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Tecnópolis VIP

 Por Mario Wainfeld

En la noche del jueves, en Tecnópolis había menos personas que de costumbre, aunque el PBI per cápita era sideralmente superior. La Unión Industrial Argentina (UIA) eligió el lugar de festejo para agasajar a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

El discurso del titular de la UIA, José Ignacio de Mendiguren, fue tan dedicado como el ágape. Cristina Kirchner tomó nota y bromeó, diciendo que le era extraño no tener que cuestionar ni una palabra. Así lo había pensado el Vasco Mendiguren, más dotado de cintura política que la mayoría de sus pares y menos propenso a indigestarse hablando de autonomía nacional o distribución del ingreso.

La Presidenta repartió elogios y gestos de simpatía hacia el Vasco y hacia Hugo (Moyano, secretario general de la CGT). Un tono acuerdista emparejó los gestos y los mensajes. En el discurso presidencial, más allá de las alusiones clásicas como las cifras de crecimiento (en este caso, con la recaudación fiscal como vedette), resaltaron dos menciones, que van en el mismo sentido. En la primera, Cristina Kirchner explicó que no conoce intereses más confluyentes que los de los trabajadores y los empresarios industriales. No es que jamás lo haya dicho, pero (como ella misma subrayó) lo priorizó a la inevitabilidad del conflicto, otro de sus tópicos.

El segundo aspecto fue el reconocimiento de errores o nuevas dificultades del modelo. De nuevo: el relato presidencial alude a ellos, pero en general es una mención generalista, que se pierde luego en la enumeración de los logros. En este caso, se habló de la necesidad de las correcciones, con más énfasis.

Nada es casual en la oratoria presidencial. Cabe registrar una señal, congruente con el manejo del Consejo del Salario un par de semanas atrás: acuerdo veloz, firmado por todos los concurrentes, decidido por la Presidenta, en uso de alta legitimidad. Esa matriz, tal parece, se quiere ampliar.

En la Casa Rosada se asumen dificultades o desafíos (elija usted la expresión) para el próximo mandato. Las reservas no aumentan, la inflación se sostiene, algo habrá que hacer con los subsidios para sostener el sesgo general del gasto público. La idea de algún acuerdo entre corporaciones patronales y de trabajadores, bajo la batuta del Gobierno, recupera aliento. O, cuanto menos, la generación de un Consejo Económico Social.

Sin el veredicto de las urnas, el escenario del jueves hubiera sido imposible. Se adelantaron los tiempos, la luna de miel llegó antes del real veredicto de las urnas, el de octubre. Si es el esperado por todos, incluyendo los que cenaban el jueves, la Presidenta deberá proponer más pronto que tarde sus primeras medidas. Dispondrá del recurso que ya está exhibiendo: autoridad redoblada merced al apoyo popular. Un atributo de poder que, por lo menos por un rato, torna razonables a ciertas corporaciones.

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