EL MUNDO › OPINION

Los negadores

 Por Robert Fisk *

Más de medio millón de muertos, un ejército atrapado en la mayor debacle militar desde Vietnam, una política de Medio Oriente ya enterrada en las arenas de la Mesopotamia, y todavía George W. Bush niega. ¿Cómo lo hace? ¿Como se convence –como lo hizo aparentemente ayer en Amman– de que Estados Unidos se quedará en Irak “hasta completar la tarea”. La “tarea”? –el proyecto de Washington para remodelar Medio Oriente a su imagen y la de Israel– murió hace tiempo, sus creadores neoconservadores negando sus inútiles objetivos políticos y culpándolo a Bush y a los iraquíes, por supuesto, por su desastre.

Los “negadores” de la historia son muchos –y todos sometidos a la misma locura: enfrentados a la misma evidencia de catástrofe, se refugian en la fantasía, descartando la evidencia de colapso como el síntoma de un pequeño contratiempo militar– y se aferran a la idea de que mientras los generales prometan la victoria –porque ellos mismos han prometido la victoria tantas veces– ese destino será más amable. George W. Bush –o Lord Blair de Kut al Amara, para el caso– no debe sentirse solo. Medio Oriente ha producido montones de fantasiosos como éste en las últimas décadas.

En 1967, el presidente egipcio Gamel Abdul Nasser insistió en que su país estaba ganando la Guerra de los Seis Días, después de que los israelíes habían destruido toda la fuerza aérea egipcia en tierra. El presidente Carter alababa al Irán del Sha como “una isla de estabilidad en la región”, sólo días antes de que la Revolución Islámica del ayatolá Jomeini derrocara al régimen. El presidente Leonid Brezhnev declaró una victoria soviética en Afganistán cuando sus propias tropas rusas eran retiradas de sus bases militares en las provincias de Nangahar y Kandahar por Osama bin Laden y sus combatientes. ¿Y no fue Saddam Hussein quien le prometió la “madre de todas las batallas” a Kuwait antes de la gran retirada iraquí en 1991? ¿Y no fue Saddam nuevamente quien predijo una derrota de Estados Unidos en las arenas de Irak en 2003? El leal acólito de Saddam, Mohamed el Sahaf, fantaseaba sobre el número de soldados estadounidenses que morirían en el desierto; George W. Bush dijo que a veces se escapaba de las reuniones de gabinete para ver las absurdas actuaciones de Sahaf y reírse de las fantasías del ministro de información iraquí. ¿Quién se está riendo de Bush ahora? El primer ministro iraquí, Nouri al Maliki, casi tan leal a Bush como lo era Sahaf a Saddam, recibe el mismo elogio falso del presidente estadounidense que Nasser y Brezhnev prodigaron alguna vez a sus generales. “Aprecio el coraje que usted muestra durante estos tiempos difíciles mientras conduce a su país”, le dice Bush a al Maliki. “Es el tipo justo para Irak”, nos dice a nosotros. Y el primer ministro iraquí que se esconde en la “Zona Verde” fortificada de Estados Unidos anuncia que “no hay problema”. Ayer nos informaron que el poder debe ser transferido rápidamente a al Maliki. ¿Por qué? ¿Porque eso salvará a Irak? ¿O porque esto permitirá que Estados Unidos declare que la debacle no será culpa de Washington, como lo hizo cuando decidió permitir que el ejército de Vietnam del Sur peleara contra Hanoi? “Una de sus frustraciones conmigo es que cree que hemos sido lentos en darle las herramientas necesarias para proteger al pueblo iraquí”, dice Bush. “No tiene la capacidad para responder, por eso queremos acelerar la adquisición de esa capacidad.” Pero, ¿como puede al Maliki tener alguna “capacidad” cuando gobierna sólo algunos kilómetros cuadrados del centro de Bagdad y un puñado de podridos palacios ex baasistas?

La única verdad pronunciada ayer en Amman fue este comentario de Bush: “Hay mucha especulación de que los informes en Washington significan que habrá alguna salida digna de Irak, pero esta salida digna simplemente no existe”. No puede haber una salida digna de Irak, sólo un colapso sangriento y aterrador del poder militar.

Bush parece ajeno al actual mapa sectario de Irak. “El primer ministro dejó en claro que dividir el país en partes, como algunos sugirieron, no es lo que el pueblo iraquí quiere, y que cualquier división de Irak aumentará la violencia sectaria”, dijo. Estoy de acuerdo, pero Irak ya está “dividido en partes”.

Hasta Hitler debe reírse en su tumba de este baño de sangre. En abril de 1945 declaró que Alemania todavía podía ganar la Segunda Guerra Mundial, alardeando de que su enemigo, Roosevelt, había muerto –como Bush alardeaba de la muerte de al Zarqawi– mientras exigía saber cuándo rescataría al pueblo de Berlín el mítico ejército del general Wenk. ¿Cuántos Wenks van a ser llamados para salvar a Bush de Irak?

* De The Indpendent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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