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Debates

 Por Santiago O’Donnell

Mientras los popes de la derecha se juntan en Rosario para ver cómo recuperan el poder, Uribe avanza sobre Ecuador con la doctrina de ataque preventivo y el tañido de los cacerolazos retumba en los oídos de Cristina Kirchner, parece evidente que el espacio progresista latinoamericano se debe un debate para reivindicar lo que se hizo bien, poner el foco en las deudas pendientes y aportar nuevas ideas para profundizar y consolidar las transformaciones en marcha.

En ese sentido vale la pena rescatar dos documentos que acaban de presentarse, firmados por dos referentes históricos del espacio, el uruguayo Reinaldo Gargano y el chileno Carlos Ominami. Se trata de “El camino recorrido - Los objetivos para abrir la senda a otro gobierno progresista”, que Gargano presentó ante el Comité Central del Partido Socialista chileno el 9 de marzo, y la “Carta abierta a los militantes y al pueblo socialista” que Ominami presentó el 14 de este mes en el XXVIII Congreso General Salvador Allende del Partido Socialista.

El senador Gargano fue canciller de Tabaré Vázquez y como tal afrontó casi en soledad el embate del ministro de Economía y precandidato del Frente Amplio Danilo Astori para firmar un tratado de libre comercio con Estados Unidos y salirse del Mercosur en un momento crítico para el bloque, en medio de las peleas por las pasteras y el ingreso de Venezuela. El también senador Ominami fue jefe de campaña de Ricardo Lagos y tiene una larga trayectoria de militancia y exilios. Sus manifiestos sacudieron la modorra de sus respectivos partidos, recibieron amplia cobertura en los medios y se discuten en ámbitos de pensamiento progresista de todo el continente.

El de Gargano, que tiene seis páginas, destaca que el gobierno frenteamplista permitió “sacar adelante decisiones que estabilizaron la economía, atacar con éxito la emergencia social, mejorar las condiciones de vida de los sectores más postergados, reinstalar en el ámbito laboral la negociación colectiva, crear empleo con la reactivación económica que generó la demanda incrementada por una mejoría de los salarios básicos y las jubilaciones y pensiones”. Ponderó que “quedó demostrado no sólo que la izquierda podía gobernar y hacerlo con honradez y transparencia, sino además que podía hacerlo con solvencia, eficacia e iniciativas renovadoras, creativas y transformadoras en campos tan importantes como la salud pública, la gestión de empresas del Estado, la inserción internacional del país y los derechos humanos –tema de capital importancia para romper definitivamente con los tiempos del país de la impunidad—.

Agregó que la derecha no tiene otra opción que volver al pasado aunque no puede decirlo porque pierde. Pero que a través del control de los grupos económicos concentrados y de los medios de comunicación golpea donde más duele: la gestión de los casinos y el Banco Hipotecario, la ambigüedad ante la reforma constitucional y la reelección de Vázquez y, fundamentalmente, “la actitud generalizada (énfasis de Gargano) de no defender a quien está siendo atacado por la derecha. Esto la derecha lo tiene claro y por eso golpea y golpea”.

A continuación propone medidas redistributivas, apoyo para las cooperativas, subsidios para las pymes y pequeños productores, avanzar con la reforma constitucional y una reforma tributaria y mejorar las jubilaciones. En el plano internacional pone el acento en la integración regional y pide que se concrete el ingreso de Venezuela al Mercosur, seguido por el de Chile y Bolivia, la realización de obras multilaterales de infraestructura y la integración energética.

Termina con una exhortación a “inyectar pasión militante, volcarse a la acción de contacto vital de la fuerza política con los ciudadanos”. Consultado por el diario La República, Gargano dijo que su objetivo es consensuar. “Primero voy a conversar con la gente de mi partido sobre estos temas. Hay que debatirlos y llevarlos al Frente Amplio para que los debatan. El Frente Amplio también tiene que elaborar un programa de prioridades y pienso que lo va a hacer”.

El documento de Ominami es un poco más denso y un poco menos sutil en la crítica. Aunque él dice que quiso hacerlo corto y conciso, alcanza 27 páginas. Empieza con una advertencia: “Hacía mucho tiempo que el socialismo chileno no enfrenta una situación tan crítica ni desafíos de tanta envergadura”. Enseguida explica el desafío: “Bajo nuevas formas, junto a la primacía del mercado, reemerge una plutocracia que muchos , erróneamente, habían creído superada por el devenir del progreso y las conquistas democráticas”.

El texto sobrevuela la globalización, el lugar de Chile y el rol de la Concertación, para aterrizar en el gobierno de Michelle Bachelet. “Se equivoca completamente la oposición cuando intenta sustentar su alternativa a través de una crítica destemplada y destructiva que busca establecer la idea de que aquí nada se ha hecho, que todo es tiempo perdido... Este gobierno tiene en su activo avances indudables, por ejemplo en materia de educación preescolar, paridad entre géneros, acceso de los más necesitados a una vivienda digna y, próximamente, de los adultos mayores pobres a una Pensión Básica Solidaria. Hay aquí un conjunto de avances sociales que son incuestionables”, señala.

Después empiezan las críticas: “No se ha resuelto... el conflicto o distanciamiento de la concertación con amplios sectores del mundo laboral, de sectores medios empobrecidos, de los estudiantes, de los intelectuales, de los pensionados, de los pueblos originarios... la alianza social... que permitió derrotar a la dictadura... se ha venido resquebrajando... (l)as abismales desigualdades sociales se mantienen incólumnes... (l)a economía no consigue recuperar la velocidad perdida, al paso que la previsión, la salud y la educación continúan siendo, antes que nada, un gran negocio”.

El senador chileno escribe que hay que fortalecer el partido, sobre todo a través de una política activa en derechos humanos y de articulación con los movimientos sociales. Propone reformar la Constitución para crear un “Estado Social y Democrático de Derecho” y una estrategia de desarrollo, que utilice instrumentos cambiarios y regulatorios para aumentar la competitividad, junto con reformas que hagan al mercado laboral más solidario. También pide una reforma de Estado para “revalorizar la función pública” y termina con un capítulo dedicado a la necesidad de profundizar la inserción de Chile en América latina.

Al teléfono desde Santiago, Ominami cuenta que el documento, que contó con el aporte de “centenares de militantes”, fue muy bien recibido dentro y fuera del partido y que esa reacción lo ha impulsado a presentar su candidatura para presidir el PS chileno.

“En los ’90 se puso de moda la idea de que era el fin la historia y que el clivaje izquierda-derecha era una idea superada. Yo creo que quien piensa eso es una persona de derecha, que la izquierda y el socialismo tienen vigencia, siempre y cuando asuma en toda su plenitud los datos constitutivos del mundo moderno, que son la democracia, la economía de mercado y la globalización. Pero esto significa una democracia más profunda y participativa, una economía de mercado que no significa una sociedad de mercado y una globalización con reglas justas y no impuestas por una potencia hegemónica belicosa, imperialista y burda. Quedan combates muy importantes para dar en Chile y América latina”, señala.

Como ejemplo del costo de carecer de una política exterior latinoamericanista, Ominami critica al gobierno de Bachelet por haberse bajado del proyecto del Banco del Sur. “Chile lamentablemente se marginó de un continente con reservas internacionales de más de 600 mil millones de dólares. Un Banco del Sur bien estructurado puede ser un instrumento financiero gran significación para influenciar decisiones relevantes que se toman en la economia regional, con reservas que pudieran manejarse de manera más productiva e inteligente que hasta ahora”.

Ahora bien, ¿y por casa cómo andamos? Seguramente no hay escasez de pensadores lo suficientemente lúcidos como para destacar los innegables progresos de este gobierno en materia de derechos humanos, independencia económica, combate contra la pobreza, y algunos aspectos institucionales como la nueva Corte Suprema, amén de la valiente puja distributiva con la oligarquía pampeana. Y también para decirle al gobierno que en esa disputa se movió como elefante en bazar, que la inflación no se combate negándola y que la democracia no se defiende con patotas y corporaciones. Lo que no se vislumbra es un espacio institucional para pasar de la opinión aislada a la creación de una masa crítica para nutrir al gobierno con un menú consensuado de estrategias políticas progresistas. Con los partidos políticos reducidos a maquinarias de poder y los congresos partidarios como meros trámites de votación a mano alzada, el espacio para la discusión interna queda reducido a la nada. Más que a los argumentos de Gargano y Ominami, quizás habría que prestarle atención a la articulación del Frente Amplio y la Concertación y de los partidos que los componen, que, lejos de amenazar el presidencialismo de chileno y uruguayo, da lugar al debate abierto, de cara a la sociedad, tan necesario en estos tiempos amenazantes que corren.

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