SOCIEDAD › MALTRATO ENTRE CHICOS EN LAS ESCUELAS. PREOCUPACION PARA DOCENTES Y ESPECIALISTAS

El acoso de las cargadas

El “gaste” al diferente, al que menos se puede defender, al que fue tomado de punto es histórico en las aulas. Pero el fenómeno ahora preocupa a los educadores. Ya tiene nombre: acoso escolar o bullying. Y se estudia cómo disminuir su impacto. España está conmovida por el intento de suicidio de un chico de 13 años. En Argentina, el debate se profundizó tras la tragedia de Patagones.

 Por Sonia Santoro

En primer grado, tres nenes decidieron que Martín ya no sería Martín sino Catalina Sexi y empezaron a alternar el sugestivo apodo con otro menos ingenioso pero bastante más remanido: gordo. Tras las quejas e intervenciones de su madre, en segundo grado, dejaron de molestarlo. Ahora tiene ocho años y está en tercero de una escuela privada de Quilmes, sur del conurbano, pero su pesadilla renació este año cuando hace un par de días uno de esos nenes volvió a decir “¿te acordás cuando a Marcos le decíamos Catalina Sexi?” y todo volvió a empezar. “Me molestan y me gastan mucho. Yo les digo ¿y vos qué sos? Una vez en un acto me tiraron Coca-Cola, por molestar nomás”, cuenta él. Las cargadas y tomadas de punto en la escuela no son nuevas, apelativos históricos como gorda, traga, chupamedias y demás variantes reflejan un modo de relación que parece tan viejo como la existencia misma de las escuelas. Desde hace un tiempo, sin embargo, las agresiones entre alumnos empiezan a preocupar no sólo a las víctimas sino a docentes y especialistas, sobre todo desde que en Carmen de Patagones un adolescente mató a tres compañeros y otros casos donde hubo heridos graves. En el año 2000, un adolescente mató a otro en Rafael Calzada porque no soportaba más que le dijeran Pantriste. Llaman a esto bullying o acoso escolar. ¿Cuál es el límite entre crueldad infantil y violencia sistemática?

De mayor a menor, los docentes señalan cinco tipos de situaciones conflictivas producidas en las aulas: robo; agresión verbal (cargar, provocar, ofender); agresión física (abusos, golpes, empujones); discriminación (ignorar, no dejar participar de un juego), e incumplimiento de normas, según la investigación de Celia Paladino, magister en Psicología Educacional y docente de la Universidad Nacional de La Plata, recogida en el libro Conflictos en el aula.

Se trató de una investigación cualitativa basada en entrevistas a 30 docentes de escuelas de nivel socioeconómico medio de la ciudad de La Plata. El robo, “querer lo que el otro tiene”, es tomado por los docentes consultados como “rasgos comunes de la conducta infantil”. Lo mismo pasa con las agresiones verbales, que señalan como específicas de los chicos, sobre todo varones; aunque consideran que deben intervenir porque suelen derivar en golpes o agresiones físicas. La violencia física, apuntan, es “cada vez más frecuente en la escuela y preferentemente en los alumnos varones, aunque últimamente han observado que las mujeres también se agraden físicamente”.

Una investigación de la Dirección Nacional de Política Criminal del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, coordinada por Daniel Pedro, entre 600 jóvenes de entre 14 y 20 años de la ciudad –que durante 2002 cursaron nivel secundario tanto de escuelas públicas como privadas–, arrojó como conclusión preliminar que casi la mitad de los encuestados menciona la existencia de peleas frecuentes con agresiones físicas en la escuela.

Tomás, alumno de ocho años de una escuela de Caballito, cuenta: “En segundo grado un compañerito me pegaba siempre cuando salíamos al recreo. Todo el año igual. Me pegaba piñas y me lastimó varias veces. Se la agarraba conmigo, no sé por qué lo hacía. Yo siempre iba y se lo decía a la señorita. Ahora no me molesta más. Era el único del grado y también le pegaba a otros compañeritos”.

Las situaciones de acoso son de lo más variadas: chicos a los que se les clava un punzón en la espalda, en el brazo, en la mano (en este momento se prohíbe a los alumnos que lleven punzones); otros cortados con trinchetas o mordidos por sus propios compañeros, nenes o nenas que le escupen la comida a otro en el almuerzo y le obligan a comer bajo amenaza de golpes a la salida. “Es tan común que un alumno sea tomado como ‘candidato’ fácil de agredir que muchas veces se cambian las conductas más comunes con tal de no ser la ‘víctima escogida’.” Por ejemplo, un alumno al que agredían por ser prolijo “decidió terminar su hoja de tarea y luego mancharla con tinta para que no le dijeran maricón”; un alumno de primer grado tuvo que ser intervenido quirúrgicamente porque se le tenía prohibido ir al baño. Se le hizo un bolo fecal. Si iba al baño lo agarraban entre varios y lo lastimaban”, explica Isabel Fernández, licenciada en Psicología, especialista en violencia escolar.

En inglés, bully quiere decir intimidador, matón, agresor, abusador. Por eso se define bullying como “el maltrato entre iguales por abuso de poder”, explican Elida Penecino y María Ester Ferroni, de la Universidad Nacional de Rosario. Ambas licenciadas en Psicología trabajan con talleres para docentes para resolver esta temática desde hace cinco años. Las primeras investigaciones sobre el tema empezaron en Suecia, Noruega y Finlandia en los años ’70 a partir del suicidio de escolares de entre 10 y 12 años, explican. En Argentina, la investigación comenzó en los ’90. Sin embargo, se instaló definitivamente desde que Rafael, un adolescente de la ciudad de Carmen de Patagones, Río Negro, asesinó a tres compañeros en septiembre de 2004.

¿Esto significa que hay más violencia que antes o simplemente que el tema se ha hecho más visible? Ana Villanueva analizó el rol de los medios de comunicación al informar sobre estos hechos, partiendo de la hipótesis de que los medios naturalizan la violencia. Analizó el tratamiento de los diarios Clarín, La Nación y Crónica en el año 2002 y encontró que los involucrados en actos de violencia son “adolescentes, entre 12 y 16 años, quienes se ven envueltos en situaciones de violencia, vinculadas en un 40 por ciento a la portación de armas, igual porcentaje para los actos de vandalismo contra la institución y en un 20 por ciento manifestando violencia entre pares. Este análisis pone en evidencia que la violencia escolar ocupa un lugar en la agenda de los medios cuando se producen picos de episodios que se asocian a la figura de niños delincuentes”.

Según la escuela donde trabajen, la percepción de los docentes parece variar bastante. Mientras Liliana Bruno, maestra de la Escuela Nº2, de Devoto, dice que en la suya no hay problemas serios, Marcela Medez, profesora de de educación física de la Escuela Nº3 de Floresta, cree que la violencia se fue “acrecentando” con los años: “Este año, un nene, tras haber golpeado a otro, me pidió por favor que no le pusiera una mala nota ni que les contara a los padres, porque si no ellos lo castigarían con una percha. Entonces tuve que arreglar ponerle una buena nota a cambio de que nunca más se portara de esa forma. Y con él me dio resultado, pero no ocurre lo mismo con todos”, cuenta. Otra profesora de educación física de una escuela de Flores y otra de Caballito dicen que “en este momento, la escuela es como está la sociedad y así se tratan ahí adentro, se amenazan, se dicen ‘te voy a cagar a trompadas’, y a veces se acciona también en las aulas o en los recreos. La piña es fácil, no hay arreglos verbales, cuesta mucho”.

Para Guillermo Greco, docente de la escuela 44 de Del Viso, Pilar, en cambio, “son un mito los casos de violencia extrema en la escuela. En realidad hay situaciones de violencia, pero que tienen que ver con formas de afrontar otros conflictos internos. Cuando se habla con ellos se resuelve. El problema de fondo es la vida familiar y social violenta que atraviesan los pibes”. “Lo que sí se ve –agrega– son las gastadas, la violencia psicológica. Pero aquí se mezclan cuestiones del desarrollo de los niños, de su etapa de crecimiento. Esto ocurrió siempre, a lo largo de todos los años, y seguirá ocurriendo. Sucede que los chicos desde los 10 años operan con el pensamiento lógico y son tan tajantes que enseguida hacen notar las diferencias, ya sea de etnias, físicas, económicas, etc, y a veces pasa al terreno de la agresión. Pero esto de las cargadas es el juego de los chicos. Tenemos que transmitir otra mirada de ellos, no como violentos sino como protagonistas de hechos positivos, cambiar la mirada despectiva que se tiene de los niños y jóvenes.”

El acoso entre chicos y chicas está presente durante toda la vida escolar, desde el jardín de infantes hasta el término de la secundaria. Las edades marcan distintos tipos de agresiones. “Cuando la agresión se da entre mujeres, hay más casos entre los 13 y 15 años, hay rivalidad por el compañero varón y envidia por el éxito de unas en relación al no éxito de otras. Entre los varones se ve más incidencia durante la primaria”, explica Fernández. Los especialistas coinciden en que hay diferentes modalidades de agresión según el género: “En general, las niñas son más agudas en lo psicológico y los varones hacen más acting, es decir, más rápidamente llegan a la violencia física”, dice Fernández.

Sin embargo, esta tendencia parecería estar revirtiéndose. Según Daniel Miguez, coordinador del Observatorio Argentino de Violencia en las Escuelas –creado en 2004 por el Ministerio de Educación de la Nación, la Universidad Nacional de San Martín y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura para monitorear los niveles de violencia en las escuelas–, “el hostigamiento es más frecuente en los varones aunque las diferencias de género se están restringiendo”.

¿Cómo se soluciona? Graciela Pérez, preceptora de una escuela Polimodal y Técnica de Lomas de Zamora, dice que “falta prevención, normativas de disciplina resguardada del Estado. Hoy la escuela es quien tiene el derecho de fijar pautas propias, pero desde el Estado se prohibieron las amonestaciones y las expulsiones, ya que la escuela debe ser para todos. Entonces, al no estar nada especificado, toda medida que puedas cumplir está en duda, y por eso se cae sobre el docente, y tira abajo el ánimo del docente. Están mal pagados, están tan baqueteados, tan destruidos porque se sabe que siempre va a perder”.

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