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El caso del austríaco Fritzl

En los últimos días de abril del año pasado, Austria asistía al relato de Elizabeth Fritzl, la mujer, entonces de 42 años, que resultaba ser la muchacha desaparecida desde el 28 de agosto de 1984. Su madre la daba por fugada con una secta, pero en realidad Elizabeth había vivido esos años encerrada en el sótano de su propia casa, en una suerte de hogar paralelo y en tinieblas construido por su padre, Joseph Fritzl, a quien prontamente medios y vecinos apodaron como “el monstruo de Amstetten”. El día en que su hija cumplía 18 años, y a sabiendas de que pretendía dejar la casa, Fritzl, que había comenzado a violarla cuando ella tenía 11 años, la secuestró y encerró; la visitaba cada día y la violaba sistemáticamente, fruto de lo cual Elizabeth se convirtió en madre siete veces, siempre en cautiverio. Uno de esos niños murió poco después de nacer, tres vivían con su abuela y su padre-abuelo, y los otros tres compartían el sótano con su madre, por lo que nunca habían visto el sol ni a otros seres humanos. La enfermedad de una de esas hijas-nietas, de 19 años, forzó a Fritzl a dejar salir a Elizabeth para ir al hospital, donde se descubrió todo.

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