SOCIEDAD › LAS CHICAS QUE LES GANAN A LOS PREJUICIOS

Mujeres guardavidas, una presencia cada vez mayor

 Por Soledad Vallejos

Fiorella tiene puestas las gafas negras pero no es difícil adivinar que abrió los ojos como platos cuando escuchó la pregunta. “¿El arrastre de los guardavidas varones? ¡Totalmente! Hay mujeres que se van al lado del mangrullo, les llevan mate, les dan charla, los buscan. Conozco uno al que una mujer le dio un cd ¡con fotos de ella y su teléfono!”, dice. ¿Con las mujeres pasa lo mismo? “¡Nunca! Claro, por ahí camino por la playa con el uniforme y alguno me dice ‘ay, cómo me ahogaría’. Pero de acercarse y eso, nada”, agrega. Alcanza recorrer balnearios para ver la escena como calcada: los guardavidas, con cierta guardia personal como de cacería; las guardavidas, solas en el mangrullo. En el mejor de los casos, algún colega pasa por allí. “Es mejor así, igual.”

Quienes viven de hacer esto en el verano suelen hacerlo, también, el resto del año, ya no al aire libre sino en piletas, en las que algunos además dictan clases. Ellos dicen que es una profesión de riesgo. La legislación, al menos en la provincia de Buenos Aires, la define como “servicio público de seguridad”. Y es que ningún balneario puede abrir sus –por así decirlo– puertas si no hay al menos un guardavidas cada 80 metros de frente marítimo. Desparramados por todos los balnearios de ciudades y pueblos que salpican la costa atlántica, hay alrededor de dos mil personas encaramadas a sus mangrullos, sus sillas, oteando el horizonte, gafas negras mediante porque el sol pega fuerte. Como si se tratara de un pueblo pequeño dentro de la ciudad, se conocen todos. O casi. En la Villa, hoy son algo más de 200, entre quienes se cuentan sólo 15 mujeres, aunque la pionera Matilde Ontiveros empezó a demostrar que se podía ya en los ’70.

“Es un ambiente machista, claro que sí”, ratifica Auza, que conoce a todas sus colegas de Gesell. “Nos vamos a animando más a meternos, pero todavía se nota eso.”

–¿En qué notás ese machismo con las guardavidas?

–Por empezar, en la mayoría de los balnearios, si tienen una mujer y un hombre en pie de igualdad con antecedentes y conocimientos, van a elegir al hombre. Hicimos el mismo curso, rendimos lo mismo, aprobamos y estamos igual de capacitadas, pero hay prejuicios.

–¿Cuáles?

–Uno muy común es que dicen que las mujeres no tenemos fuerza para rescatar gente en el mar. Que no servimos. Pero a la hora de rescatar a alguien, no sólo es cuestión de fuerza física, que sí la tenemos, sino que también hay una cuestión muy importante de cabeza. La guardavidas tiene que tener un carácter muy especial, ser fuerte, estar atenta, no distraerse. Tenés que tener una personalidad fuerte y poder bancarte a los guardavidas hombres también. Poner el pecho y soportar el día a día.

Curiosamente, la situación se invierte casi totalmente el resto del año, con las piletas de gimnasios y clubes. Allí la contratación las prefiere mujeres, pero también por cierto prejuicio. “Como van muchos chicos a tomar clases, prefieren profes mujeres, porque esperan que los cuides mejor, los trates de otro modo, los lleves al baño si es necesario. Y también porque dicen que podés tener otro trato con los padres.”

En la playa, como en la vida cotidiana, puede encontrarse de todo. No pasa siempre, pero los prejuicios de sus propios colegas a veces pueden volver un poco más amarga la temporada. Pero que de todos modos la cuestión se zanja, porque cada cual hace su tarea y entre guardavidas mujeres, al menos en la Villa, hay solidaridad.

–Las que elegimos hacer esto es porque tenemos una pasión total. No es por plata, ni siquiera, porque ganás mejor trabajando en la pileta que en una playa. Pero es una vocación. Es por hacer lo que nos gusta y además salvar vidas. Afrontar esto es estar cuidando vidas de personas y ser consciente siempre de lo que puede pasar, porque tenemos que cuidar el agua y también ver la arena.

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Imagen: Guadalupe Lombardo
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