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Manzanitas

- Llanto. Colaboradores cercanos marcaban que este viaje era especial para la Presidenta porque identifica a Nueva York con Néstor Kirchner. El de septiembre pasado, para la anterior Asamblea de la ONU, fue el último que hicieron juntos al exterior. Tal vez algo de eso explotó en su interior cuando Cristina Kirchner se subió al auto que la llevó anoche al aeropuerto y rompió en llanto. A la salida del hotel la esperaba un pequeño grupo de argentinos de la agrupación “La 25”, los kirchneristas que viven en el exterior, para saludarla y sacarse fotos. La Presidenta, obviamente, aceptó los halagos. En un momento, Leonardo, un joven de campera roja, la abrazó muy fuerte y se puso a llorar, agradeciéndole “todo lo que está haciendo”. La Presidenta se contagió la emoción. “No llores”, le dijo a él, pero se puso a llorar ella. Se subió al auto con su hija Florencia y se fueron en busca del Tango 01.

- Abbas. Cristina Kirchner terminó su discurso en las Naciones Unidas y siguió el camino habitual al costado del escenario, sitio donde los que terminan de hablar reciben saludos y felicitaciones varias. La Presidenta conversaba con los familiares de las víctimas del atentado a la AMIA cuando se enteró, a través del embajador en la ONU, Jorge Argüello, de que el presidente palestino, Mahmud Abbas, quería conversar con ella. Allí mismo armaron un breve encuentro bilateral en el que Abbas le agradeció el énfasis con el que defendió el reconocimiento al Estado Palestino, una movida que probablemente mañana llegue al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

- Almuerzo. Como es su costumbre, Cristina Kirchner no participó anoche del agasajo en el tradicional hotel Waldorf Astoria que el presidente norteamericano Barack Obama brinda a los jefes de Estado que visitan Nueva York para la Asamblea. Pero así como CFK –y Néstor Kirchner antes– nunca estuvo en esa cita, es una fija para el almuerzo que el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Kimoon, organiza para la jornada inaugural. Obama esta vez no almorzó, pero sí lo hizo su secretaria de Estado, Hillary Clinton, con quien Cristina Kirchner compartió mesa. Junto a ellas se ubicaron el presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma; el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, y la presidenta de Finlandia, Tarja Halonen.

- Marchas. A la manera de una Plaza de Mayo en miniatura, la plaza ubicada enfrente del edificio de las Naciones Unidas es cada día motivo de alguna marcha, por las razones más variadas. Si ocurre que es nada menos que el día de la Asamblea General, con más de un centenar de jefes de Estado presentes, es fácil imaginar que todo se multiplica. Ayer había manifestantes individuales con pancartas que expresaban su motivo de protesta, un ruidoso grupo preocupado por los nómades del Tíbet y un respetable acto en favor del Estado de Israel. Por las inmediaciones hubo también marchas a favor de Palestina, pero más extraño era ver a un grupo de “rabinos verdaderos” –así se denominaban–, de largas barbas y vestidos de negro, con pancartas protestando contra Israel y a favor de Palestina, al lado mismo de donde desconcentraban los proisraelíes bajo la mirada atenta de la policía neoyorquina.

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