EL MUNDO › TRAS LOS GOLPES RATIFICó EL PERMISO PARA LA FLOTA RUSA EN LA PENíNSULA DE CRIMEA

Batahola en el Parlamento de Ucrania

La semana pasada el primer ministro ruso y el presidente ucraniano firmaron un acuerdo para extender hasta el año 2042 la presencia de la flota rusa en el mar Negro a cambio de gas natural. Ayer fue ratificado entre piñas y huevazos.

El Parlamento de Ucrania ratificó ayer el acuerdo que prolonga por otros 25 años la permanencia de la flota rusa en la península de Crimea, en medio de una batalla campal entre diputados oficialistas prorrusos y la oposición. “Hoy es un día negro en la historia de la Ucrania independiente. El Parlamento ratificó el acuerdo por la vía de la traición”, denunció la ex primera ministra y líder de la Revolución Naranja pro-occidental Yulia Timoshenko. La bancada del presidente Victor Yanukovich no tuvo problemas para juntar los votos que necesitaba, pero sí para poder sesionar. La oposición arrojó desde huevos y bombas de humo hasta puñetazos para embarrar la votación. Finalmente, con los ánimos caldeados y todo, el oficialismo se anotó una victoria.

La flota rusa del mar Negro incluye medio centenar de buques de guerra –acorazados, fragatas, submarinos y dragaminas– y casi un centenar de aviones. Todos gravitan alrededor del puerto ucraniano de Sebastopol en Crimea, una infraestructura capaz de acoger a 18.500 efectivos, entre militares y técnicos, además de sus familiares. La semana pasada el primer ministro ruso Vladimir Putin y el presidente ucraniano habían firmado un acuerdo para extender hasta el año 2042 la presencia militar naval rusa en el mar Negro. A cambio, Moscú le otorgó un descuento del 30 por ciento en la compra de gas natural, un bien estratégico para la ex república soviética. Según el gobierno ucraniano de Tanukovich, el beneficio representará un ahorro para el Estado de más de 40 mil millones de dólares.

Ayer los dos parlamentos, la Duma rusa y la Rada ucraniana, debían ratificar el acuerdo en paralelo. En Moscú fue casi un trámite; en Kiev, la historia fue un poco más ruidosa. La oposición, dirigida por la ex premier Timoshenko, ya había adelantado que haría lo imposible para frenar lo que, para ellos, es una violación a la soberanía nacional.

En cuanto la Rada abrió sus puertas a la mañana, los opositores desplegaron una gran bandera ucraniana que cubrió completamente sus escaños. No se sentaron, sino que esperaron la entrada del presidente de la cámara, Vladimir Litvin, antiguo aliado de Timoshenko, desde las tribunas. Mientras tanto, los oficialistas tomaron posiciones para el estado de las autoridades, desde donde Litvin debía dar inicio a la sesión.

Tan pronto como Litvin hizo su entrada en la sala, una lluvia de huevos lanzados cayó sobre él y sus guardaespaldas, que lo protegían con dos paraguas negros. Los huevos alcanzaron, incluso, el tablero electrónico que colgaba detrás de él. Aunque recibió el impacto de al menos uno de los huevos, el jefe del Parlamento no perdió la compostura y procedió a dar inicio a la sesión, tras lo que comenzaron los forcejeos y los puñetazos. En vez de recurrir a la oratoria punzante contra la permanencia de la armada rusa en el puerto de Sebastopol, los diputados utilizaron los puños para abrirse paso, lo que luego reprodujeron los noticieros de todo el mundo. Uno de los diputados de la fuerza opositora Autodefensa Popular (AP), Oleg Doniy, tuvo que ser hospitalizado por conmoción cerebral. Según se vio en la televisión, lo golpearon varias veces en la cabeza. “Hasta en las trifulcas son traicioneros. Al señor Doniy lo golpearon dos veces en la cabeza por la espalda y tiene conmoción cerebral”, se quejó uno de sus compañeros de partido, Taras Stetskiv.

Los opositores no recibieron los golpes estoicos. No bien se trenzaron a los golpes, lanzaron bombas de humo para crear confusión. Durante varios minutos era imposible ver dentro de la sala. Pensando que se trataba de una bomba lacrimógena, la policía rompió la puerta de entrada y varios diputados tuvieron que abandonar la sala, mientras otros se cubrían la cara con pañuelos.

Cuando el humo se disipó un poco, Litvin anunció la ratificación del acuerdo. Fue apenas un instante. Junto a él, el primer ministro y líder del Partido de las Regiones, Mikola Azarov, levantó los brazos en señal de victoria y la oposición abandonó la sala, resignada. Desde el Palacio Presidencial, Yanukovich llamó a su par ruso, Dmitri Medvedev, para felicitarse mutuamente.

Bajo el gobierno anterior, producto de la Revolución Naranja, el ex presidente Victor Yuschenko había pedido el retiro total de la flota rusa de Crimea y, en cambio, había propuesto el ingreso del país a la OTAN, la alianza militar de Estados Unidos y Europa. Todo eso quedó en el pasado tras las elecciones de febrero pasado. Después de cinco años de gobiernos naranjas, el prorruso Yanukovich volvió a ganar en las urnas. Esta vez las denuncias de fraude electoral no tuvieron eco entre los ucranianos y la oposición se quedó con una pequeña minoría en el Parlamento.

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Trompadas en el Parlamento ucraniano por la ratificación del acuerdo militar con Rusia.
 
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