

–Sí, por ejemplo en Salta.

–¿Hubo otras victimas en otras provincias? –insistió Aguilar.

–No sé, pero estoy seguro que sí: la represión fue general –le dijo Luis.

–¿Participó de otro partido político?

–No, yo era de izquierda, no militaba en ningún partido político, apoyaba las acciones de la izquierda.

–¿De qué otra manera las apoyaba?

–Iba a actos, iba a trabajar a los lotes con la gente, repartía materiales.

El testimonio es parte de las nuevas pruebas que recoge en estos días el Juzgado Federal de Jujuy, abocado después de la indagatoria de Pedro Blaquier a evaluar estos elementos a pedido de todas las partes. Fernando Poviña luego decidirá posibles procesamientos y detenciones. Uno de los puntos importantes de estas últimas declaraciones es que ponen en escena un conflicto gremial a partir del cual cobran forma las políticas represivas en las que el ingenio queda integrado a las políticas de disciplinamiento y escarmiento de las Fuerzas Armadas. Entre los nuevos aportes hubo otros dos importantes: Luis Alfredo Reader, un docente que daba clases en una escuela del Talar, y Virginia Abdala, bióloga, ex esposa de uno de los Arédez, pero a su vez hija del contador del Ingenio Ledesma que consiguió la histórica entrevista entre Olga Arédez y Alberto Lemos, el ahora imputado ex administrador de la empresa que niega de cabo a rabo el contenido de ese encuentro.

Virginia

Virginia Sara Luz Abdala declaró en Tucumán. Es la ex mujer de Luis Arédez, uno de los hijos del ex intendente de General San Martín. “El 24 de marzo de 1976 es secuestrado el padre del que entonces era mi novio”, dijo ella en la declaración. “En esa época mi padre era empleado del Ingenio Ledesma y tenía un cargo directivo. Olga, la madre de Luis, le pide a mi padre y a mi madre que le consigan una entrevista con las personas más importantes que vivían en el ingenio: el ingeniero Lemos y Mario Paz. Mi padre tenía una relación fluida con ambos.”

Virginia tenía 16 años. Conoció todo lo que sucedió porque sus padres decidieron contárselo. En la reunión estuvieron Lemos y Olga. “Me dijeron que Olga le preguntó a Lemos cómo era que el secuestro de su marido se hizo en camionetas del ingenio, que tenían el logo del ingenio. Lemos le contestó que ellos se habían puesto a disposición de las fuerzas del orden para colaborar con lo que fuera necesario, y entre esa ayuda y colaboración estaba facilitarles el uso de las camionetas.”

La charla siguió. “Lemos le dijo también –continuó Virginia– que no había nada que él pudiera hacer por el doctor Arédez. Siempre de acuerdo con lo que mis padres me contaron, Olga le preguntó cuál había sido el problema, y él le habría contestado que el doctor era una persona molesta para el ingenio por haber, entre otras cosas, intentado cobrarle los impuestos cuando fue intendente. Entonces Olga le dijo que lo llevaron preso por cumplir la ley. Creo que eso fue todo. Luego mi padre me dijo, en resumen, que no había nada se pudiera hacerse por él.”

Cuando los abogados de Blaquier le preguntaron más sobre el “impuesto”, Virginia respondió que el “impuestazo era vox populi en Ledesma” y que “todos sabían que el doctor Arédez cuando asume la intendencia intenta cobrar los impuestos que el ingenio debía a la municipalidad”.

Reader

Luis Alfredo Reader tiene 56 años, es docente, vive en el departamento jujeño de Palpalá. En 1976 se anotó en Psicología de la Universidad Católica de Salta, donde cuestionó a uno de los docentes por racismo. A partir de ese momento empezaron a detenerlo. Lo hacían a modo de escarmiento: lo alojaban unos días en una comisaría para hacerle oír los gritos de los torturados. La tercera vez lo sacó de la cárcel un pariente juez que le sugirió que no vuelva a Salta porque estaba marcado.

“En mayo de 1976 consigo trabajo de docente en escuela de Corral de Piedra de Jujuy, apadrinada por Sociedad de Educadores provinciales”, dijo. “Ahí conocí a Marina Vilte, secretaria general de la organización y a poco de estar ahí tramitamos un puente ante el gobierno porque se necesitaba para llegar a Corral de Piedras.” Hizo las gestiones ante el secretario del interventor Urdapilleta y a la tarde lo detuvieron. Estuvo unos días en la comisaría de Gorriti, lo soltaron. Volvieron a detenerlo, lo llevaron a la Jefatura de Policía. En enero de 1977 cayó por tercera vez, esta vez lo llevaron al centro clandestino de Guerrero. En una mesa vio a una mujer igual a Marina Vilte, pero no la reconoció por las penumbras y la cara hinchada. Un torturador le puso a la joven el pico de un compresor de aire en sus partes íntimas, él se desmayó y despertó en otra habitación.

En 1978 la directora de la escuela primaria de El Talar le avisó que “lo querían chupar por orden del administrador del Ingenio Ledesma”. La mujer le prestó su auto. Luis viajó a la casa de un tío que tallaba una mesa por encargo de Lemos. Acompañó a su tío a la casa del administrador del ingenio. Vio a Lemos con su señora, y a ella con un bebé en brazos. Se presentó: “Soy Luis Reader –le soltó–: a quien usted mandó chupar”. Lemos, que era amigo de su tío, le pidió disculpas. Le dijo que no lo conocía pero le prometió que no lo iban a molestar más.

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