EL MUNDO › ESCENARIO

Una luz en la oscuridad

 Por Santiago O’Donnell

Después de seis años de agonía en la selva, Ingrid Betancourt recuperó su libertad. El mundo festejó. Fue liberada por el ejército colombiano, pero el mundo festejó. El operativo de inteligencia militar fortaleció la vía militar del presidente Uribe y su aliado Estados Unidos, pero el mundo festejó igual, porque la mujer que se había convertido en un icono de la resistencia recuperaba su libertad. Uribe y sus militares se anotaban un triunfo por goleada: 14 rehenes libres, cero disparos, cero violencia. Pero Ingrid Betancourt con su sola presencia daba vuelta el marcador, porque la vida y la libertad nunca son patrimonio de las fuerzas represivas. Porque hay otras historias que se funden en la de Betancourt, otras imágenes, otros sueños. Porque Ingrid Betancourt, viva y libre, representa mucho más que un trofeo de guerra.

Después de haber movilizado con su increíble historia a los jefes de Estado de América latina, Europa y Estados Unidos, después de que sus familiares y amigos recorrieran el mundo con su súplica, después de que diplomáticos, especialistas y aventureros se internaran en la selva para sumar fracasos, después de que el mundo entero se conmoviera con su tristeza lánguida y enferma en el video de prueba de vida, después de los relatos de largas marchas en cadenas de sus compañeros de cautiverio liberados en el canje humanitario, después del bombardeo que destruyó la negociación entre Raúl Reyes y el gobierno francés, después de las mentiras para encubrir la actitud intransigente de Uribe, Ingrid Betancourt enfrentó las cámaras en fajina militar. Una chispa de luz encendía sus ojos negros abiertos de par en par. Sonreía. Estaba viva. Estaba libre. Habló con voz muy calma y pausada, consciente de que el mundo entero la escuchaba. Agradeció al ejército por su operativo impecable. Agradeció a Uribe. Dijo que había sobrevivido de milagro. Pero antes agradeció a todos las personas alrededor del mundo que contribuyeron con su esfuerzo y con su sacrificio a mantenerla viva hasta ser rescatada. Contó que cada día las noticias que recibía a través de la radio alimentaban sus esperanzas, aun en los momentos más duros. Y después habló de paz, de su compromiso con la paz y la libertad de los rehenes que quedaron atrás. Por eso festeja el mundo y festejan los que defienden la vida, la libertad, la paz, el diálogo. Aunque festejen también los amantes de la mano dura, del mundo bipolar, del liberalismo salvaje. Porque se cierra un capítulo con final feliz.

“Tiene un impacto tremendo para Colombia y América latina. Es un hecho mayor en la vida política de la región. Tiene mucha fuerza, lo ves en la reacción de la gente. Acá hay mucha gente curtida en la política y se emocionó. Tiene la fuerza de una historia de vida. Como alguna vez dijo un gran escritor argentino, la guerra no es una guerra hasta que no se ve a través de los ojos de un soldado.” Al teléfono desde Washington, Dante Caputo, secretario político de la OEA, uno de los emisarios frustrados que negociaron en la selva, apenas podía contener su emoción. No quería hacer especulaciones políticas. Hoy no.

“Es un golpe muy grande a las Farc, que las va a obligar a buscar definitivamente la paz. Con Ingrid desde afuera y con esa fuerza que ella tiene, se abre un panorama muy interesante para encaminar el proceso de paz en Colombia.” Al teléfono desde Bogotá, María Teresa Ronderos, presidente de la Fundación para la Libertad de Prensa y directora de La Semana.com, derrocha optimismo, quizá como nunca antes.

Ahora empieza otra historia. La crisis colombiana no se resolvió, pero ya no será un tema mundial, sino que volverá a ser un tema de Colombia y los colombianos. Cuando las luces se apaguen y las cámaras se marchen al próximo destino caliente, quedarán las Farc, más débiles, más atomizadas, sin razón de ser política, atadas a la proveeduría de materia prima para los narcotraficantes, dueñas de la vida de cientos de rehenes colombianos sin valor canjeable que Betancourt ayer prometió no olvidar. Y habrá soldados dispuestos a insistir hasta el aniquilamiento.

Pero también estarán los ex rehenes liberados por la vía de la paz y el diálogo con la ayuda de Hugo Chávez, Piedad Córdoba y los demás. Y estará Ingrid Betancourt, con su luz y su voz y su ejemplo de vida.

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