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La reclusa número 84868/054

“No se necesitan drogas para ser campeón”, dijo en 2005 a Página/12 Kelli White, la atleta más veloz del mundo en 2003, que fuera descubierta por consumo de sustancias anabolizantes, suministrada por el laboratorio Balco, y suspendida por dos años. “Entre el 2000 y el 2002 yo ya era una de las mejores atletas del mundo sin consumir nada, pero tomé la peor decisión de mi vida”, se lamentó White ante este diario. La principal crítica de White era, por entonces, Marion Jones... “Estoy contra las drogas que elevan el rendimiento. Nunca las he tomado y nunca las tomaré”, escribió Jones en su biografía publicada en 2004; ella pasó 160 controles antidoping y nunca dio positivo. Pero Victor Conte, jefe del laboratorio Balco, confesó en televisión cómo suministró e inyectó las sustancias prohibidas a la campeona de Sydney. Jones se gastó miles de dólares en pagar abogados para su defensa, que aseguraba que sus éxitos eran producto de su “talento natural”. Resultó inútil. La que fue la mujer más rápida del mundo es ahora la reclusa número 84868/054. Hasta el 7 de septiembre será una más de las 250 mujeres en el centro penitenciario. No habrá privilegios para ella: al igual que el resto de pequeñas o grandes criminales, vestirá el uniforme verde de la prisión, se levantará a las 6 de la mañana y luego desarrollará un trabajo por el que le pagarán 20 centavos de dólar por hora.

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