SOCIEDAD › COMO ES EL DIA A DIA EN LA ACADEMIA DE CIENCIAS

Entre la ayuda y el intercambio

Formó parte del equipo que ganó el Nobel de Física en 2011, recibió el Breakthrough Prize en Física Fundamental en 2014; es profesor en partículas experimentales en la Universidad de Estocolmo. Fue elegido como miembro por dos factores fundamentales: en primer lugar, otro integrante se retiró; en segundo, sus colegas que integran la Clase de Astronomía lo eligieron como un par. Para un investigador en actividad, llegar a la Real Academia de las Ciencias es estar en un lugar central pero no sólo por los premios que, durante una semana cada año, concitan la atención de especialistas en física, química, medicina, literatura, ciencias económicas y líderes sociales. El día a día en la Real Academia gira en torno a muchas más cosas que los premios Nobel, cuenta Goobar. “Hay muchos otros premios, otro tipo de actividades que no figura en los diarios, mucho que se relaciona con fomentar la ciencia, como dar apoyo a científicos jóvenes. Hay muchas cosas por el estilo. También hay mucho de comentar ciencia al público en general y a espacios institucionales, a gobiernos. Hacerlo desde la Real Academia tiene cierto impacto. Hablando como portavoz de la Academia de Ciencias tenés más impacto que como persona privada”.

–¿Llegar a formar parte de la Academia era una meta o algo que sucedió?

–Como pasa en cualquier tipo de carrera científica que vos hacés, yo te mentiría si dijera que no era una meta. Por supuesto que sí. Sos estudiante y querés tener grado. Sos graduado y querés hacer el posgrado. Después querés ser profesor. No tener aspiraciones sería raro. Acá, en Suecia, definitivamente es un paso en la carrera y una satisfacción personal. Algo hice bien.

–¿Cree que estar en la ACademia tendrá impacto en su trabajo de investigación?

–En este momento me cuesta ver si lo tendrá o no. Hace más o menos 20 años que tengo una red de colaboradores de primera clase. Me cuesta creer que pueda trabajar con gente mejor que aquella con la que trabajo hoy en día. En ese sentido, no creo que me signifique cambios. Me encantaría, pero no espero ninguna mejoría notable. En mi especialidad, trabajo con la mejor gente del mundo. Pero claro, eso no quita que me gustaría trabajar con especialistas de otros campos. Y en ese sentido, sí, creo que definitivamente va a ser mucho mejor, se abren otras posibilidades.

–Pero integrar una institución exigente debe robar tiempo.

–Roba tiempo, por supuesto, pero estoy acostumbrado a que todo roba tiempo. He aprendido que cada vez hay que dormir menos. Todo roba tiempo, pero hay que saber aprovechar el tiempo y, claro, es como todas las cosas: hay que saber tener las prioridades correctas. Siempre que aceptás algo nuevo, tenés que saber que es otra cosa. Bueno, yo todavía no sé exactamente qué es en este caso.

–¿La Academia es un espacio muy codificado?

–Sí, ahora me estoy enterando de los códigos. Y he redescubierto las cartas, ¡me había olvidado de que la gente podía mandarse cartas por correo! Lo primero que me preguntaron, cuando ingresé, fue mi dirección privada, para enviarme correo. Respondí: “¿por qué no e-mail?”. Me dijeron que no al correo electrónico porque desconfían, es todo por una cuestión de seguridad. Entonces esto también implica volver a cómo se hacían las cosas antes. es curiosísimo.

–¿Qué otras cosas implica llegar a ese ámbito?

–Mi trabajo, mi investigación no cambia, pero estar aquí por supuesto que me da ciertos medios para ayudar a gente que respeto y admiro, a través del acceso a un sistema de premios no sólo para científicos, sino también para maestros de escuela. Eso me parece muy interesantes. Detrás de lo que todo el mundo ve, hay una especie de otro mundo que se dedica a fomentar la ciencia, generar premios globales. Para mí, personalmente, es muy lindo poder entrar en ese mundo de gente con cierta influencia.

–¿Por qué?

–Por cosas como que si uno organiza una reunión que está subvencionada por el Comité del Nobel, desde ya que las personas que invites van a venir. Estar acá hace que sea más fácil atraer a la gente. Si uno quiere organizar un encuentro, es muy fácil atraer gente de primer nivel. Además, la Academia tiene miembros de todas las ciencias: matemáticos, químicos, biólogos, astrónomos. Más o menos cada dos meses hay reuniones especializadas, pero también hay asamblea general de todos los miembros de todas las especialidades. Eso te da una mejor perspectiva de entender lo que es la relación entre científicos de distintos campos. Hoy día los investigadores estamos tan especializados que no es tan fácil tener una relación productiva con gente de otros campos. Yo todavía no sé, pero mi esperanza es que estar en la Academia y participar en reuniones en grupos que son de otras especialidades a mí me vaya a perfeccionar como científico. Y me voy a divertir más.

–¿En qué momento se fue de Argentina?

–A los 13 años. Nos fuimos con el golpe militar, nos fuimos de rompe y raja. Yo estaba en 2º año del secundario. Estaba en 2º y no en 1º porque empecé la escuela a los 5 años.

–¿Por qué tan pronto?

–Preguntale a mi mamá... te va decir que porque era muy inteligente –rompe a reír–. Es cómico, porque acá, en Suecia, empiezan a los 7 años la escuela. Todo es al revés acá. Creo que tienen razón, porque los chicos son un poco más maduros y aprenden con más profundidad. Cuando sos muy chiquito, aprendés muy rápido, pero no necesariamente bien. Yo lo veo con mis hijos, que van a la escuela acá y no empezaron a los 5: a una cierta edad creo que sabían más que lo que yo sabía cuando tenía esa misma edad. Pero claro, para la generación de mis padres era natural pensar “qué va a hacer este chico sin jardín de infantes, va a perder el tiempo”. Acá la gente pierde el tiempo, pero concretamente, si lo mirás con perspectiva, no es que pierda el tiempo: uno madura y aprende y de otro modo.

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