ECONOMíA › OPINIóN

Aprendizaje

 Por Alfredo Zaiat

El sistema financiero considera que el Banco Central es un territorio propio y lo ha ocupado con prepotencia convirtiéndolo en un reducto histórico de representantes del liberalismo económico. El elenco estable de esa institución clave de la gestión económica tiene entonces promiscuas relaciones con el mercado. Esa hermandad ha estado fortificada con la desregulación y apertura al capital en el marco de una implacable expansión de las finanzas globales. El predominio del establishment financiero en el Banco Central lo sembró con cuadros técnicos que responden a una concepción económica conservadora, con subterráneos canales que unen sus intereses con banqueros y cambistas. Es una sociedad que fue aceptada durante décadas por la amenaza de estallidos de inestabilidad financiera, que esa comunión promete evitar mientras los promueven.

La tarea de transformar esa estructura regresiva en términos de bienestar social debería ser un objetivo primordial. El poder financiero pretende que delegados suyos ocupen la conducción de una institución que están convencidos de que les pertenece. La gestión Marcó del Pont desplazó a algunos de esos técnicos sin retirarlos de la entidad y cuando Fábrega desembarcó los reincorporó, despidiendo a los colaboradores que había sumado la primera presidenta del BC. Los intentos de cambios han generado resistencia de las denominadas líneas técnicas, que son bien visibles en el debate público, con presiones sobre el dólar y cuestionamientos a la emisión monetaria.

Controlar y regular al poder financiero es complejo, lleno de dificultades, y pone a prueba a la heterodoxia en un campo hostil. Para ello se requiere de una estrategia que aspire a conducir al sistema bancario y, por lo tanto, a la sensible plaza cambiaria. Para ello debe eludir la falsa ilusión de poder hacerlo con la cooperación de los banqueros. Es un camino ruinoso aceptar sus propuestas sin una revisión crítica sobre sus efectos en el resto de la economía o depositar confianza en ellos para elaborar iniciativas que atiendan los problemas que el propio sistema financiero crea. Los banqueros no son sujetos económicos formados para construir marcos de confianza, puesto que no lo hacen ni entre ellos, debido a que la especulación y obtener ventajas de colegas y de funcionarios es la esencia de su negocio.

Este es el principal motivo para evitar que la política monetaria y cambiaria del Banco Central sea dictada por los intereses de las finanzas, porque resulta muy perturbadora de la estabilidad y el crecimiento económico. Alejandro Vanoli ya sabe que no debe transitar ese camino de Juan Carlos Fábrega. Ha sido un costoso aprendizaje.

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