DEPORTES › UNA LECTURA DE LOS AñOS DE CELEBRACIóN, SOBRE LA VIDA DEL SUIZO

El lado sombrío de Federer

Irascible, irrespetuoso, sobrador y poco profesional, todo eso era el ex número uno del mundo en sus comienzos en el circuito, según se cuenta en el libro publicado recientemente en Suiza, de los periodistas Marco Keller y Simon Graf.

 Por Sebastián Fest

¿Tiene Roger Federer un costado sombrío? ¿Es imperfecto el impecable suizo? Si no lo es ahora, hasta hace unos años lo fue de sobra, admite el hombre al que muchos consideran como el mejor tenista de todos los tiempos. Irascible, irrespetuoso, sobrador, poco profesional: todo eso era Federer en sus años iniciales en el profesionalismo, en los que se recuerda como “salvaje”.

“No sabía cómo manejar las cosas”, admite el suizo de 31 años en Los años de celebración, un libro de reciente publicación en su país y escrito por los periodistas Marco Keller y Simon Graf. “Sigo sintiéndome como cuando tenía 15 años”, asegura el ex número uno durante una extensa entrevista incluida en el libro, en la que confiesa que llegó a avergonzarse de lo mal que se comportaba en una cancha de tenis. “Fue en Roma, en 2001. Jugaba con Marat Safin y cada uno de los dos se portaba peor que el otro. Tras el segundo set mostraron (en la pantalla gigante del estadio) cómo él se enfurecía, luego cómo me enfurecía yo. El y yo, él y yo, él y yo... Mientras lo veía me sentía profundamente avergonzado. Y me dije: ‘Esto realmente no puede seguir así’.”

Pero Federer tenía un largo historial de malas actitudes raqueta en mano. Así, no duda en admitir que en el año 2000 en Barcelona le faltó “el respeto” al español Sergi Bruguera, doble campeón de Roland Garros. “Perdí 61 y 61. El, una semana antes, había caído 60 y 60 ante Sebastien Grosjean en Casablanca. Entré a la cancha sin el más mínimo atisbo de respeto por él. No respetaba a Bruguera, pensaba que lo derrotaría fácilmente por 61 y 61. Pero se trataba de un campeón de Roland Garros. Lo subestimé, entré en pánico y ya no supe más qué hacer. Y todo estaba siendo transmitido en vivo por Eurosport...”

Pensar en un Federer sancionado por no dar todo en un partido de tenis suena hoy a ciencia ficción, pero exactamente eso es lo que le sucedió en 1998. “Pasé de jugar en Basilea ante 10.000 espectadores a hacerlo ante gradas vacías” en los circuitos satélite. Fue el mismo año en el que se asustó al sentirse satisfecho tras perder la final juvenil del US Open con el argentino David Nalbandian, una de sus némesis en los inicios de su carrera. Sentía que había hecho un buen torneo. Hasta que lo pensó dos veces. “¿Cómo es posible que estés contento con una derrota?”, dice Federer que se preguntó a sí mismo poco después de aquel partido en Nueva York. “¡Vamos, a trabajar!”

Aquel Federer conformista era heredero del adolescente que en la escuela de la federación suiza en Ecublens armaba lío durante las prácticas hasta que el entrenador lo echaba. “No es que lo buscara, pero cuando sucedía estaba feliz. Yo preguntaba: ‘¿Estoy fuera?’. Y el entrenador me decía: ‘No quiero verte más’. Yo pensaba: ‘¡Perfecto!’. Me iba a las duchas y me subía al autobús hacia mi casa.”

De a poco, Federer fue cambiando, y un factor clave fue la por entonces aún tenista Mirka Vavrinec, a la que conoció en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 y que es hoy la madre de sus dos hijas. “Nuestra relación se hizo rápidamente algo serio. Gracias a ella crecí más rápido. Ella es mayor que yo, y las mujeres, de todos modos, maduran antes que nosotros.” La otra clave se remonta a enero de 2004, cuando gana el Abierto de Australia y se convierte en número uno del mundo. Un año antes había alzado el primero de sus siete títulos en Wimbledon. “Llegué a casa y me pregunté: ‘¿Y ahora qué?’ Había alcanzado todo aquello con lo que había soñado de niño. Estaba feliz, pero pensé: ‘Sería bueno que fueras capaz de repetir estos éxitos, volver a vivir esas sensaciones’.”

Ganador de una cifra record de 17 torneos de Grand Slam, Federer cumplió con el plan, qué duda cabe: “Siempre supe que tenía talento, pero no tenía ni idea de que podía lograr todo esto”.

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Roger Federer, un “salvaje” que cambió para ser leyenda.
Imagen: EFE
 
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