EL PAíS › DURO DISCURSO EN LA APERTURA

K, antineoliberal

 Por F. C.
Desde Mar del Plata

George Bush se sumó a los aplausos más bien poco. Alvaro Uribe casi nada. Vicente Fox nunca. A Hugo Chávez, en cambio, se lo notaba entusiasmadísimo. El discurso del presidente Néstor Kirchner en la ceremonia de apertura de la IV Cumbre de las Américas excedió largamente lo protocolar para internarse en una durísima crítica a los organismos financieros internacionales, al Consenso de Washington, a la libertad de mercado como panacea, los subsidios agrícolas y al ALCA. “Se nos niega la refinanciación si no aceptamos determinadas condicionalidades que no son otras que las mismas políticas que nos condujeron al default”, lanzó. El mensaje fue de contenido profundo, lástima que después un musical de Pepito Cibrián intentó ilustrar lo sucedido en el país. El discurso solo estaba mejor.
La ceremonia se realizó en el Auditorio de Mar del Plata, el mismo escenario de, por ejemplo, el Festival de Cine. A cambio de su vida cotidiana trastornada, los marplatenses habitantes de la zona de exclusión tuvieron el espectáculo de las comitivas entrando y saliendo. Incluso, varios presidentes –Lula, Tabaré Vázquez, el propio Kirchner– recorrieron a pie la cuadra y media desde el Hotel Hermitage.
Al comienzo de la ceremonia, los presidentes se ubicaron sobre el escenario. Casualmente, Kirchner y Fox se vieron un rato solos a dos asientos de distancia luego de un día muy complicado en la relación bilateral. Ni se miraron. Bush amagó sentarse en la butaca del centro pero Kirchner le indicó que su lugar estaba unos asientos más allá. La butaca del centro fue para Lagos.
Comienzo de los discursos. Hablaron el presidente del BID, el joven Luis Alberto Moreno, y el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, en sintonía con el lema de la cumbre: “Crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática”. Luego le tocó al primer ministro de Canadá, Paul Martin, que varió el tono. Alabó la libertad de comercio y la integración, más en línea ALCA. En su discurso, Martin alternó el francés y el inglés, los dos idiomas oficiales de su país, obligando a Bush a ponerse y sacarse los auriculares de la traducción.
El turno de Kirchner. Destacó el tema de la convocatoria y se preguntó por la calificación de trabajo decente. Dijo que no podía estar ausente del diseño de las nuevas políticas una discusión sobre las “recetas únicas”. “Esa uniformidad que pretendía lo que dio en llamarse el Consenso de Washington hoy existe evidencia empírica respecto del fracaso de esas teorías”, sostuvo. Y siguió: “Por supuesto, la crítica de ese modelo no implica desconocer ni negar la responsabilidad local. Nos hacemos cargo como país de haber adoptado esas políticas pero reclamamos que aquellos organismos internacionales que al imponerlas favorecieron el crecimiento de esa deuda también asuman su cuota de responsabilidad”. Fue la primera vez que el público lo interrumpió con aplausos. Entre quienes colmaron el auditorio se encontraban numerosos invitados especiales: gobernadores, el presidente de la Corte, Enrique Petracchi, y el ex presidente Raúl Alfonsín, entre muchos otros. Cristina Fernández de Kirchner lo escuchaba en primera fila junto a otras nueve primeras damas, incluida Laura Bush.
El presidente argentino abundó en “las consecuencias nefastas” de las recetas alentadas por los organismos. “No se trata de ideologías, ni siquiera de política, se trata de hechos y resultados”, sostuvo. Luego de un tal vez demasiado extenso recorrido por los índices de la recuperación de la economía argentina, mencionó que “lamentablemente” el proceso no era acompañado con el Fondo como sí lo había hecho en la etapa anterior. “Merecería esta situación que García Márquez le dedicara unos párrafos de su realismo mágico.” Expuso sobre los subsidios y las economías asimétricas. “Por eso, seguimos pensando que no nos servirá cualquier integración. Simplemente, firmar un convenio no será un camino fácil ni directo a la prosperidad”, dijo en referencia al ALCA. Al igual que hizo en su encuentro con Bush, le adjudicó a Estados Unidos “un rol de primera potencia mundial insoslayable”. Pero que debía considerar que las políticas aplicadas en la región “no sólo provocaron miseria y pobreza, sino que agregaron inestabilidad institucional”.
Como el clima se notaba caldeado, Kirchner cerró marcando la humildad con la que pretendía exponer sus “verdades relativas” para juntarla con las verdades relativas de los demás. “Nuestros pobres, nuestros excluidos, nuestros países, ya no soportan más que sigamos hablando en voz baja.”
Terminados los discursos, los presidentes bajaron a ubicarse en la platea junto a las primeras damas. El escenario se abrió y comenzó el musical. A alguien de Cancillería se le ocurrió que era mejor sorprender y reemplazar el lógico espectáculo de tango con algo “moderno”: una obra de Pepito Cibrián titulada “Argentina 1810-2005”. La obra fue el colmo del lugar común. Empezaban unos muchachos modernos que se llevaban partes de una gigantesca torta, luego aparecían unos desharrapados sufrientes, jóvenes llorosos, obreros humildes, se abrazaban, se unían, cantaban, reconstruían la torta pero sin los adornos dorados, en forma austera. Terminaba con una bandera argentina flameando en lo alto. Un ministro argentino comentó a la salida: “Por lo menos lo hicimos sufrir algo a Bush por sus crímenes”.

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