EL PAíS › EL ACTO DE DAIA, AMIA, APEMIA Y
FAMILIARES POR EL FALLO SOBRE EL ATENTADO

“Galeano no es apto para ser juez federal”

Con una convocatoria relativa, el acto de anoche en la Plaza de los Dos Congresos navegó entre criticar la liberación de los sospechosos y atacar el armado de la impunidad, en especial al juez de la causa y a los principales nombres del menemismo.

 Por Sergio Kiernan

Casi no hubo paraguas entre los que acudieron al acto convocado por la AMIA, la DAIA, Apemia y Familiares y Amigos de las Víctimas del Atentado. Se veían unas pocas docenas entre los que aguantaron la noche temprana y el frío por sorpresa en la Plaza de los Dos Congresos. En el palco, armado sobre Virrey Cevallos, dominaba un fuerte cartel en blanco y negro: “85 muertos no son nada”. A las 19.20 sonó la sirena, se inauguró el acto, se hizo un minuto de silencio, se nombró a cada una de las víctimas y se encendió una vela en su memoria, partes de lo que ya es un ritual de una década. Lo que siguió también ya es tristemente tradicional: un dolido reclamo ante la impunidad y la eterna oscuridad del atentado del 18 de julio de 1994.
El acto se proclamó sucesor del casi espontáneo que reunió una inmensa multitud tres días después de la destrucción del edificio en la calle Pasteur. Diez años después, los que se presentaron fueron apenas una fracción, que cubría el sendero principal de la plaza y poco más. Una razón de la relativa convocatoria fue lo confuso del mensaje: no quedaba en claro si se llamaba a repudiar la libertad de los 22 acusados en el caso o la operación de encubrimiento.
En el sector reservado junto al palco estaban el presidente de la AMIA, Abraham Kaul; el vicepresidente primero y autoridad efectiva de la DAIA, Jorge Kirszembaum, y Juan Carlos Blumberg. No fueron ellos los que hablaron anoche, sino el periodista Nelson Castro y Luis Cyczewsky, que perdió a su hija en el atentado. No hubo ningún representante del Gobierno, excepto por el presidente y vice del Inadi, Enrique Oteiza y Esteban Llamosas. La ciudad estuvo representada por su jefe y vice de Gobierno, Aníbal Ibarra y Jorge Telerman. El piquetero Néstor Pitrola y varias Madres del Dolor –que perdieron hijos en episodios de violencia o de gatillo fácil– también estuvieron en el palco. Apemia, con su referente Laura Ginsberg, se instaló en el rincón más alejado del palco, sobre Rivadavia y tras una bandera que exigía la apertura de archivos secretos. No estuvo el grupo Memoria Activa, que rechazó la convocatoria (ver recuadro).
Castro puso como tema a la memoria. “Recordamos ese día –el del atentado– y su largo después, que llega hasta hoy”, comenzó el periodista, que comenzó a enumerar los “grotescos” de la investigación. Por ejemplo, “la pantomima cruel de cada julio”, cuando se hacían anuncios que generaban esperanzas de que se resolviera el caso. O las idas y venidas con Wilson dos Santos, el brasileño que recorrió consulados antes del atentado avisando que “algo iba a pasar”. O la figura de la sospechosa iraní que llegó extraditada a Buenos Aires para terminar protestando en el Congreso porque la dejaron en la calle, sin hotel y sin comer. O “la pista de la maldita policía” que desapareció “cuando desaparecieron los casetes.”
En su lista de grotescos y errores, Castro mencionó el fallido anuncio del presidente Néstor Kirchner de que habían aparecido los ya famosos casetes. Hubo un amago de rechifla, que se potenció realmente cuando el periodista mencionó al ex ministro del Interior Carlos Corach, al ex juez de la causa Juan José Galeano y a “la fallecida jueza que le llevó un mapita a Carlos Telleldín para enseñarle dónde se había entregado la camioneta”. El repudio se hizo ensordecedor cuando apareció el nombre del ex presidente Carlos Menem y redobló al tocar el del ahora encarcelado ex presidente de la DAIA Rubén Beraja.
Castro destacó que “tanto grotesco” acabó generando una paradoja: “En lugar de pedirles disculpas a las víctimas, vamos a tener que pedirles disculpas a los sospechosos; al embajador iraní detenido en Londres, a Telleldín, a los policías detenidos. Ahora, los acusados serán los acusadores, vamos tener que pagarles indemnizaciones que les arreglarán la vida. Y los que supuestamente nos representan pueden ir presos”. El resumen de esta década es que “todo lo que sabemos de la investigación es prácticamente mentira; se armó una trama desde el Estado para tapar la verdad. Menem la armó y los que vinieron después no tuvieron mucha voluntad de desarmarla”.
Para Luis Cyczewsky, “la falta de justicia es la manera de volver a matar a nuestros 85 muertos”. El representante de Familiares, que perdió a su hija en el atentado, se preguntó “¿por qué no está Menem en la lista (de los acusados por el tribunal en el encubrimiento)? ¿Por qué no están Carlos Ruckauf, Hugo Franco, Andrés Antonietti?” y afirmó que “Galeano no sólo no fue apto para manejar esta causa, no es apto para ser juez federal”. Reflejando la dualidad de la convocatoria, Cyczewsky agregó sin embargo que “los Familiares estamos confundidos” por el fallo, ya que “creemos que hubo suficiente prueba no contaminada” como para acusar a los policías detenidos y a Telleldín. A continuación, le mandó un mensaje a otro juez, Rodolfo Canicoba Corral –actual encargado de la investigación–, para “que salga de la siesta y ponga en marcha la causa”. En la visión de Familiares, el juez tiene la opción de “dignificar el Poder Judicial” o “ser otro Galeano”.
En su carga contra la impunidad, Cyczewsky recordó al ex presidente de la DAIA, Beraja: “Tampoco debe haber impunidad hacia adentro de la comunidad judía”, afirmó, bajo la mirada impasible del vicepresidente primero de la institución, Kirszembaum, aliado político del encarcelado Beraja.

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La gente chifló fuertemente los nombres del menemismo y el de Beraja, ex presidente de DAIA.
 
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