EL PAíS › LO QUE VA DE LA CUMBRE A LAS OPERACIONES

Entre la política y la realpolitik

Una mirada al mapa para leer la lógica de la postura argentina ante la Cumbre. Lo que se gana en Mercosur y lo que se traba ante el FMI. La inflación tan temida y vigente. Y un par de preguntas sobre el derrame que no viene y las contradicciones del oficialismo.

Opinion
Por Mario Wainfeld


“Pobrecito México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”, reza un proverbio del país gobernado por Vicente Fox, quien se ha puesto de moda transitoriamente por acá. La Argentina está igualmente extrañada de la divinidad pero mucho más distante de la potencia más grande del mundo. Esa lógica geográfica ineludible es la primera pista para registrar la racionalidad de la posición del bloque Mercosur en la reciente Cumbre de las Américas. México, junto a Canadá, integran el hinterland norteamericano y es el suyo un voto cantado de antemano. Los países de Centro- américa han sentido su influencia cultural lo que se refleja en su versión del castellano, en sus comidas, en su pasión por el béisbol. Las sucesivas invasiones a tantas naciones del área sin duda incidieron en el fenómeno pero no se bastan para explicarlo del todo.
La distancia geográfica aminora el peso gravitatorio de la primera potencia del mundo, pero la primera explicación del alineamiento del Mercosur excede la distancia. Las economías de Brasil y Argentina no son, como la de tantos países tropicales o andinos, complementarias con la norteamericana sino competitivas con ella. En un rebrote de la cotización de productos agrícolas esa competencia se hace, si cabe, más intensa. Una propuesta de libre comercio sería la ruina de los productores de Argentina o Brasil a manos de los farmers del norte.
Esa realidad subsiste desde hace décadas y se refuerza con un factor relativamente nuevo: la emergencia de China y la India como potencias económicas. Para los Estados Unidos son sencillamente rivales. Para muchos países centroamericanos también, pero en otro sentido. La maquila china paga sueldos aún más ínfimos que las de este continente y el gran mercado norteamericano no sabe mucho de solidaridades pero sí de costes. Para Brasil y Argentina, en cambio, China y la India más en ciernes son compradores formidables, prospectos de una relación riesgosa (como suele serlo la del productor primario y su principal comprador) pero también promisoria.
Nada hubo de adolescente ni irracional en la decisión estratégica que adoptó la delegación argentina en Mar del Plata. Lo suyo fue leer bien el mapa y obrar en consecuencia. La irradiación de la postura de Néstor Kirchner sobre la autoestima del equipo de gobierno es fuerte. Quienes lo vieron firme de cara a George Bush sintieron una inyección de mística. Queda para una discusión más fina si Kirchner sobreactuó un poco. O si debió o no usar el vocablo “hegemónico” que, según parece, suena mal en inglés. Pero en lo básico, mandó la lógica de los intereses, a la que tampoco renunciaron los que estuvieron en otra postura.
Los negociadores argentinos ante la Cumbre, mayormente eufóricos, suman dos datos a computar de signo diferente. El primero es que el propio Bush valoró positivamente algunas acciones del gobierno en la región, en especial sus intervenciones en Bolivia y en Haití. El segundo es que, a la luz de lo que obraron gobiernos elegidos más o menos democráticamente, el antiimperialismo es una postura minoritaria al sur del río Bravo.
Pero si la Rosada y Cancillería computan un saldo a favor, en Economía fruncen el ceño.

El distante FMI

Para varios funcionarios de Economía habituados a trajinar en Washington la estrategia adoptada en Mar del Plata con referencia al FMI fue disfuncional amén de innecesaria. “Anticipar por los diarios que se le iba a pedir ayuda a Bush es desconocer el abecé del trato con esa gente”, dice alguien que se precia de manejar todo el alfabeto. El presidente norteamericano, agregan los confidentes, dejó en claro su molestia por la filtración en una conferencia de prensa. Su lectura desangelada añade que no era ése el momento propicio para pedir una mano. “A los Estados Unidos se acude cuando hay acuerdo sobre el 80 por ciento y se atrancó el 20 por ciento restante”, proponen en Economía. “Así lo hicimos dos veces y resultó. Ahora, cuando todo son preparativos, es prematuro y ocioso.”
En Economía y la Rosada difieren al ponderar el saldo de la Cumbre, pero concuerdan en predecir que la cronoterapia es, por ahora, la mejor cura en la negociación con el FMI. Hay que dejar pasar noviembre, diciembre se va solo, luego vendrán las vacaciones de invierno en el hemisferio boreal. Acaso después haya que ponerse en serio a conversar.
El escenario más optimista ve improbable cualquier acuerdo en el primer semestre de 2006. Así las cosas, habrá que ir pagando. La caja aguanta pero algo habrá que sisar por acá para cumplir allá. El gasto social está bajo la lupa de las gentes de Roberto Lavagna. ¿Leerá Kirchner un año no electoral en términos convencionales tras una victoria en las urnas? ¿Se sentirá habilitado a “cebar menos la bomba” como le proponen ciertos asesores que transitan por el despacho del jefe de Gabinete, no todos de derechas?
La inflación, en tanto, no cede.

La compañera inflación

Lavagna propuso una serie de medidas de baja intensidad para combatir la inflación. La reducción de los reintegros a la exportación es de toda coherencia con los mejores desempeños oficiales. La propuesta de reforma al régimen de accidentes de trabajo no pinta tan auspiciosa. Economía no hizo conocer el detalle de su proyecto pero fue llamativo que éste relegara al que venía consensuando Trabajo. Lavagna, utilizando cifras simbólicas, asegura que “las empresas no gastarán dos como hacían con el menemismo pero tampoco deberán prevenir con diez como los obliga la indefinición actual. Deberán poner más que antes pero tendrán predecibilidad”. Lo cierto es que el anuncio tuvo un tufillo propatronal siendo que los empresarios locales no descuellan por su sensibilidad social. Las menciones a “la industria del juicio” (un tópico de la derecha nativa) que contuvo la presentación de Lavagna hacen temer que no exista el supuesto equilibrio. Si se confirmara ese sesgo predecible habrá que ver qué harán respecto del proyecto de ley algunos integrantes del Frente Para la victoria, como Mercedes Marcó del Pont o Héctor Recalde, de ganada reputación en defensa de ciertos valores o intereses. Quizá el votó de Borocotó sea necesario para compensar a quienes no se resignen a ser los clásicos levantamanos del PJ.
La política de sintonía fina de Economía no parece bastarse para evitar que la inflación anual supere el máximo de la banda estimada en el presupuesto nacional cuyo margen mínimo era 8 por ciento y el máximo 11 por ciento. Bien mirado, el crecimiento de este año será entonces menos propicio que el del anterior porque la inflación lo desagia bastante, enespecial para los que viven de ingresos fijos. También es menos fructífera la relación entre crecimiento del PBI y el del empleo.
El Gobierno dice tener como principal preocupación la inflación, lo que es sensato en lo coyuntural. Pero esa pulsión lógica debería enriquecerse con una mirada de mediano y largo plazo, que el actual oficialismo escatima o hasta desdeña. Lo que ya debería plantearse es si el ciclo virtuoso no encuentra variados topes que obligarán a innovar, algo que Lavagna y Kirchner suelen ser muy reacios a aceptar.
A más de dos años de gobierno con crecimiento chino, se torna apremiante preguntarse qué pasa con el actual “modelo” cuyo derrame en términos de igualdad deja mucho que desear. Paradojalmente, la lucida delegación argentina ante la Cumbre batalló mucho por consensuar un documento que pusiera énfasis en el trabajo decente como pilar de la gobernabilidad democrática. Esa estimable actitud principista no termina de tener una corroboración interna, siendo que el despegue económico ha sido muy injusto en la distribución de los réditos. El problema no es local, sino regional. La tendencia al crecimiento es extendida, su impacto sobre la desigualdad y el desempleo, muy relativa.
La pregunta acerca de si lo mejor ya pasó, rechazada con énfasis enconado en las principales oficinas de este gobierno, es cada día más pertinente. También lo es poner bajo sospecha a la sustentabilidad eterna del modelo de coyuntura al que el Gobierno se aferra. Pocas personas creen que son interminables los ciclos económicos, casi todas se albergan en importantes despachos oficiales.

Señales

Si aceptamos, así sea como metáfora, que el 23 de octubre fue la segunda vuelta electoral para Kirchner, podría asumirse que han comenzado sus cien días. Las señales que ha emitido el Gobierno de cara a esa instancia son contradictorias. Kirchner fue un presidente inusual en la Cumbre, para bien. Pero su gobierno se asemejó peligrosamente al ancien régime en sus operaciones políticas de estos días, en ciertos tics de su equipo económico, en un aire clásico de soberbia vencedora que se percibe en el entorno presidencial más cercano.
¿Cuál es el verdadero Kirchner? ¿El que se plantó, aún en lo gestual, frente a Bush? ¿O el que le levantó la mano a un emergente de la papelera de reciclaje del cavallismo y el macrismo? En estas horas, ambos lo fueron. En el futuro, seguramente, uno deberá primar.

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