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Prisión perpetua para el hombre que enterró a su esposa bajo la cama

Su hijo le contó a la policía, ocho años después, que su padre había matado a su mamá. Los jueces consideraron como agravante el daño psicológico que provocó al niño, a quien amenazó para que no hablara.

Un crimen “macabro y espeluznante”. Así consideró la Justicia al caso de la mujer que fue estrangulada y enterrada por su marido debajo de su cama. Fue ayer, durante la lectura del veredicto que determinó la pena de prisión perpetua para Mario Frieiro, el homicida que tras asesinar a María de Luca, “entre febrero y marzo de 1998”, obligó a sus hijos a callar el episodio. El silencio duró hasta 2005, cuando el más chico se quebró y contó a la policía que “papá mató a mamá y la enterró abajo de la cama”. Los jueces desestimaron un presunto “estado de emoción violenta” del homicida, provocado por las “repetidas infidelidades” de la mujer.

El Tribunal Oral Criminal Nº 4 de La Matanza determinó de manera unánime esa pena, bajo los cargos de “homicidio agravado por el vínculo”, a partir de la confesión del acusado y de las declaraciones del único testigo presencial: el hijo menor de Frieiro y De Luca, Pablo, que tenía 8 años cuando se produjo el crimen y 16 cuando lo contó a la Justicia. Los jueces Franco Fiumara, Jorge Multedo y Gerardo Gayol dieron por acreditado que Frieiro estranguló a su esposa y consideraron como agravante que la sepultara bajo el contrapiso de su habitación matrimonial.

También se consideró agravante el daño psicológico que Frieiro provocó a su hijo Pablo, obligado a callar el crimen bajo amenaza de ser encerrado en un instituto de menores junto a su hermano. Pero no fue sino gracias a las declaraciones del chico que se pudieron reconstruir los hechos: Mario Frieiro y María de Luca discutieron porque la mujer le era infiel con un vecino fotógrafo –investigado por falso testimonio, ya que no admitió la relación–, y en un momento De Luca le arrojó a Frieiro una sartén con aceite caliente, lo que lo motivó a estrangularla con sus manos y un pañuelo rojo, un día que no pudo ser precisado pero que se calcula entre el 28 de febrero y el 31 de marzo de 1998, según estimaron los magistrados. Frieiro dijo “no recordar la fecha, ni nada”.

El relato de Pablo coincidió con el de su padre, que contó que De Luca llegó a su casa de Juan Bustos al 6000, en la localidad bonaerense de González Catán, mientras él cocinaba, y que el único presente era Pablo, ya que su hermano estaba en casa de un familiar. De Luca contestó “¿qué te importa?” cuando el homicida le preguntó dónde había estado, y allí comenzó la discusión. Frieiro esgrimió que actuó en defensa propia porque “María empezó a tirar de todo” y que estaba en emoción violenta porque ella “abandonó el hogar” para frecuentar a su amante y lo agredía “constantemente”. Pero la Justicia de La Matanza entendió que ninguna de estas cuestiones era un atenuante para la pena.

Lo que no pudo precisar Frieiro fue el final de la discusión con su mujer: “Me tiró con la sartén con aceite caliente y me defendí. Si me dicen si le pegué un tiro, no sé; si la apuñalé, no sé; si murió del corazón, no sé; si la ahorqué, no sé”, aseguró. Sí recordó que tras la pelea se fue de la casa y que cuando regresó vio a De Luca en el suelo y trató de reanimarla “un tiempo largo”, hasta que, después de “tres o cuatro horas”, notó que “estaba muerta, dura y blanca como un papel”. Entonces, actuó con “locura” y la sepultó en la habitación: “Agarré una herramienta, una pala y lo hice”, confesó Frieiro durante el juicio.

“Yo estaba enamorado, por eso quería que vuelva y la perdonaba siempre. Pero era imposible la convivencia. Pelea tras pelea, pelea tras pelea”, contó.

El “macabro” crimen permaneció oculto hasta 2005, cuando Pablo, de 16 años, contó a la policía y a la Justicia que en 1998 su padre asesinó a su madre y ocultó el cadáver bajo el contrapiso de su habitación matrimonial. En su momento, el chico explicó que no había hablado antes porque el padre lo amenazó con internarlo en un instituto de menores si lo delataba. La policía allanó la vivienda de González Catán, y Pablo los guió al sepulcro de su madre: “Acá, acá, abajo de la cama”. En la excavación se encontró un esqueleto que, según las pruebas de ADN, correspondía a De Luca.

Frieiro estuvo prófugo 15 días en San Clemente del Tuyú y San Bernardo, hasta que el 22 de marzo de 2005 se entregó en Virrey del Pino. Ayer fue condenado a prisión perpetua, pese al pedido de la fiscalía y la querella por una condena a reclusión perpetua, que no le hubiera permitido acceder a una excarcelación. El abogado querellante, José Ferrari, consideró que “se hizo justicia” y que el fallo indica “un antes y un después” en materia de violencia familiar. En tanto que el abogado de Frieiro, Miguel Ratanelli, adelantó que “con el paso del tiempo y de acuerdo con su conducta” se solicitará “el adelantamiento de su libertad” en 12 años.

Afuera de los Tribunales esperaba la actual mujer de Frieiro, que tenía puesta una camiseta con la inscripción “Mario, estamos con vos”, y que lo perdonó por el homicidio, aunque convivió con él y durmió sobre el cadáver de De Luca durante 7 años. Frieiro la saludó levantando el pulgar. Luego se lo llevaron de vuelta al penal de Olmos, en donde cumplirá su condena.

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Un guardia le pone las esposas a Mario Frieiro, sentado junto a su abogado defensor.
 
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