Si alguna virtud ha caracterizado a la Generación Dorada a lo largo de estos diez años de estar en la elite del básquet mundial, ha sido el juego de conjunto. Esa capacidad de priorizar el “nosotros” por encima del “yo” y de aportar lo necesario para buscar el triunfo del equipo. Es lógico que los roles de piezas clave como Emanuel Ginóbili o Luis Scola sean diferentes al de actores de reparto como Juan Gutiérrez o Paolo Quinteros. Pero lo más importante es que cada uno de los integrantes de la Selección asume su posición de manera natural y, desde ese lugar, realiza el máximo esfuerzo.

Más allá de poder comprobarlo en el desarrollo de cada partido, una buena manera de ejemplificar esa teoría pasa por las estadísticas, muy importantes en este deporte para explicar una parte del juego. Teniendo en cuenta la primera fase del Preolímpico, ningún jugador argentino lideró alguno de los rubros estadísticos más importantes. Sin embargo, el conjunto de Julio Lamas fue el que menos puntos le permitió a su rival (apenas 62 por juego), fue líder en asistencias (19,5 por partido) y el equipo que más balones les robó a sus adversarios (9,5 por noche), todas pequeñas conquistas grupales.

Lo curioso (o no tanto) de los números es que no hubo argentinos en los primeros lugares entre los goleadores, reboteros y hasta asistidores del certamen, concluida la primera fase. Scola, el máximo anotador argentino en la primera fase, promedió 16,8 puntos por partido y compartió la sexta ubicación con el paraguayo Guillermo Araujo, que ya se despidió de la competencia. El venezolano Greivis Vásquez (23), el dominicano Al Horford (20,5), el panameño Jaime Lloreda (18,8), el también panameño Gary Forbes (17,8) y el paraguayo Javier Martínez (17,8) superaron en ese rubro al mejor argentino clasificado, el único entre los diez primeros ubicados.

Para explicar las razones, nada mejor que la palabra de Ginóbili. “Acá no tengo que sacar la capa de Superman. No tengo que estar ansioso si me doblan la marca, porque algún compañero estará libre”, explica Ginóbili, que sólo promedió 13,5 puntos, que figuró lejos de los diez líderes y que apenas en el partido ante Puerto Rico se disfrazó de goleador con 23 tantos.

En rebotes, el mejor argentino también fue Scola, con 7,8 recobres por noche. Pero esa cifra apenas le alcanza para quedar noveno en la categoría. El dominicano Jack Michael Martínez (12,5), el panameño Rubén Garcés (12), el uruguayo Esteban Batista (12), el paraguayo José Fabio (9,8), el dominicano Al Horford (8,8), el cubano Yoan Luis Haití (8,5), el brasileño Tiago Splitter (8,5) y el canadiense Joel Antonhy (8,3) lo superaron en ese rubro. Al igual que en los anotadores, el capitán es el único argentino entre los diez. En asistencias, Pablo Prigioni, con 4,5 por partido, figuró cuarto, apenas adelante de Ginóbili, que se ubicó quinto con 4. El brasileño Marcelo Huertas (6) y los venezolanos Greivis Vásquez y David Cubillán, con 5,8 cada uno, los precedieron.

En los demás rubros tampoco asomaron los argentinos en un hipotético podio: Juan Gutiérrez fue cuarto en tapas con 1,3, Carlos Delfino terminó quinto en robos con 2,3, Prigioni compartió el quinto puesto con 2 y Nocioni figuró noveno con 1,8 en triples convertidos, en tanto que tampoco hubo argentinos entre los diez primeros en tiros libres convertidos.

Distinta es la historia en los porcentajes. Ginóbili, con 13-13 en libres, acabó primero con ciento por ciento de efectividad, mientras que Prigioni, con 8-13 triples, lideró la estadística con 61,5 por ciento. Otro dato no menor es que las victorias abultadas en la fase inicial le permitieron a Lamas darles buen descanso a sus piezas más importantes, lujo que los demás participantes no pudieron darse.

Los números no mienten. Cada uno, por separado, no deslumbra. Pero juntos, los integrantes de la Generación Dorada conforman el mejor equipo posible. Como para que Londres esté cada vez más cerca.