SOCIEDAD › IMAGENES Y CONSIGNAS DE LA MANIFESTACION

Entre las cacerolas

 Por Nicolás Lantos

Asistencia: A pesar de que en esta ocasión la marcha contó con la convocatoria abierta de varias fuerzas políticas, la asistencia fue menor a la registrada el 8 de noviembre pasado, durante el último cacerolazo (y menor también a la movilización con ocasión del Día de la Memoria, hace menos de un mes). Entre las ocho y las nueve de la noche, momento de mayor convocatoria, la marcha se extendía, nutrida, por Diagonal Norte desde el Obelisco hacia la Catedral, donde estaba el núcleo más concentrado de movilización. Entrando en la Plaza, la convocatoria comenzaba a ralear a medida que se acercaba a la Pirámide de Mayo. Sobre Diagonal Sur e Yrigoyen, directamente, casi no había manifestantes.

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Consignas: Las consignas fueron menos violentas y virulentas que en las protestas anteriores: ya no se pedía la muerte de nadie, aunque sí se repetía el anhelo de “procesamiento”, “juicio”, “cárcel” y “expropiación de bienes” de la Presidenta y de diversos funcionarios K, con Julio De Vido, Amado Boudou y Guillermo Moreno a la cabeza. Para muchos de los manifestantes este gobierno es “una dictadura” a la que hay que “sacar ya mismo” del poder, tal como consignaron carteles y cantitos. Un señor mayor, con una pancarta en la que se disculpaba con Elisa Carrió, por haberla tomada por loca, se ilusionaba: “Si viene más gente la volteamos esta noche”, repetía a quien quisiera escuchar.

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Gastronomía: Casi como escenografía obligatoria en una marcha a Plaza de Mayo, los puestitos de choripán y de hamburguesas se multiplicaban en las avenidas circundantes, llenando de humo espeso el aire, aunque sin atraer demasiado el interés de los asistentes. “Hay mucho olor a choripán”, se quejaba una señora muy paqueta de cincuenta y tantos. Su marido, de sport, le contestó con sabiduría: “Dejalos, un acto sin choripán no es un acto”. La apatía alimentaria, sin embargo, no tenía fundamentos clasistas. Un hombre que, solitario, vendía sobre su mesa quesos y salamines de campo y sánguches de jamón crudo también corría la misma esquiva fortuna que sus colegas.

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Merchandising: Mejor suerte que los choripaneros corrieron los vendedores de banderas, gorros y bufandas con los colores patrios. El fervor patriótico de la concurrencia era terreno fértil para la venta de símbolos celestes y blancos. Las banderas, a diez, veinte y cincuenta pesos “la gigante” se vendían cada veinte metros. En el centro de la Plaza, en una mesita se vendían a tres por diez imanes para la heladera con un amplio espectro de motivos opositores, desde un universal “Cristina Miente” hasta otro con el escudo del PRO, pasando por el rostro del ex presidente Raúl Alfonsín con la leyenda “Gracias”, el animador Jorge Lanata haciendo Fuck You en su programa de TV o la figura del papa Francisco.

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Carteles y disfraces: Una vez más, la inventiva de los manifestantes le puso color a la marcha. “Carrió. Te decían loca. Te dejamos sola”, se lamentaba un hombre en su pancarta. Otra, pedía “Una opo unida”, reclamo que hacía eco entre otros manifestantes: “Por favor, que aparezca un líder para canalizar todo esto”, comentaba una señora en las escalinatas de la Catedral. El uso del símbolo numeral, popularizado por Twitter, se masificó en consignas como #LosVamosAJuzgar o #NoalaDiktadura. En cuanto a los atuendos para la ocasión, un joven con una máscara de látex que imitaba el rostro de la Presidenta llamaba la atención, mientras que otro, con un sombrero gigante con forma de Fuck You en la cabeza no dejaba de sacarse fotos con gente que se lo pedía.

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Demográficas: Aunque el espectro de manifestantes era amplio, todos eran de clase media, media alta o alta. La representación de los sectores más necesitados de la sociedad en la protesta estuvo acotada a la breve columna del Uatre que encabeza el Momo Venegas y de algunos jubilados que acompañaban a Raúl Castells. Los jóvenes eran minoría contra aquellos de más de cuarenta años y había una nutrida presencia de representantes de la tercera edad. La moda: jeans y camisa (con sweater sobre los hombros) o traje, para ellos; ropa cómoda pero coqueta para ellas. Estudiantes en uniforme de colegio privado. Mucha camiseta de equipos nacionales de fútbol, hockey y rugby.

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Financiados: Esta vez, el camioncito de La Solano Lima, ubicado en la esquina de las avenidas 9 de Julio y Belgrano, no mostraba dibujos de funcionarios colgados de una horca, como el año pasado. Sí, en cambio, en una pantalla gigante pasaban un videoclip del “reggaeton de los K”, cuyo estribillo repetía: “Son todos chorros, son todos ladris, son todos malandrines”. En el lugar repartía ejemplares de una revista ad hoc publicada en papel ilustración. En la contratapa figura una publicidad del programa de radio del ex carapintada Santiago Cúneo. “Nos bancó la publicación”, confiaban cerca del legislador del PRO.

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Ruido: Cualquier elemento que sirviera para hacer bochinche estaba bien. A las clásicas cacerolas se sumaron fuentes, sartenes, cacharros, latas vacías e instrumentos de percusión clásicos. También había trompetas, vuvuzelas e incluso esos tubos de aire comprimido con una corneta que utilizan aquellos que ni siquiera quieren tomarse el trabajo de soplar para hacer ruido.

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Imagen: Pablo Piovano
 
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