DEPORTES › EL VIEJITO DEL TABLON

¡Así sí, muchachos!

 Por Osvaldo Bayer

Nos levantamos del sillón muy conformes. Vimos goles. Eso es lo que vale. Esta vez los argentinos nos dieron esa satisfacción. Jugaron bien, a la criolla, como antes, y los coreanos jugaron en japonés. Se enredaron, corrieron, sí, con toda el alma, pero nuestros muchachos les pasaron por arriba. Faltó la Bruja, pero con la Pulga –que es una garantía en todo momento–, con el Gringo, el Galgo, la Fiera, el Pipa y el resto cada vez mejor. Ni Chung Chung ni Ki Khun (o algo así como King Kong) pudieron hacer nada.

Estamos empezando a creer que nuestros muchachos pueden candidatearse para la copa. Podemos calificarlos a todos de buenos, o tal vez hasta de muy buenos. Los de adelante estuvieron peligrosos en todos sus avances, hasta dieron ganas de aplaudirlos. El Pipa sabe meter goles, sin dudas (yerra el doble, pero igual mete unos cuantos y con eso alcanza). Tevez recorrió toda la cancha, ida y vuelta, sin parar. Un indispensable, aunque debemos decir que cuando entró el Kun, nos olvidamos de Tevez. Muy bueno el reemplazante, sin duda hasta lo vemos como próximo titular. Y demostró que no está entre los elegidos por ser hijo político –como se les decía antes a los yernos– del mandamás. Su suegro siguió dando espectáculo. La televisión alemana dice que los alemanes no se pierden un partido de Argentina sólo para verlo a Maradona. Un productor cinematográfico ha pensado hacer ya una película tomando solamente su actuación ante la pantalla durante los partidos de este campeonato. Bueno, esperemos que el final de ese film, que le hubiera gustado a Chaplin, llegue a poner como escena final a Maradó besando la Copa del Mundo.

(Aquí corto para reconocer un error cometido en mi comentario sobre Argentina-Nigeria. Allí sostuve que nuestro “gringo” Heinze, el autor del golazo de cabeza, provenía de las colonias alemanas del norte santafesino, por ahí por Humboldt. Apenas aparecido el diario, recibí un e-mail del pastor evangélico Arturo Blatezky, padre de los derechos humanos y de comedores infantiles, para corregirme e informarme que el Gringo Heinze proviene de Crespo, Entre Ríos, de la colonia ruso-alemana.) Lamento muchísimo mi profundo error, prometo que no se va a repetir y espero que ninguno de los argentinos-alemanes haya sufrido depresiones por mi error incalificable. (Habría que preguntarle a Freud el porqué de mi error, tal vez fue porque el gol me gustó tanto que al autor lo quise llevar para mis lares.)

Pero aparte de esos errores, ayer me fui contento por los cuatro goles que nos señalan un futuro pleno de esperanzas. Constatar que tenemos muy buenos jugadores, que saben meter goles, que están armando un equipo que ha demostrado que ya lo es. Ahora nos esperan los griegos. Ojalá no haya ningún socrático entre ellos y que practiquen su estilo más bien en lo aristotélico. Me temo que el próximo comentario del viejito del tablón se va a resumir en una interpretación filosófica sobre “la esencia del fútbol en el hombre” y en cambio de eso sea un entusiasta registro de una goleada de aquellas bien de barrio, cuando los argentinos aprendieron a jugar en las calles de tierra. Es decir, la alegría del juego en el ser humano. (¡Y no las digresiones de Grondona y la actualidad de los barrabravas!)

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